Giorgia Meloni: «Los ladrones y los corruptos nos dan asco y los combatiremos de todas las formas» - Colombia
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Giorgia Meloni: «Los ladrones y los corruptos nos dan asco y los combatiremos de todas las formas»

Bajo los focos del gran toldo transparente instalado junto a Castel Sant’Angelo -tumba de Adriano, antigua fortaleza papal, a pocos metros del Tíber- Giorgia Meloni quiso resumir en una frase el espíritu de Atreju, la fiesta política nacida en 1998 como encuentro juvenil … de la derecha posfascista y hoy convertida en una exhibición de poder institucional y fuerza política de Hermanos de Italia, el partido que fundó en 2012: «Este es el lugar en el que todas las ideas tienen derecho de ciudadanía; el lugar en el que Nietzsche y Marx se dan la mano; donde el valor de las personas se mide por los contenidos». Meloni cerró así nueve días de festival, entre puestos navideños, vino caliente, pista de hielo, debates y celebridades, con un discurso de una hora pensado para algo más que galvanizar a los suyos: confirmar que, tres años después de llegar al poder, se ha convertido en el eje del sistema político italiano y se presenta como una líder de vocación mayoritaria que ha dado estabilidad al país.
La escena, por sí sola, explica una peculiaridad italiana: un país capaz de una confrontación parlamentaria áspera, cotidiana, a veces bronca, y sin embargo lo bastante elástico como para que adversarios directos de la primera ministra acepten sentarse en «su» casa o subirse a «su» palco a discutir. Atreju ha reunido este año a figuras de casi todo el arco político, salvo la secretaria del Partido Democrático, Elly Schlein, invitada pero ausente, una ausencia que Meloni explotó con ironía para presentarse como anfitriona del pluralismo.

Meloni aprovechó la clausura de la 27ª edición de Atreju para reforzar su argumento central: estabilidad y credibilidad. Sacó pecho de los indicadores que, a su juicio, prueban que Italia «vuelve a ser fiable», desde el descenso de la prima de riesgo a la confianza de los inversores, y convirtió esa idea en mensaje político. Su Gobierno, insistió, llegará al final de la legislatura. De ahí su llamada al referéndum sobre la reforma de la justicia previsto para la próxima primavera: «Los gobiernos pasan, las leyes permanecen. Votad por vosotros mismos y por vuestros hijos», dijo Meloni, intentando desplazar el plebiscito personal hacia una discusión sobre reglas e instituciones.

«La paz no se construye con canciones de John Lennon, sino con la disuasión»

El discurso proyectó una imagen de Italia como «nación protagonista» en Occidente, capaz de defender sus intereses sin subordinación a ninguna potencia. Sobre Ucrania, reiteró el apoyo a Kiev y defendió que la paz no se construye con «canciones de John Lennon», sino con «disuasión», en una apelación explícita a la lógica atlántica. Y sobre Donald Trump, y su insistencia en que Europa debe asumir una mayor carga en defensa, lanzó una frase destinada a resonar en Bruselas: «Buenos días, Europa. Durante ochenta años hemos subcontratado nuestra seguridad pensando que era gratis, pero ese precio se llama condicionamiento. La libertad tiene un precio». El mensaje quedó claro: más gasto en defensa, una columna europea dentro de la OTAN y un vínculo con Washington entre iguales, no de subordinación. Meloni defendió además el papel de su partido en la construcción de mayorías alternativas en el Parlamento Europeo para frenar lo que calificó como «locuras ultraambientalistas» que, según ella, han debilitado el tejido industrial.
En el plano interno, Meloni centró su ataque en el laxismo y la falta de rigor que, a su juicio, han marcado el último medio siglo de la vida pública. La palabra clave de su proyecto fue «meritocracia», un principio que, dijo, debe aplicarse desde la escuela hasta la administración. Defendió el fin de las «jaulas ideológicas del 68» y las grandes reformas institucionales de su Gobierno, como el ‘premierato’ -elección directa del primer ministro- y la reforma de la justicia, vinculándolas a la credibilidad internacional y a la estabilidad necesaria para atraer inversiones y reducir la deuda pública.

