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Entran en vigor los aranceles de Trump entre castigos políticos

Triunfante en su estrategia de presión arancelaria y respaldado por una economía en expansión, Donald Trump ha intensificado durante las últimas semanas su ofensiva internacional con una oleada de aranceles, acuerdos bilaterales y más negociaciones aceleradas ante el importante plazo que expira este viernes, … 1 de agosto. Se consuma este verano una transformación estructural: la política exterior de Estados Unidos ha dejado de estar guiada por consideraciones diplomáticas o de seguridad para convertirse, de forma abierta, en una herramienta de política comercial.
Desde Asia hasta América Latina, los que eran socios estratégicos de la Casa Blanca se enfrentan a nuevos aranceles o han visto forzados a pactar condiciones favorables para el mercado estadounidense, mientras el presidente exhibe su capacidad de imponer condiciones con resultados tangibles. Crecimiento del 3% en el segundo trimestre, inflación del 2,7%, desempleo del 4,1%.
Mezclando la política con la economía, Trump ha vinculado el reconocimiento diplomático de Palestina a estrategia comercial. Así, tras advertir de que será «muy difícil» alcanzar un acuerdo con Canadá después de que su primer ministro anunciara la intención de reconocer el Estado palestino si se cumplen ciertas condiciones, Trump impuso aranceles del 35% a las exportaciones canadienses, dejando claro que EE.UU. ya no separa la política exterior de la presión económica. De los aranceles no se ha escapado ni Israel, uno de sus pocos aliados entusiastas, que soportará tasas al 15% en sus exportaciones

La advertencia llegaba a pocas horas de ese plazo límite que el propio Trump fijó para renegociar acuerdos comerciales con más de una veintena de países. En principio, hoy entra en vigor una nueva ronda de aranceles, algunos de hasta el 50%, como parte de su estrategia de presión bilateral. La fecha simboliza lo que Trump ha llamado el fin del multilateralismo comercial y el inicio de una etapa de acuerdos condicionados, caso por caso, según los intereses económicos y políticos de EE.UU.

Acuerdo con Corea del Sur

Con Corea del Sur, un acuerdo llegó ‘in extremis’. A pocas horas de que expirara el plazo, Trump anunció que Seúl aceptaba una rebaja del arancel previsto del 25% al 15%, a cambio de un compromiso de inversión directa por valor de 350.000 millones de dólares en sectores clave como astilleros, semiconductores y energía. Además, Corea del Sur se comprometió a comprar 100.000 millones en gas natural estadounidense. El pacto, negociado a contra reloj, fue confirmado por el presidente surcoreano Lee Jae-myung, quien celebró haber eliminado la incertidumbre arancelaria y garantizado condiciones competitivas frente a otros exportadores.
Queda clara la estrategia de Trump estos meses: ofensiva con amenaza de aranceles exorbitantes, en algunos casos cercanos o superiores al 100%, negociación acelerada y acuerdo con una horquilla de entre el 15% y el 20% a socios con los que antes se buscaba el libre comercio, eso sí, sin nuevos impuestos para los exportadores estadounidenses.
El precedente inmediato fue el acuerdo cerrado en Escocia entre Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. En el club de golf Trump de Turnberry, ambos pactaron una rebaja arancelaria que evitó la imposición inmediata de aranceles del 15% a productos europeos. A cambio, la Unión Europea se comprometió a aumentar sus importaciones de energía y tecnología estadounidenses, además de abrir la puerta a una mayor cooperación industrial. Fue un gesto estratégico: Trump convirtió un escenario privado en el epicentro de la diplomacia comercial, dejando claro que el acceso al mercado estadounidense depende ahora de pactos bilaterales bajo sus propias condiciones.

