El miedo se apodera de los cristianos en la nueva Siria de Al Sharaa - Colombia
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El miedo se apodera de los cristianos en la nueva Siria de Al Sharaa

El padre Peter dirige la oración y las canciones se mezclan con los martillazos y el estruendo de un generador. Un grupo de 200 fieles participa en la misa en recuerdo por los miembros de la comunidad fallecidos en 2025. Es un día de duelo … en el bajo de la iglesia greco-ortodoxa del Profeta Elías, en el que los fieles celebran las ceremonias desde hace seis meses. El 22 de junio ha quedado grabado con sangre en sus vidas. Ese domingo, pasadas las seis de la tarde, se produjo el primer atentado suicida de la historia de la nueva Siria y el objetivo fue esta iglesia del barrio de Dweila, a las puertas de la ciudad vieja. Fueron asesinados más de una veintena de fieles.
Desde entonces rezan en el sótano, mientras los obreros trabajan en la reparación del templo con el objetivo de reabrir las puertas lo antes posible. Desde entonces, el miedo y la desconfianza con las nuevas autoridades islamistas no ha parado de crecer entre unos cristianos de Siria que no creen en las buenas palabras de Ahmed Al Sharaa, presidente interino y exlíder de Al Qaida. «No estamos cómodos, tenemos miedo de salir a la calle, esa es la verdad. Cada vez que hay un acto hostil, las autoridades dicen que es ‘un acto individual’, pero no hacen nada para contener estas acciones y resulta perturbador. En el fondo son extremistas y tienen el poder», denuncia el padre Peter, quien alerta de un éxodo masivo de cristianos si las cosas no cambian.
Ese domingo negro de junio, un hombre armado con un fusil de asalto entró en el recinto de la iglesia y comenzó a disparar a quienes estaban en su camino hasta llegar a la puerta principal. La empujó y abrió fuego de forma indiscriminada. Acabado el cargador, sacó una granada del bolsillo, pero no le dio tiempo a activarla porque dos fieles se le echaron encima. Entonces, en el suelo, detonó la bomba que llevaba en su mochila. «La explosión fue muy fuerte pero, si llega a inmolarse en el centro de la iglesia habría sido mucho peor. Esos dos hombres que le cerraron el paso salvaron muchas vidas», recuerda el padre Peter, encargado de oficiar la misa en el momento de un ataque que dejó 25 muertos y 120 heridos.

El Ministerio de Interior atribuyó el atentado al grupo yihadista Estado Islámico (ISIS), ordenó levantar puestos de control en los accesos a este barrio de mayoría cristiana y detuvo a varios sospechosos por su vinculación con el atentado. El ministro Anas Khattab calificó lo sucedido de «crimen reprensible» y aseguró que «estos actos terroristas no detendrán los esfuerzos del Estado sirio por lograr la paz civil». El padre Peter piensa que «todo fue un teatro. Instalaron puntos de control, pero generaban más preocupación y miedo que tranquilidad, por lo que pedimos que los quitaran y pusimos a personas de la comunidad en la entrada de la iglesia para vigilar».
La reacción de los sacerdotes fue transmitir a la comunidad que «el atentado no puede matar a la Iglesia, sino que debe darle más vida. Nuestra religión nos enseñó amar la vida, por lo que trabajamos sin descanso y una semana después oficiamos un funeral colectivo al que acudieron miles de personas», recuerda el padre con emoción. Pero, pasada la efusividad inicial, el miedo es una losa que no pueden quitarse de encima. Los cristianos en Siria (ortodoxos, siríacos, asirios, maronitas, católicos de rito armenio…) representaban el 10 por ciento de los 22 millones de habitantes del país antes del estallido de la guerra civil en 2011. Ahora no hay cifras oficiales, pero las estimaciones apuntan a que más de medio millón de cristianos vive como desplazado o ha emigrado al extranjero.

Los fieles acuden a la iglesia greco-ortodoxa del barrio de Dweila, en obras por el atentado de junio

MIKEL AYESTARAN

En los aledaños del templo, un grupo de jóvenes sigue la marcha de las obras de reparación. «Hay más miedo que antes y cada vez viene menos gente a la iglesia porque pensamos que puede repetirse el atentado. Esperemos que con la ayuda de Dios las cosas mejoren, debemos estar muy unidos para superar esto», opina Fidel, estudiante de tercer año de Medicina en la Universidad de Damasco. Sus amigos prefieren no hablar.

«Hay más miedo que antes y cada vez viene menos gente a la iglesia porque pensamos que puede repetirse el atentado«

Fidel
Estudiante de Medicina en Damasco

Los cristianos comparten las mismas sensaciones que drusos y alauitas, las otras minorías religiosas del país. El padre Peter lamenta que «ellos creen que somos diablos o una especie de error en este país y lo quieren arreglar por sus medios. Hicieron una revolución de un solo color y no nos quieren. Tratan de embellecer sus actos ante el mundo, pero la realidad es otra bien diferente».

