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En Ucrania no hay manual para volver del infierno

No hay manual para volver del infierno. No hay uniforme que vista el silencio. Ni entrenamiento que prepare para reconstruirse cuando el cuerpo se rompe y el país sigue en guerra.Mientras la guerra sigue su curso, Ucrania comienza a prepararse para una nueva … y silenciosa batalla: la de los que regresan. Desde febrero de 2022, más de un millón de soldados han sido movilizados. Tras años en las trincheras, comienza para muchos el lento y complejo tránsito hacia una vida civil que ya no les pertenece del todo. Vuelven con cicatrices en el cuerpo, heridas en la mente y preguntas sin respuesta. ¿Qué les espera ahora? ¿Quiénes serán cuando el ruido de la guerra se apague?
A más de 1.100 kilómetros del frente, en una pequeña oficina de techos bajos en Leópolis, Oleksandr apoya los codos sobre una mesa de madera y sonríe mientras muestra la portada de su primer libro publicado. La ilustración, creada por su mujer, representa una escena fantástica inspirada en los recuerdos de guerra que aún le despiertan sudores por la noche.

Antes del conflicto trabajaba en PricewaterhouseCoopers. Era consultor. Su vida era otra. En 2023, al regresar a casa, intentó retomar la rutina. Duró poco. «No podía sentarme delante de un Excel después de lo que vi.»
Decidió dar un giro completo. Junto a su mujer, comenzó a trabajar en un proyecto editorial y audiovisual centrado en las historias de guerra. Su primera publicación: una novela fantástica tejida con los recuerdos de sus compañeros caídos. En cada página hay ecos del frente. En cada línea, una forma de espantar a los fantasmas.
«Escribir me salvó», dice. «Fue como ordenar todo ese caos. Lo que no pude decir en voz alta, lo escribí. Y eso, de algún modo, me trajo de vuelta.» Pero no todos logran regresar. O no completamente.

Desde febrero de 2022, más de un millón de soldados han sido movilizados para combatir al invasor ruso. Ahora con las negociaciones para un alto el fuego entre Ucrania y Rusia se abre el debate del futuro del retorno a la vida civil de los veteranos de la guerra

Álvaro Ybarra Zavala

Oleksandr sirvió un año y medio como parte de la 103ª Brigada de Defensa Territorial. En abril de 2022, su unidad fue enviada a Bilohorivka, en la región de Luhansk, donde vivió sus peores semanas. «Durante dos semanas, no hubo más de media hora sin bombardeos. Dormíamos en agujeros, rodeados de metal y tierra removida por la artillería.»
A veces, para mantener la cordura, escribía mentalmente relatos que luego transcribía al móvil en los pocos momentos de calma. Hoy, convertido en editor y guionista de animación, canaliza el horror en historias. «Escribí para sobrevivir. Para no volverme loco».
Su siguiente objetivo es un taller de escritura terapéutica para veteranos. «Cuando tú escribes tu historia, la entiendes mejor. Cuando otro la escribe por ti, a veces se vuelve insoportable», dice.

«Conozco a muchos que no pueden dormir. Otros beben. Algunos desaparecen»

Oleksandr
Año y medio en la 103ª Brigada de Defensa Territorial

Volver a la vida civil no fue fácil, pero para él fue una decisión consciente. «Cada día soñaba con volver. Soñaba con la rutina, con el café de las mañanas. La guerra te rompe todos los relojes, todo sentido del tiempo. Volver es reconstruirse desde cero.»
Oleksandr sabe que su historia no es la norma. «Conozco a muchos que no pueden dormir. Otros beben. Algunos desaparecen».
Dmytro sirvió en la frontera con Rusia desde los 18 años. Era su sueño desde niño: ser militar, patrullar su tierra. Lo hizo durante seis años, hasta que una explosión lo dejó fuera de combate. Fue dado de baja en agosto de 2024. Desde entonces, intenta encajar en un mundo que no entiende y que tampoco sabe muy bien cómo recibirlo.«Volver a la vida civil ha sido más difícil que la guerra», confiesa. «En el frente tenía un propósito. Aquí, no sé qué soy».
El suyo no es un caso aislado. Como él, miles de veteranos ucranianos se enfrentan a una realidad incierta, en un país que sigue inmerso en la guerra pero que empieza a vislumbrar la posibilidad de una posguerra aún más desordenada. El Estado, según reconoce Dmytro, no está preparado. Los apoyos económicos son mínimos. Los programas de reintegración, dispersos. La ayuda psicológica existe en algunas regiones, pero no en todas. Muchos sobreviven gracias a redes informales de apoyo: ONG, voluntarios, familias que se convierten en su único salvavidas. «La sociedad nos entiende. El Estado, no», resume con amargura.