Juicio contra Bolsonaro

Con Brasil, Trump combinó su agenda comercial con una ofensiva de puro corte político. Anunció aranceles del 50% sobre más de la mitad de las exportaciones brasileñas como represalia por el juicio contra Jair Bolsonaro, a quien considera víctima de una «caza de brujas». Además, impuso sanciones personales contra el juez Alexandre de Moraes, encargado del proceso judicial, acusándolo de violar derechos humanos y perseguir a aliados de Washington. Fue una intervención directa en los asuntos internos de la otra potencia económica del continente americano, justificada por motivos políticos y canalizada a través de medidas económicas.
Sin embargo, el alcance real de las sanciones quedó notablemente descafeinado. Productos clave como aviones, energía, metales y fertilizantes quedaron exentos de los aranceles más altos, en respuesta a la presión de empresas estadounidenses y negociaciones discretas del Gobierno brasileño. La medida, aunque simbólicamente agresiva, dejó fuera sectores estratégicos, y el impacto económico se estima en un arancel medio del 30%. Brasil evitó así el peor escenario, mientras Trump pudo presentar la decisión como un castigo político sin provocar una ruptura comercial total.
Con la India, Trump impuso un arancel del 25% a todas las importaciones, tras semanas de negociaciones fallidas con el Gobierno de Narendra Modi, amigo suyo. Alegó dos motivos: el persistente superávit indio con EE.UU. –cercano a los 46.000 millones de dólares– y la estrecha relación de Nueva Delhi con Moscú, especialmente por la compra de crudo y armamento. Aunque la India había hecho concesiones en sectores como automóviles, electrónica y alcohol, el acuerdo no llegó a cerrarse antes del plazo. El golpe afecta directamente a sectores como las farmacéuticas, tecnología y agroindustria, y amenaza con encarecer productos clave para el consumidor estadounidense.
Así, Trump ha activado una nueva herramienta de presión: las llamadas sanciones secundarias contra los socios comerciales de Rusia. Desde principios de julio, ha advertido de que países que mantengan o aumenten sus importaciones de energía o armas rusas podrían enfrentarse a aranceles de hasta el 100%. Aunque estas medidas no se canalizan a través del Tesoro, como las sanciones tradicionales, tienen un efecto similar: castigar el comercio con terceros países por vínculos con Moscú.

Trump ha activado una nueva herramienta de presión: las llamadas sanciones secundarias contra los socios comerciales de Rusia

La India, que importa más de un tercio de su petróleo de Rusia, figura en el centro de esta amenaza, al igual que China y, en menor medida, Turquía. El objetivo de Trump es forzar un aislamiento total del Kremlin por su invasión de Ucrania, usando el acceso al mercado estadounidense como moneda de presión. Como el volumen de comercio de Rusia con EE.UU. es nimio, la vía preferente de Washington es golpear a sus socios en el bloque de los BRICS: Brasil, India, China y Sudáfrica.

Publicado: agosto 1, 2025, 12:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/entran-vigor-aranceles-trump-castigos-politicos-20250731195512-nt.html

Triunfante en su estrategia de presión arancelaria y respaldado por una economía en expansión, Donald Trump ha intensificado durante las últimas semanas su ofensiva internacional con una oleada de aranceles, acuerdos bilaterales y más negociaciones aceleradas ante el importante plazo que expira este viernes, 1 de agosto. Se consuma este verano una transformación estructural: la política exterior de Estados Unidos ha dejado de estar guiada por consideraciones diplomáticas o de seguridad para convertirse, de forma abierta, en una herramienta de política comercial.

Desde Asia hasta América Latina, los que eran socios estratégicos de la Casa Blanca se enfrentan a nuevos aranceles o han visto forzados a pactar condiciones favorables para el mercado estadounidense, mientras el presidente exhibe su capacidad de imponer condiciones con resultados tangibles. Crecimiento del 3% en el segundo trimestre, inflación del 2,7%, desempleo del 4,1%.

Mezclando la política con la economía, Trump ha vinculado el reconocimiento diplomático de Palestina a estrategia comercial. Así, tras advertir de que será «muy difícil» alcanzar un acuerdo con Canadá después de que su primer ministro anunciara la intención de reconocer el Estado palestino si se cumplen ciertas condiciones, Trump impuso aranceles del 35% a las exportaciones canadienses, dejando claro que EE.UU. ya no separa la política exterior de la presión económica. De los aranceles no se ha escapado ni Israel, uno de sus pocos aliados entusiastas, que soportará tasas al 15% en sus exportaciones

La advertencia llegaba a pocas horas de ese plazo límite que el propio Trump fijó para renegociar acuerdos comerciales con más de una veintena de países. En principio, hoy entra en vigor una nueva ronda de aranceles, algunos de hasta el 50%, como parte de su estrategia de presión bilateral. La fecha simboliza lo que Trump ha llamado el fin del multilateralismo comercial y el inicio de una etapa de acuerdos condicionados, caso por caso, según los intereses económicos y políticos de EE.UU.