«Quien entra en Italia debe respetar las leyes»

 La primera ministra no rehuyó la polémica. Defendió una Italia rigurosa y arremetió contra décadas de buenismo y laxismo en materia de legalidad, atacando frontalmente a quienes critican las medidas de orden público y su política migratoria. Sobre los extranjeros, defendió que «quien entra en Italia debe respetar las leyes» y ratificó la intención de presentar una propuesta para prohibir el velo como defensa de la identidad nacional. Además, cargó contra una cultura política que, según dijo, ha tolerado la ocupación abusiva de viviendas en nombre de los más necesitados, para acabar descubriendo que esos supuestos vulnerables eran militantes de centros sociales organizados como un auténtico «racket». Citó explícitamente a la eurodiputada Ilaria Salis, elegida en las listas de la extrema izquierda, por no haber devuelto, pese a su actual salario como europarlamentaria, el dinero adeudado por la ocupación de una vivienda pública en Milán cuando ejercía allí como maestra. «¿Y estos serían los comunistas?», ironizó, antes de remachar: «vergüenza, vergüenza».

«Una Italia mejor es una Italia más honesta, que combate la lacra de la droga»

 En el capítulo de la legalidad y la moral pública, Meloni elevó el tono y se dirigió a un público más amplio que su electorado natural. Una Italia mejor, afirmó, es también «una Italia más honesta, que combate la lacra de la droga en cada una de sus formas, que no se doblega ante la corrupción y el malestar que aflige al Estado, porque a nosotros, los ladrones, los corruptos, los vendidos y los aprovechadores nos dan asco y los combatiremos de todas las formas». Meloni continuó arremetiendo contra lo que definió como décadas de buenismo y laxismo en materia de legalidad, atacando frontalmente a quienes critican las medidas de orden público y su política migratoria. Defendió con determinación la lucha contra el «asco de la mafia, la Camorra, la ‘Ndrangheta, de todas las nuevas mafias extranjeras llegadas a Italia».
Todo encaja con la ambición visible de este Atreju: ensanchar el perímetro. En los gestos, en la puesta en escena, en la mezcla de invitados y en el aire de fiesta nacional más que de mitin clásico. No es una renuncia al ADN identitario, sino el intento de vestirlo con formas de mayoría, de partido capaz de extenderse hacia el centro y de hablar a medio país.
Quedó así dibujado el retrato que Meloni quiso fijar en la última jornada: una Italia creíble hacia fuera y rigurosa hacia dentro; un país que, en su relato, no se arrodilla ante nadie, ni ante Washington ni ante Bruselas, que sostiene a Ucrania por interés nacional y por justicia, y que se blinda con reglas, mérito y orden público. En esa arquitectura, la izquierda aparece como antagonista ideal, acusada de relativismo moral, de indulgencia con la ilegalidad y de una extraña incapacidad para celebrar incluso los símbolos compartidos.

Encontronazo con Matteo Renzi

 Más allá del contenido político, la edición de Atreju 2025 se recordará también por su dimensión escénica. El episodio más sonado fue el encontronazo en el palco entre el ex primer ministro Matteo Renzi y varios ministros de Hermanos de Italia, que escaló hasta que el ministro de Defensa, Guido Crosetto, intervino para, con ironía y ante los aplausos del público, levantar literalmente a Renzi y apartarlo del micrófono. El gesto, más allá de la anécdota, simbolizó la confianza con la que la nueva derecha gestiona el poder y confirmó que Hermanos de Italia ya no es un movimiento de protesta, sino la fuerza dominante del país.

«No contaremos la historia, la construiremos»

 Ese es, al final, el verdadero decorado de Atreju: no solo una carpa de discursos ni un programa de debates, sino un pequeño país en miniatura, con sus jerarquías, sus rivalidades y su necesidad de verse. Bajo las luces de diciembre, Meloni cerró el festival con una consigna que resume su ambición política: «No contaremos la historia, la construiremos». Su discurso en Atreju fue algo más que un balance de gobierno: el manifiesto de una líder convencida de haber llegado para quedarse y de poder articular, desde la derecha, una hegemonía cultural y política duradera.

