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Guerra en Ucrania o el elogio del realismo

Las tropas rusas siguen machacando desde el aire las infraestructuras ucranianas con misiles y drones (artillados y kamikazes), con la zona de Kiev apiñando objetivos de mayor prioridad. Asimismo prosiguen avanzando sobre el terreno orientadas por tres grandes esfuerzos, respectivamente hacia: Zaporiyia para alcanzar allí … el codo del Dniéper; la línea Sloviansk-Kramatorsk para completar su dominio del Dombás; y Járkov para amenazar la segunda ciudad ucraniana. Eso indica que el objetivo de nivel operacional al inicio de la invasión (la línea Járkov-Dnipropetrovsk-Zaporiyia-curso bajo del Dniéper) ha devenido en objetivo de nivel estratégico.
Tal rebaja del nivel de ambición ruso indica que el conflicto ucraniano ha entrado en una fase crítica, en la que las operaciones diplomáticas que se libran alejadas del teatro (Suiza, Abu Dabi, Miami, entre otras) cuentan tanto como las del campo de batalla. La de este martes, en Moscú, entre Putin y Steve Witkoff (enviado especial de Trump) es la última de esa serie.
Se está discutiendo ya no tanto sobre el plan de paz de 28 puntos de Trump, de inconfundible aroma moscovita, como sobre el de 19 puntos elaborado durante el encuentro de Ginebra (23-24 de noviembre) de delegaciones de EE.UU., Ucrania y la troika europea (Alemania, Francia y Reino Unido). Tal rebaja no alteró sustancialmente los postulados del primer plan, subsistiendo las ganancias territoriales, negando la adhesión de Ucrania a la OTAN y conservando la limitación del volumen de tropas ucranianas, aunque pretendería posponer las discusiones territoriales hasta después de un potencial alto el fuego. Algo que difícilmente será aceptado por Putin, mientras la prolongación de las negociaciones le renten ganancias territoriales.

Trump presiente la derrota de Ucrania al mencionar asiduamente que «ésta no es su guerra» sino la de Biden. Consecuentemente, carga en el pasivo del expresidente la potencial derrota ucraniana. Mark Rutte, secretario general de la OTAN y servicial correveidile norteamericano se apunta a la premonición, vaticinando que «la guerra en Ucrania podría acabar en 2025».

Seguridad europea

Elevando el plano del análisis, se constata que la guerra en Ucrania ha alterado drásticamente las expectativas de la seguridad europea levantadas por el derrumbe del Muro, en noviembre de 1989. Derrumbe que generó la ilusión de un mundo pacífico y cooperativo. Tal perspectiva podría hoy analizarse sintéticamente en base a tres patrones: liberal, institucionalista y realista. La guía liberal, que establece una relación causal entre la organización interna de los Estados y su comportamiento en el ámbito internacional, auguraba una paz indefinida, gracias a las pacíficas democracias liberales europeas. Optimismo hoy irreconocible.
El molde institucionalista que descansa sobre la función reguladora y coordinadora de las instituciones internacionales -con la ONU como referencia superior de todas ellas-, auguraba una benigna atmósfera de entendimiento, cooperación y resolución de conflictos entre Estados. La «seguridad común», la «seguridad cooperativa», o «la casa común europea» de las que hablaba Gorbachov son hoy ruinas filosóficas. La guerra de Ucrania ha puesto en almoneda incluso la idea de conformar la OTAN como un foro esencialmente político, capaz de salvaguardar el vínculo trasatlántico. En fin, un clima fantasioso que ahora parece invocable.
Tras el regreso de Trump a la Casa Blanca, el realismo político -siempre pesimista antropológico- se está manifestando soberbiamente pujante. Se fortalece apoyándose sobre esa vitalidad económica que Henry Kissinger en ‘The Washington Post’, en 1991, identificaba como «elemento tan importante del poder como la fuerza militar». El realismo entiende las relaciones internacionales en términos de poder y, apoyado por las inauditas posibilidades de las nuevas tecnologías, está patrocinando un formidable fortalecimiento de las capacidades militares (ejemplificado en el inminente conflicto de EE.UU. con Venezuela).
También es ejemplo paradigmático de tal robustecimiento el regreso en cascada del servicio militar en países europeos, algo inimaginable hace solo un lustro. Además, en el marco realista actual ¿qué o quién podría prevenir que, aparte de Francia y el Reino Unido, otros países europeos se dotasen de armas nucleares? En fin, la guerra de Ucrania en clave realista ha cristalizado en el regreso a la doctrina de ‘paz por la fuerza’. Es decir, mantener una posición de fuerza militar y económica tan clara que nadie se atreva a romperla. Nada nuevo. Ya lo escribía Vegetius en el siglo IV: «Si vis pacem para bellum».