Acuerdo con Corea del Sur

Con Corea del Sur, un acuerdo llegó ‘in extremis’. A pocas horas de que expirara el plazo, Trump anunció que Seúl aceptaba una rebaja del arancel previsto del 25% al 15%, a cambio de un compromiso de inversión directa por valor de 350.000 millones de dólares en sectores clave como astilleros, semiconductores y energía. Además, Corea del Sur se comprometió a comprar 100.000 millones en gas natural estadounidense. El pacto, negociado a contra reloj, fue confirmado por el presidente surcoreano Lee Jae-myung, quien celebró haber eliminado la incertidumbre arancelaria y garantizado condiciones competitivas frente a otros exportadores.

Queda clara la estrategia de Trump estos meses: ofensiva con amenaza de aranceles exorbitantes, en algunos casos cercanos o superiores al 100%, negociación acelerada y acuerdo con una horquilla de entre el 15% y el 20% a socios con los que antes se buscaba el libre comercio, eso sí, sin nuevos impuestos para los exportadores estadounidenses.

El precedente inmediato fue el acuerdo cerrado en Escocia entre Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. En el club de golf Trump de Turnberry, ambos pactaron una rebaja arancelaria que evitó la imposición inmediata de aranceles del 15% a productos europeos. A cambio, la Unión Europea se comprometió a aumentar sus importaciones de energía y tecnología estadounidenses, además de abrir la puerta a una mayor cooperación industrial. Fue un gesto estratégico: Trump convirtió un escenario privado en el epicentro de la diplomacia comercial, dejando claro que el acceso al mercado estadounidense depende ahora de pactos bilaterales bajo sus propias condiciones.

Juicio contra Bolsonaro

Con Brasil, Trump combinó su agenda comercial con una ofensiva de puro corte político. Anunció aranceles del 50% sobre más de la mitad de las exportaciones brasileñas como represalia por el juicio contra Jair Bolsonaro, a quien considera víctima de una «caza de brujas». Además, impuso sanciones personales contra el juez Alexandre de Moraes, encargado del proceso judicial, acusándolo de violar derechos humanos y perseguir a aliados de Washington. Fue una intervención directa en los asuntos internos de la otra potencia económica del continente americano, justificada por motivos políticos y canalizada a través de medidas económicas.

Sin embargo, el alcance real de las sanciones quedó notablemente descafeinado. Productos clave como aviones, energía, metales y fertilizantes quedaron exentos de los aranceles más altos, en respuesta a la presión de empresas estadounidenses y negociaciones discretas del Gobierno brasileño. La medida, aunque simbólicamente agresiva, dejó fuera sectores estratégicos, y el impacto económico se estima en un arancel medio del 30%. Brasil evitó así el peor escenario, mientras Trump pudo presentar la decisión como un castigo político sin provocar una ruptura comercial total.

Con la India, Trump impuso un arancel del 25% a todas las importaciones, tras semanas de negociaciones fallidas con el Gobierno de Narendra Modi, amigo suyo. Alegó dos motivos: el persistente superávit indio con EE.UU. –cercano a los 46.000 millones de dólares– y la estrecha relación de Nueva Delhi con Moscú, especialmente por la compra de crudo y armamento. Aunque la India había hecho concesiones en sectores como automóviles, electrónica y alcohol, el acuerdo no llegó a cerrarse antes del plazo. El golpe afecta directamente a sectores como las farmacéuticas, tecnología y agroindustria, y amenaza con encarecer productos clave para el consumidor estadounidense.

Así, Trump ha activado una nueva herramienta de presión: las llamadas sanciones secundarias contra los socios comerciales de Rusia. Desde principios de julio, ha advertido de que países que mantengan o aumenten sus importaciones de energía o armas rusas podrían enfrentarse a aranceles de hasta el 100%. Aunque estas medidas no se canalizan a través del Tesoro, como las sanciones tradicionales, tienen un efecto similar: castigar el comercio con terceros países por vínculos con Moscú.

Trump ha activado una nueva herramienta de presión: las llamadas sanciones secundarias contra los socios comerciales de Rusia

La India, que importa más de un tercio de su petróleo de Rusia, figura en el centro de esta amenaza, al igual que China y, en menor medida, Turquía. El objetivo de Trump es forzar un aislamiento total del Kremlin por su invasión de Ucrania, usando el acceso al mercado estadounidense como moneda de presión. Como el volumen de comercio de Rusia con EE.UU. es nimio, la vía preferente de Washington es golpear a sus socios en el bloque de los BRICS: Brasil, India, China y Sudáfrica.

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