Publicado: marzo 11, 2025, 10:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/espana-ante-reto-necesario-rearme-europeo-20250312171444-nt.html

Trump, moviéndose por la geopolítica europea como elefante en cacharrería, ha puesto a la OTAN en almoneda, dejando de facto en suspenso su Concepto Estratégico (guía política y militar) y su razón de ser. Con ello, la UE, en el plano defensivo, aparece … tan desnuda como el rey del cuento de Andersen. De ahí las variopintas iniciativas políticas europeas para instrumentar respuestas que rellenen sus brechas de seguridad y defensa.
Tal fue el plan de rearme barajado en la reunión extraordinaria del Consejo Europeo, en Bruselas, el pasado 6 de marzo. Plan propuesto por la presidenta de la Comisión, Von der Leyen (en uso de unas facultades no contempladas en los tratados) que, flexibilizando las rígidas normas fiscales, permitirían gastar en defensa, en cuatro años, alrededor de 800.000 euros.
Simultáneamente, el cese temporal del flujo de ayuda militar norteamericana a Ucrania ha evaporado la ensoñación de Zelenski de imponer condiciones a Trump para finiquitar rápidamente la guerra. La interrupción del acceso ucraniano a las imágenes satelitales del campo de batalla, servidas por la empresa espacial norteamericana Maxar Technologies, ha sido particularmente efectiva, moviendo al líder ucraniano a abrazar veloz y fervorosamente las tesis de Trump e, incluso, a proponer una tregua con Rusia. La reunión negociadora EE.UU.-Ucrania, celebrada en Yeda (Arabia Saudí), confirma probablemente el cambio de rumbo. Eso se llama pedagogía de los hechos.
En España, algunos no quieren entender que la defensa colectiva implica obligaciones. Tampoco reconocen que el gasto de defensa en porcentaje de PIB es la cifra que revela el esfuerzo de cada país a la defensa común. Y que, consecuentemente, el país que gasta menos está gorroneando a los que invierten más. Asimismo que, en términos de PIB, la cifra del 2% (acordada en Cardiff, en 2014), que probablemente será pronto ampliada al 3%, no es un techo sino un suelo exigible y común para todos. Y que España es el último de la clase aliada tanto en gasto de defensa (1,28%), como en la lista de donantes europeos a Ucrania (0,1%). Por tanto, puede colegirse que nuestro país es receptor neto de los propósitos de Trump de «no defender a aquellos países que no gasten lo suficiente en su defensa». Por eso, en Bruselas, le han leído la cartilla a Sánchez.
Asumiendo que el rearme europeo tardará años en completarse ¿acaso puede el actual Gobierno, con su pintoresca y chafallona «mayoría» parlamentaria, abordar el gasto que Europa nos exige? Porque el debate político en nuestro país debería introducir sensatez con objetivos bien definidos, presupuestos previsibles y plazos concretos.
No se trata de gastar por gastar, sino de aprovechar la ocasión para dar el salto cualitativo que dote adecuadamente a nuestras FAS para cumplir sus misiones, sin olvidar la amenaza híbrida y singular procedente del sur. Salto que promocionase una industria de defensa importante, que no tiene por qué ser grande, pero sí tecnológicamente avanzada. Ésta podría ser una de las grandes aportaciones españolas al movimiento europeo, hacia una soberanía tecnológica que fundamentase la anhelada autonomía estratégica.
La guerra de Ucrania está siendo dramático laboratorio y enorme campo de experimentación de sistemas militares. También propicia una revolución tecnológica que optimice recursos y acelere la toma de decisiones, exhibiendo a la cibernética y la inteligencia artificial como elementos determinantes del campo de batalla. Asimismo, revela impúdicamente las enormes debilidades defensivas españolas.
Sin profundizar en el complejo planeamiento de fuerzas que, con seguridad, estará desarrollando el Estado Mayor de la Defensa (EMAD) destaca, en primera fila, la aguda desnutrición de nuestros sistemas de reserva y de movilización.
Son inocultables las flagrantes carencias en la producción de fuegos profundos y en los campos de drones, misiles hipersónicos y de la integración automática de esfuerzos que, en el campo de batalla, ya cuentan más que el mero volumen de efectivos. Y no digamos de la insuficiencia de sistemas de Guerra Electrónica como multiplicador de fuerza. La subversión operativa es tal que hoy los vectores defensivos pueden resultar incluso más caros que los ofensivos. Porque, por ejemplo, derribar un devastador dron bien artillado, que cueste unos miles de euros, podría exigir el empleo de un misil antiaéreo por valor de más de un millón.