Publicado: diciembre 12, 2025, 9:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/sombra-amenaza-daesh-sobre-nueva-siria-20251213041309-nt.html

El padre Peter dirige la oración y las canciones se mezclan con los martillazos y el estruendo de un generador. Un grupo de 200 fieles participa en la misa en recuerdo por los miembros de la comunidad fallecidos en 2025. Es un día de duelo en el bajo de la iglesia greco-ortodoxa del Profeta Elías, en el que los fieles celebran las ceremonias desde hace seis meses. El 22 de junio ha quedado grabado con sangre en sus vidas. Ese domingo, pasadas las seis de la tarde, se produjo el primer atentado suicida de la historia de la nueva Siria y el objetivo fue esta iglesia del barrio de Dweila, a las puertas de la ciudad vieja. Fueron asesinados más de una veintena de fieles.

Desde entonces rezan en el sótano, mientras los obreros trabajan en la reparación del templo con el objetivo de reabrir las puertas lo antes posible. Desde entonces, el miedo y la desconfianza con las nuevas autoridades islamistas no ha parado de crecer entre unos cristianos de Siria que no creen en las buenas palabras de Ahmed Al Sharaa, presidente interino y exlíder de Al Qaida. «No estamos cómodos, tenemos miedo de salir a la calle, esa es la verdad. Cada vez que hay un acto hostil, las autoridades dicen que es ‘un acto individual’, pero no hacen nada para contener estas acciones y resulta perturbador. En el fondo son extremistas y tienen el poder», denuncia el padre Peter, quien alerta de un éxodo masivo de cristianos si las cosas no cambian.

Ese domingo negro de junio, un hombre armado con un fusil de asalto entró en el recinto de la iglesia y comenzó a disparar a quienes estaban en su camino hasta llegar a la puerta principal. La empujó y abrió fuego de forma indiscriminada. Acabado el cargador, sacó una granada del bolsillo, pero no le dio tiempo a activarla porque dos fieles se le echaron encima. Entonces, en el suelo, detonó la bomba que llevaba en su mochila. «La explosión fue muy fuerte pero, si llega a inmolarse en el centro de la iglesia habría sido mucho peor. Esos dos hombres que le cerraron el paso salvaron muchas vidas», recuerda el padre Peter, encargado de oficiar la misa en el momento de un ataque que dejó 25 muertos y 120 heridos.

El Ministerio de Interior atribuyó el atentado al grupo yihadista Estado Islámico (ISIS), ordenó levantar puestos de control en los accesos a este barrio de mayoría cristiana y detuvo a varios sospechosos por su vinculación con el atentado. El ministro Anas Khattab calificó lo sucedido de «crimen reprensible» y aseguró que «estos actos terroristas no detendrán los esfuerzos del Estado sirio por lograr la paz civil». El padre Peter piensa que «todo fue un teatro. Instalaron puntos de control, pero generaban más preocupación y miedo que tranquilidad, por lo que pedimos que los quitaran y pusimos a personas de la comunidad en la entrada de la iglesia para vigilar».

La reacción de los sacerdotes fue transmitir a la comunidad que «el atentado no puede matar a la Iglesia, sino que debe darle más vida. Nuestra religión nos enseñó amar la vida, por lo que trabajamos sin descanso y una semana después oficiamos un funeral colectivo al que acudieron miles de personas», recuerda el padre con emoción. Pero, pasada la efusividad inicial, el miedo es una losa que no pueden quitarse de encima. Los cristianos en Siria (ortodoxos, siríacos, asirios, maronitas, católicos de rito armenio…) representaban el 10 por ciento de los 22 millones de habitantes del país antes del estallido de la guerra civil en 2011. Ahora no hay cifras oficiales, pero las estimaciones apuntan a que más de medio millón de cristianos vive como desplazado o ha emigrado al extranjero.


Los fieles acuden a la iglesia greco-ortodoxa del barrio de Dweila, en obras por el atentado de junio


MIKEL AYESTARAN

En los aledaños del templo, un grupo de jóvenes sigue la marcha de las obras de reparación. «Hay más miedo que antes y cada vez viene menos gente a la iglesia porque pensamos que puede repetirse el atentado. Esperemos que con la ayuda de Dios las cosas mejoren, debemos estar muy unidos para superar esto», opina Fidel, estudiante de tercer año de Medicina en la Universidad de Damasco. Sus amigos prefieren no hablar.

«Hay más miedo que antes y cada vez viene menos gente a la iglesia porque pensamos que puede repetirse el atentado«

Fidel

Estudiante de Medicina en Damasco

Los cristianos comparten las mismas sensaciones que drusos y alauitas, las otras minorías religiosas del país. El padre Peter lamenta que «ellos creen que somos diablos o una especie de error en este país y lo quieren arreglar por sus medios. Hicieron una revolución de un solo color y no nos quieren. Tratan de embellecer sus actos ante el mundo, pero la realidad es otra bien diferente».

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