Publicado: julio 28, 2025, 12:45 am
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En un mundo en el que los conflictos armados, las amenazas híbridas y las tensiones geopolíticas no dan tregua, un pequeño país insular del Atlántico Norte sobresale por su serenidad. Islandia, con poco más de 376.000 habitantes, ha logrado lo que pocos: ser considerado el país más pacífico del mundo sin necesidad de contar con un ejército permanente. No solo lidera el Índice de Paz Global, elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz, desde hace más de una década, sino que también se ha posicionado como un modelo de estabilidad, criminalidad casi nula y cooperación internacional. Su importancia estratégica en el tablero militar del Atlántico Norte crece cada año.
Localizador geográfico de Islandia
En Islandia, los policías no llevan armas en sus patrullas diarias y los homicidios son tan raros que apenas superan un o dos casos al año. Islandia tiene una historia moderna sin violencia política organizada, armada ni sostenida. El secreto de esta paz duradera se debe a una cultura socialmente pacífica, una democracia transparente con bajo nivel de corrupción y un fuerte compromiso con el bienestar, que garantiza el acceso universal a servicios clave como la educación y la salud.
Lo más destacable de la seguridad islandesa es su estructura de defensa única. En 1944, cuando se independizó de Dinamarca, no creó fuerzas armadas, y desde entonces ha mantenido esa postura. En su lugar, Islandia ha desarrollado un sistema de defensa nacional garantizada a través de acuerdos multilaterales, como con la OTAN a la que pertenece desde 1949, junto con acuerdos de defensa con Estados Unidos y Noruega. Y para su protección dispone de fuerzas policiales especializadas, una unidad táctica, Viking Squad, y una guardia costera armada, pero ninguna institución militar convencional.
Estados Unidos mantiene una presencia estratégica en la base de Keflavík —construida durante la Segunda Guerra Mundial— desde donde coordina operaciones de vigilancia en el Atlántico Norte. Aunque sin tropas permanentes desde 2006, EE.UU. y sus aliados rotan cazas y aeronaves de patrullaje como parte de las misiones de la OTAN para proteger el espacio aéreo islandés. Además, Islandia participa en ejercicios multinacionales como Northern Viking, centrados en operaciones antiaéreas, antisubmarinas y de defensa conjunta.
Pero, ¿cómo es posible que un país sin ejército tenga una importancia geoestratégica tan alta? La respuesta está en su ubicación. Islandia se sitúa en el cruce entre América del Norte y Europa, en la crucial brecha GIUK, un corredor marítimo y aéreo vital. Esta zona es crucial para el monitoreo de submarinos y aeronaves, y su control resulta esencial para mantener el equilibrio estratégico en el hemisferio norte, especialmente ante el aumento de la actividad militar rusa en el Ártico tras la invasión de Ucrania en 2022.
Con el deshielo acelerado del Ártico, las nuevas rutas marítimas han potenciado aún más el valor estratégico de Islandia. Rutas como el Paso del Noreste o la Transpolar podrían reducir en un 40% el tiempo de envío entre Europa y Asia, y su paso natural atraviesa aguas cercanas a Islandia. Además, su posición privilegiada y su infraestructura portuaria avanzada refuerzan su papel como nodo logístico para el comercio global y la vigilancia marítima.
Pero Islandia no es solo un centinela pasivo. Su guardia costera ha demostrado capacidad de acción en conflictos como las Guerras del Bacalao, entre 1958 y 1976, cuando buques islandeses cortaban redes de arrastre de pesqueros británicos para defender sus aguas. Fue un conflicto sin tiros, pero con firmeza diplomática, que terminó redefiniendo los derechos de pesca en el Atlántico Norte, al mismo tiempo que dejó constancia de la capacidad del país para defender su soberanía.
Su zona económica exclusiva (ZEE), que se extiende 200 millas náuticas, le otorga derechos sobre vastos recursos marinos, energéticos y minerales. Y su política exterior, centrada en el multilateralismo, le ha permitido desempeñar un papel destacado en el Consejo Ártico y en organismos de cooperación nórdica y europea.
Islandia ha estrechado vínculos económicos y diplomáticos con potencias como China, con quien firmó un acuerdo de libre comercio en 2013, en un intento de diversificar su economía tras la crisis financiera. También mantuvo cooperación activa con Rusia en materias como pesca y protección del medioambiente ártico, hasta que la anexión de Crimea en 2014 y la invasión de Ucrania en 2022 llevaron al congelamiento de esas relaciones.
Este renovado protagonismo geoestratégico ha llevado a Estados Unidos a invertir significativamente en la base aérea de Keflavík. En 2019, el Pentágono destinó cerca de 80 millones de dólares para mejorar su infraestructura y permitir el despliegue de aviones estratégicos. Pese a ello, Islandia no contempla crear fuerzas armadas convencionales, aunque ha iniciado una revisión de su estrategia de defensa y fortalece la cooperación con la OTAN, los países nórdicos y la UE en materia de seguridad.
Su política exterior representa una excepción esperanzadora con la imagen de una nación que demuestra que la paz sostenible es posible sin armas. Como expresó su ministro de Asuntos Exteriores Bjarni Benediktsson en 1949: «Mi pueblo está desarmado y lo ha estado desde la época de nuestros antepasados vikingos… pero nuestro país es, en determinadas circunstancias, de vital importancia para la seguridad del Atlántico Norte».