«Nos formaron para resistir. Pero nadie nos enseñó a volver»

Dmytro
Sirvió en la frontera con Rusia desde los 18 años

En su caso, eligió quedarse en Ucrania. Podría haberse marchado, como el 30% de los veteranos heridos que optan por rehacer su vida en el extranjero. Pero él decidió no irse. «No por el gobierno. Por la gente. Por los que me rodean. Por los que aún creen».
Vive en una ciudad lejos del frente, pero cerca de las heridas. Tiene una hermana, un hermano y una madre que aún permanece en territorio ocupado. No hablan de política. Solo de lo esencial. No hay espacio para más. La distancia no es solo geográfica. «Es mi madre. Yo soy su hijo. Pero estamos en lados distintos del mapa y de la historia.»
La posibilidad de un acuerdo de paz no le tranquiliza. Le inquieta. «No sé lo que vendrá. No sé si vendrá algo». Mientras los políticos discuten términos en salones iluminados, los veteranos viven un presente áspero, lleno de incertidumbre y silencios. Para muchos de ellos, la guerra no terminó el día que entregaron el arma. «Nos formaron para resistir. Pero nadie nos enseñó a volver», dice.

Yevhen, de 37 años, se recupera de la amputación de su pierda derecha junto a su terapeuta Nestor en la piscina de las instalaciones del hospital de ‘superhéroes’ en Leópolis

Álvaro Ybarra Zavala

«Aprender a caminar de nuevo fue solo el principio. Lo más difícil es encontrar tu lugar en una sociedad que ha cambiado tanto como tú»

Yevhen
Herido por una mina a los 22 años

Yevhen tenía 22 años cuando una mina le arrebató la pierna derecha en el frente oriental. Tras meses de rehabilitación, recibió una prótesis y, con ella, la oportunidad de reconstruir su vida. Sin embargo, el camino hacia la normalidad ha sido arduo. «Aprender a caminar de nuevo fue solo el principio», comenta Yevhen. «Lo más difícil es encontrar tu lugar en una sociedad que ha cambiado tanto como tú».
Como muchos veteranos ucranianos, Yevhen enfrenta desafíos significativos en su reintegración. Aunque existen programas de apoyo, la demanda supera con creces la oferta, dejando a muchos excombatientes en una especie de limbo.
Mientras tanto, en el ámbito político, las negociaciones para un alto el fuego entre Ucrania y Rusia continúan. Sin embargo, la paz duradera sigue siendo algo lejano, y la incertidumbre pesa sobre el futuro de los veteranos que, como Yevhen, buscan estabilidad en medio del caos.
«Escuchamos sobre altos el fuego y negociaciones, pero en el día a día, seguimos luchando nuestras propias batallas».

Publicado: marzo 30, 2025, 12:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/ucrania-manual-volver-infierno-20250330042118-nt.html

No hay manual para volver del infierno. No hay uniforme que vista el silencio. Ni entrenamiento que prepare para reconstruirse cuando el cuerpo se rompe y el país sigue en guerra.

Mientras la guerra sigue su curso, Ucrania comienza a prepararse para una nueva y silenciosa batalla: la de los que regresan. Desde febrero de 2022, más de un millón de soldados han sido movilizados. Tras años en las trincheras, comienza para muchos el lento y complejo tránsito hacia una vida civil que ya no les pertenece del todo. Vuelven con cicatrices en el cuerpo, heridas en la mente y preguntas sin respuesta. ¿Qué les espera ahora? ¿Quiénes serán cuando el ruido de la guerra se apague?

A más de 1.100 kilómetros del frente, en una pequeña oficina de techos bajos en Leópolis, Oleksandr apoya los codos sobre una mesa de madera y sonríe mientras muestra la portada de su primer libro publicado. La ilustración, creada por su mujer, representa una escena fantástica inspirada en los recuerdos de guerra que aún le despiertan sudores por la noche.

Antes del conflicto trabajaba en PricewaterhouseCoopers. Era consultor. Su vida era otra. En 2023, al regresar a casa, intentó retomar la rutina. Duró poco. «No podía sentarme delante de un Excel después de lo que vi.»

Decidió dar un giro completo. Junto a su mujer, comenzó a trabajar en un proyecto editorial y audiovisual centrado en las historias de guerra. Su primera publicación: una novela fantástica tejida con los recuerdos de sus compañeros caídos. En cada página hay ecos del frente. En cada línea, una forma de espantar a los fantasmas.

«Escribir me salvó», dice. «Fue como ordenar todo ese caos. Lo que no pude decir en voz alta, lo escribí. Y eso, de algún modo, me trajo de vuelta.» Pero no todos logran regresar. O no completamente.


Desde febrero de 2022, más de un millón de soldados han sido movilizados para combatir al invasor ruso. Ahora con las negociaciones para un alto el fuego entre Ucrania y Rusia se abre el debate del futuro del retorno a la vida civil de los veteranos de la guerra


Álvaro Ybarra Zavala

Oleksandr sirvió un año y medio como parte de la 103ª Brigada de Defensa Territorial. En abril de 2022, su unidad fue enviada a Bilohorivka, en la región de Luhansk, donde vivió sus peores semanas. «Durante dos semanas, no hubo más de media hora sin bombardeos. Dormíamos en agujeros, rodeados de metal y tierra removida por la artillería.»