Publicado: diciembre 2, 2025, 7:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/guerra-ucrania-elogio-realismo-20251202174817-nt.html

Las tropas rusas siguen machacando desde el aire las infraestructuras ucranianas con misiles y drones (artillados y kamikazes), con la zona de Kiev apiñando objetivos de mayor prioridad. Asimismo prosiguen avanzando sobre el terreno orientadas por tres grandes esfuerzos, respectivamente hacia: Zaporiyia para alcanzar allí el codo del Dniéper; la línea Sloviansk-Kramatorsk para completar su dominio del Dombás; y Járkov para amenazar la segunda ciudad ucraniana. Eso indica que el objetivo de nivel operacional al inicio de la invasión (la línea Járkov-Dnipropetrovsk-Zaporiyia-curso bajo del Dniéper) ha devenido en objetivo de nivel estratégico.

Tal rebaja del nivel de ambición ruso indica que el conflicto ucraniano ha entrado en una fase crítica, en la que las operaciones diplomáticas que se libran alejadas del teatro (Suiza, Abu Dabi, Miami, entre otras) cuentan tanto como las del campo de batalla. La de este martes, en Moscú, entre Putin y Steve Witkoff (enviado especial de Trump) es la última de esa serie.

Se está discutiendo ya no tanto sobre el plan de paz de 28 puntos de Trump, de inconfundible aroma moscovita, como sobre el de 19 puntos elaborado durante el encuentro de Ginebra (23-24 de noviembre) de delegaciones de EE.UU., Ucrania y la troika europea (Alemania, Francia y Reino Unido). Tal rebaja no alteró sustancialmente los postulados del primer plan, subsistiendo las ganancias territoriales, negando la adhesión de Ucrania a la OTAN y conservando la limitación del volumen de tropas ucranianas, aunque pretendería posponer las discusiones territoriales hasta después de un potencial alto el fuego. Algo que difícilmente será aceptado por Putin, mientras la prolongación de las negociaciones le renten ganancias territoriales.

Trump presiente la derrota de Ucrania al mencionar asiduamente que «ésta no es su guerra» sino la de Biden. Consecuentemente, carga en el pasivo del expresidente la potencial derrota ucraniana. Mark Rutte, secretario general de la OTAN y servicial correveidile norteamericano se apunta a la premonición, vaticinando que «la guerra en Ucrania podría acabar en 2025».

Seguridad europea

Elevando el plano del análisis, se constata que la guerra en Ucrania ha alterado drásticamente las expectativas de la seguridad europea levantadas por el derrumbe del Muro, en noviembre de 1989. Derrumbe que generó la ilusión de un mundo pacífico y cooperativo. Tal perspectiva podría hoy analizarse sintéticamente en base a tres patrones: liberal, institucionalista y realista. La guía liberal, que establece una relación causal entre la organización interna de los Estados y su comportamiento en el ámbito internacional, auguraba una paz indefinida, gracias a las pacíficas democracias liberales europeas. Optimismo hoy irreconocible.

El molde institucionalista que descansa sobre la función reguladora y coordinadora de las instituciones internacionales -con la ONU como referencia superior de todas ellas-, auguraba una benigna atmósfera de entendimiento, cooperación y resolución de conflictos entre Estados. La «seguridad común», la «seguridad cooperativa», o «la casa común europea» de las que hablaba Gorbachov son hoy ruinas filosóficas. La guerra de Ucrania ha puesto en almoneda incluso la idea de conformar la OTAN como un foro esencialmente político, capaz de salvaguardar el vínculo trasatlántico. En fin, un clima fantasioso que ahora parece invocable.

Tras el regreso de Trump a la Casa Blanca, el realismo político -siempre pesimista antropológico- se está manifestando soberbiamente pujante. Se fortalece apoyándose sobre esa vitalidad económica que Henry Kissinger en ‘The Washington Post’, en 1991, identificaba como «elemento tan importante del poder como la fuerza militar». El realismo entiende las relaciones internacionales en términos de poder y, apoyado por las inauditas posibilidades de las nuevas tecnologías, está patrocinando un formidable fortalecimiento de las capacidades militares (ejemplificado en el inminente conflicto de EE.UU. con Venezuela).

También es ejemplo paradigmático de tal robustecimiento el regreso en cascada del servicio militar en países europeos, algo inimaginable hace solo un lustro. Además, en el marco realista actual ¿qué o quién podría prevenir que, aparte de Francia y el Reino Unido, otros países europeos se dotasen de armas nucleares? En fin, la guerra de Ucrania en clave realista ha cristalizado en el regreso a la doctrina de ‘paz por la fuerza’. Es decir, mantener una posición de fuerza militar y económica tan clara que nadie se atreva a romperla. Nada nuevo. Ya lo escribía Vegetius en el siglo IV: «Si vis pacem para bellum».

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