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El cohete europeo Ariane 6 despegó en julio del año pasado desde Kurú (Guayana Francesa), completando su vuelo inaugural con éxito parcial debido a una anomalía en su fase final. Este vehículo espacial colocó con precisión varios satélites en órbita, pero un fallo en la unidad de potencia auxiliar (UPA, por sus siglas en inglés) impidió la desorbitación programada de la etapa superior.
A pesar de este contratiempo, la Agencia Espacial Europea (ESA) y sus socios —incluyendo ArianeGroup y Arianespace— expresaron su plena confianza en la capacidad de Ariane 6 para restaurar la capacidad de lanzamiento independiente de Europa. Además, confirmaron un segundo vuelo que, supuestamente, iba a llevarse a cabo para «finales de año»; sin embargo, el cohete no llegó a despegar porque el equipo siguió estudiando las anomalías del vuelo debut.
Pese a este retraso, Josef Aschbacher, director general de la ESA, afirmó hace poco en una conferencia de prensa anual que, tras analizar con «mucho detalle» el primer lanzamiento, «descubrieron algunas anomalías y cosas» que debían corregirse. Por lo tanto, esto ha provocado que «el segundo vuelo se posponga hasta febrero».
Además, reveló que Arianespace planea realizar cinco lanzamientos del cohete Ariane 6 a lo largo de 2025 —cuatro de ellos utilizarán la configuración Ariane 62, que cuenta con dos cohetes propulsores sólidos; y el quinto será el primer Ariane64, la segunda y más potente configuración del cohete, que cuenta con cuatro de los propulsores sólidos—.
La importancia de Ariane 6 para Europa
El cohete Ariane 6 es clave para restaurar la capacidad de lanzamiento independiente de Europa, de esta manera, se asegura el acceso al espacio para las futuras misiones institucionales europeas y países miembros —desde el despliegue de satélites, la observación de la Tierra, las telecomunicaciones hasta la navegación—.
Por otro lado, gracias a este vehículo, Europa fortalece su posición en el mercado competitivo de servicios de lanzamiento espacial. Además, ya no tiene que recurrir a empresas privadas para llevar a cabo las misiones, como ya sucedió cuando la ESA quiso poner en órbita el telescopio espacial Euclid.
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