Publicado: diciembre 14, 2025, 11:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/giorgia-meloni-ladrones-corruptos-dan-asco-combatiremos-20251214181527-nt.html

Bajo los focos del gran toldo transparente instalado junto a Castel Sant’Angelo -tumba de Adriano, antigua fortaleza papal, a pocos metros del Tíber- Giorgia Meloni quiso resumir en una frase el espíritu de Atreju, la fiesta política nacida en 1998 como encuentro juvenil de la derecha posfascista y hoy convertida en una exhibición de poder institucional y fuerza política de Hermanos de Italia, el partido que fundó en 2012: «Este es el lugar en el que todas las ideas tienen derecho de ciudadanía; el lugar en el que Nietzsche y Marx se dan la mano; donde el valor de las personas se mide por los contenidos». Meloni cerró así nueve días de festival, entre puestos navideños, vino caliente, pista de hielo, debates y celebridades, con un discurso de una hora pensado para algo más que galvanizar a los suyos: confirmar que, tres años después de llegar al poder, se ha convertido en el eje del sistema político italiano y se presenta como una líder de vocación mayoritaria que ha dado estabilidad al país.

La escena, por sí sola, explica una peculiaridad italiana: un país capaz de una confrontación parlamentaria áspera, cotidiana, a veces bronca, y sin embargo lo bastante elástico como para que adversarios directos de la primera ministra acepten sentarse en «su» casa o subirse a «su» palco a discutir. Atreju ha reunido este año a figuras de casi todo el arco político, salvo la secretaria del Partido Democrático, Elly Schlein, invitada pero ausente, una ausencia que Meloni explotó con ironía para presentarse como anfitriona del pluralismo.

Meloni aprovechó la clausura de la 27ª edición de Atreju para reforzar su argumento central: estabilidad y credibilidad. Sacó pecho de los indicadores que, a su juicio, prueban que Italia «vuelve a ser fiable», desde el descenso de la prima de riesgo a la confianza de los inversores, y convirtió esa idea en mensaje político. Su Gobierno, insistió, llegará al final de la legislatura. De ahí su llamada al referéndum sobre la reforma de la justicia previsto para la próxima primavera: «Los gobiernos pasan, las leyes permanecen. Votad por vosotros mismos y por vuestros hijos», dijo Meloni, intentando desplazar el plebiscito personal hacia una discusión sobre reglas e instituciones.

«La paz no se construye con canciones de John Lennon, sino con la disuasión»

El discurso proyectó una imagen de Italia como «nación protagonista» en Occidente, capaz de defender sus intereses sin subordinación a ninguna potencia. Sobre Ucrania, reiteró el apoyo a Kiev y defendió que la paz no se construye con «canciones de John Lennon», sino con «disuasión», en una apelación explícita a la lógica atlántica. Y sobre Donald Trump, y su insistencia en que Europa debe asumir una mayor carga en defensa, lanzó una frase destinada a resonar en Bruselas: «Buenos días, Europa. Durante ochenta años hemos subcontratado nuestra seguridad pensando que era gratis, pero ese precio se llama condicionamiento. La libertad tiene un precio». El mensaje quedó claro: más gasto en defensa, una columna europea dentro de la OTAN y un vínculo con Washington entre iguales, no de subordinación. Meloni defendió además el papel de su partido en la construcción de mayorías alternativas en el Parlamento Europeo para frenar lo que calificó como «locuras ultraambientalistas» que, según ella, han debilitado el tejido industrial.

En el plano interno, Meloni centró su ataque en el laxismo y la falta de rigor que, a su juicio, han marcado el último medio siglo de la vida pública. La palabra clave de su proyecto fue «meritocracia», un principio que, dijo, debe aplicarse desde la escuela hasta la administración. Defendió el fin de las «jaulas ideológicas del 68» y las grandes reformas institucionales de su Gobierno, como el ‘premierato’ -elección directa del primer ministro- y la reforma de la justicia, vinculándolas a la credibilidad internacional y a la estabilidad necesaria para atraer inversiones y reducir la deuda pública.