A veces, para mantener la cordura, escribía mentalmente relatos que luego transcribía al móvil en los pocos momentos de calma. Hoy, convertido en editor y guionista de animación, canaliza el horror en historias. «Escribí para sobrevivir. Para no volverme loco».

Su siguiente objetivo es un taller de escritura terapéutica para veteranos. «Cuando tú escribes tu historia, la entiendes mejor. Cuando otro la escribe por ti, a veces se vuelve insoportable», dice.

«Conozco a muchos que no pueden dormir. Otros beben. Algunos desaparecen»

Oleksandr

Año y medio en la 103ª Brigada de Defensa Territorial

Volver a la vida civil no fue fácil, pero para él fue una decisión consciente. «Cada día soñaba con volver. Soñaba con la rutina, con el café de las mañanas. La guerra te rompe todos los relojes, todo sentido del tiempo. Volver es reconstruirse desde cero.»

Oleksandr sabe que su historia no es la norma. «Conozco a muchos que no pueden dormir. Otros beben. Algunos desaparecen».

Dmytro sirvió en la frontera con Rusia desde los 18 años. Era su sueño desde niño: ser militar, patrullar su tierra. Lo hizo durante seis años, hasta que una explosión lo dejó fuera de combate. Fue dado de baja en agosto de 2024. Desde entonces, intenta encajar en un mundo que no entiende y que tampoco sabe muy bien cómo recibirlo.«Volver a la vida civil ha sido más difícil que la guerra», confiesa. «En el frente tenía un propósito. Aquí, no sé qué soy».

El suyo no es un caso aislado. Como él, miles de veteranos ucranianos se enfrentan a una realidad incierta, en un país que sigue inmerso en la guerra pero que empieza a vislumbrar la posibilidad de una posguerra aún más desordenada. El Estado, según reconoce Dmytro, no está preparado. Los apoyos económicos son mínimos. Los programas de reintegración, dispersos. La ayuda psicológica existe en algunas regiones, pero no en todas. Muchos sobreviven gracias a redes informales de apoyo: ONG, voluntarios, familias que se convierten en su único salvavidas. «La sociedad nos entiende. El Estado, no», resume con amargura.

«Nos formaron para resistir. Pero nadie nos enseñó a volver»

Dmytro

Sirvió en la frontera con Rusia desde los 18 años

En su caso, eligió quedarse en Ucrania. Podría haberse marchado, como el 30% de los veteranos heridos que optan por rehacer su vida en el extranjero. Pero él decidió no irse. «No por el gobierno. Por la gente. Por los que me rodean. Por los que aún creen».

Vive en una ciudad lejos del frente, pero cerca de las heridas. Tiene una hermana, un hermano y una madre que aún permanece en territorio ocupado. No hablan de política. Solo de lo esencial. No hay espacio para más. La distancia no es solo geográfica. «Es mi madre. Yo soy su hijo. Pero estamos en lados distintos del mapa y de la historia.»

La posibilidad de un acuerdo de paz no le tranquiliza. Le inquieta. «No sé lo que vendrá. No sé si vendrá algo». Mientras los políticos discuten términos en salones iluminados, los veteranos viven un presente áspero, lleno de incertidumbre y silencios. Para muchos de ellos, la guerra no terminó el día que entregaron el arma. «Nos formaron para resistir. Pero nadie nos enseñó a volver», dice.


Yevhen, de 37 años, se recupera de la amputación de su pierda derecha junto a su terapeuta Nestor en la piscina de las instalaciones del hospital de ‘superhéroes’ en Leópolis


Álvaro Ybarra Zavala

«Aprender a caminar de nuevo fue solo el principio. Lo más difícil es encontrar tu lugar en una sociedad que ha cambiado tanto como tú»

Yevhen

Herido por una mina a los 22 años

Yevhen tenía 22 años cuando una mina le arrebató la pierna derecha en el frente oriental. Tras meses de rehabilitación, recibió una prótesis y, con ella, la oportunidad de reconstruir su vida. Sin embargo, el camino hacia la normalidad ha sido arduo. «Aprender a caminar de nuevo fue solo el principio», comenta Yevhen. «Lo más difícil es encontrar tu lugar en una sociedad que ha cambiado tanto como tú».

Como muchos veteranos ucranianos, Yevhen enfrenta desafíos significativos en su reintegración. Aunque existen programas de apoyo, la demanda supera con creces la oferta, dejando a muchos excombatientes en una especie de limbo.

Mientras tanto, en el ámbito político, las negociaciones para un alto el fuego entre Ucrania y Rusia continúan. Sin embargo, la paz duradera sigue siendo algo lejano, y la incertidumbre pesa sobre el futuro de los veteranos que, como Yevhen, buscan estabilidad en medio del caos.

«Escuchamos sobre altos el fuego y negociaciones, pero en el día a día, seguimos luchando nuestras propias batallas».

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