«Quien entra en Italia debe respetar las leyes»

 La primera ministra no rehuyó la polémica. Defendió una Italia rigurosa y arremetió contra décadas de buenismo y laxismo en materia de legalidad, atacando frontalmente a quienes critican las medidas de orden público y su política migratoria. Sobre los extranjeros, defendió que «quien entra en Italia debe respetar las leyes» y ratificó la intención de presentar una propuesta para prohibir el velo como defensa de la identidad nacional. Además, cargó contra una cultura política que, según dijo, ha tolerado la ocupación abusiva de viviendas en nombre de los más necesitados, para acabar descubriendo que esos supuestos vulnerables eran militantes de centros sociales organizados como un auténtico «racket». Citó explícitamente a la eurodiputada Ilaria Salis, elegida en las listas de la extrema izquierda, por no haber devuelto, pese a su actual salario como europarlamentaria, el dinero adeudado por la ocupación de una vivienda pública en Milán cuando ejercía allí como maestra. «¿Y estos serían los comunistas?», ironizó, antes de remachar: «vergüenza, vergüenza».

«Una Italia mejor es una Italia más honesta, que combate la lacra de la droga»

 En el capítulo de la legalidad y la moral pública, Meloni elevó el tono y se dirigió a un público más amplio que su electorado natural. Una Italia mejor, afirmó, es también «una Italia más honesta, que combate la lacra de la droga en cada una de sus formas, que no se doblega ante la corrupción y el malestar que aflige al Estado, porque a nosotros, los ladrones, los corruptos, los vendidos y los aprovechadores nos dan asco y los combatiremos de todas las formas». Meloni continuó arremetiendo contra lo que definió como décadas de buenismo y laxismo en materia de legalidad, atacando frontalmente a quienes critican las medidas de orden público y su política migratoria. Defendió con determinación la lucha contra el «asco de la mafia, la Camorra, la ‘Ndrangheta, de todas las nuevas mafias extranjeras llegadas a Italia».

Todo encaja con la ambición visible de este Atreju: ensanchar el perímetro. En los gestos, en la puesta en escena, en la mezcla de invitados y en el aire de fiesta nacional más que de mitin clásico. No es una renuncia al ADN identitario, sino el intento de vestirlo con formas de mayoría, de partido capaz de extenderse hacia el centro y de hablar a medio país.

Quedó así dibujado el retrato que Meloni quiso fijar en la última jornada: una Italia creíble hacia fuera y rigurosa hacia dentro; un país que, en su relato, no se arrodilla ante nadie, ni ante Washington ni ante Bruselas, que sostiene a Ucrania por interés nacional y por justicia, y que se blinda con reglas, mérito y orden público. En esa arquitectura, la izquierda aparece como antagonista ideal, acusada de relativismo moral, de indulgencia con la ilegalidad y de una extraña incapacidad para celebrar incluso los símbolos compartidos.

Encontronazo con Matteo Renzi

 Más allá del contenido político, la edición de Atreju 2025 se recordará también por su dimensión escénica. El episodio más sonado fue el encontronazo en el palco entre el ex primer ministro Matteo Renzi y varios ministros de Hermanos de Italia, que escaló hasta que el ministro de Defensa, Guido Crosetto, intervino para, con ironía y ante los aplausos del público, levantar literalmente a Renzi y apartarlo del micrófono. El gesto, más allá de la anécdota, simbolizó la confianza con la que la nueva derecha gestiona el poder y confirmó que Hermanos de Italia ya no es un movimiento de protesta, sino la fuerza dominante del país.

«No contaremos la historia, la construiremos»

 Ese es, al final, el verdadero decorado de Atreju: no solo una carpa de discursos ni un programa de debates, sino un pequeño país en miniatura, con sus jerarquías, sus rivalidades y su necesidad de verse. Bajo las luces de diciembre, Meloni cerró el festival con una consigna que resume su ambición política: «No contaremos la historia, la construiremos». Su discurso en Atreju fue algo más que un balance de gobierno: el manifiesto de una líder convencida de haber llegado para quedarse y de poder articular, desde la derecha, una hegemonía cultural y política duradera.

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