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El fenómeno del 'influencer' carcelario, cuando estar en una prisión atrae un enorme éxito y dinero: «Son contenidos salvajemente auténticos»

03/08/2025 a las 09:28h.

Por insólito que parezca, las cárceles se están convirtiendo en estudios de grabación, sets de cocina, gimnasios improvisados y hasta centros de negocios digitales. En los rincones menos pensados del sistema penitenciario —desde una celda en Buenos Aires hasta un penal británico o una prisión federal de EE.UU.— ha emergido una figura inesperada: el ‘influencer’ carcelario. Privados de su libertad, pero no de conexión ni creatividad, muchos reclusos han encontrado en las redes sociales un escenario donde construir fama, compartir contenido motivacional e incluso generar ingresos.
¿Quién vigila a estos nuevos protagonistas digitales? No en vano, Gustavo Fondevila, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor del libro ‘Prisons and Crime in Latin America’, explicaba a ABC que «Hay un estado paralelo dentro de las prisiones» y este es uno de sus mundos. A la pregunta de por qué estos presos con su contenido carcelario tienen tanto éxito, Fondevila responde: «Porque son salvajemente auténticos».

Pero la autenticidad no siempre llega sola. Ese mismo entorno digital sirve, en algunos casos, como cobertura para actividades delictivas. Fondevila señala: «Puedes entrar en YouTube y hay videos donde dos o tres tipos, por ejemplo en México, le van a cobrar su renta a una persona que tiene que generarles ingresos. Lo torturan, lo queman o lo golpean y le dicen: tienes que hacer llamadas de extorsión porque tiene que ser rentable». Según el investigador, «no es casualidad que, entre las 12 y 14 millones de llamadas extorsivas al año que se hacen en este país, el 90% salgan de las cárceles».

De este modo, se configura un auténtico mercado paralelo a un sistema penitenciario, que muchas veces no puede ni garantizar lo básico. No era mera exageración cuando Fondevila afirmaba que algunas cárceles pueden funcionar como «auténticos microestados con más poder que el propio Gobierno de un país».

Publicado: agosto 3, 2025, 2:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/fenomeno-influencer-carcelario-estar-prision-atrae-atencion-20250803150541-nt.html

03/08/2025 a las 09:28h.

Por insólito que parezca, las cárceles se están convirtiendo en estudios de grabación, sets de cocina, gimnasios improvisados y hasta centros de negocios digitales. En los rincones menos pensados del sistema penitenciario —desde una celda en Buenos Aires hasta un penal británico o una prisión federal de EE.UU.— ha emergido una figura inesperada: el ‘influencer’ carcelario. Privados de su libertad, pero no de conexión ni creatividad, muchos reclusos han encontrado en las redes sociales un escenario donde construir fama, compartir contenido motivacional e incluso generar ingresos.

¿Quién vigila a estos nuevos protagonistas digitales? No en vano, Gustavo Fondevila, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor del libro ‘Prisons and Crime in Latin America’, explicaba a ABC que «Hay un estado paralelo dentro de las prisiones» y este es uno de sus mundos. A la pregunta de por qué estos presos con su contenido carcelario tienen tanto éxito, Fondevila responde: «Porque son salvajemente auténticos».

Pero la autenticidad no siempre llega sola. Ese mismo entorno digital sirve, en algunos casos, como cobertura para actividades delictivas. Fondevila señala: «Puedes entrar en YouTube y hay videos donde dos o tres tipos, por ejemplo en México, le van a cobrar su renta a una persona que tiene que generarles ingresos. Lo torturan, lo queman o lo golpean y le dicen: tienes que hacer llamadas de extorsión porque tiene que ser rentable». Según el investigador, «no es casualidad que, entre las 12 y 14 millones de llamadas extorsivas al año que se hacen en este país, el 90% salgan de las cárceles».

De este modo, se configura un auténtico mercado paralelo a un sistema penitenciario, que muchas veces no puede ni garantizar lo básico. No era mera exageración cuando Fondevila afirmaba que algunas cárceles pueden funcionar como «auténticos microestados con más poder que el propio Gobierno de un país».

En tiempos donde la atención es una moneda valiosa, los ‘influencers’ carcelarios encarnan una paradoja: pierden la libertad, pero ganan voz. Algunos la usan para reformarse y advertir a otros; otros, para entretener, provocar o lucrarse.

Como escribió ‘The New York Times’, estos videos «logran algo silenciosamente perturbador: convierten la prisión en un lugar donde podrías imaginarte, o imaginar a alguien a quien quieres, teniendo la mala suerte de terminar allí». Entre la fascinación y el rechazo, la vida tras las rejas hoy también se mide en ‘likes’. Los ‘influencers’ carcelarios son un síntoma de una sociedad donde la visibilidad digital se convierte en poder, incluso tras las rejas. Pueden ser agentes de cambio o de distorsión.

Fama desde el encierro

En TikTok, YouTube e Instagram proliferan videos de presos que documentan su día a día, enseñan a cocinar con lo disponible en prisión, hacen bromas virales o reflexionan sobre su pasado delictivo. Desde recetas con ramen hasta consejos de supervivencia en el pabellón, el contenido combina autenticidad, entretenimiento y hasta cursos improvisados sobre vocabulario carcelario.

En la provincia de Buenos Aires, los presos utilizan móviles de contrabando para transmitir en vivo desde sus celdas. A pesar de las restricciones impuestas por el gobierno nacional y el anuncio del vocero presidencial Manuel Adorni —quien advirtió que «los delincuentes detenidos no podrán ser beneficiarios de planes sociales»— la actividad digital continúa. «Graban, editan y suben videos que generan revuelo social, desde simples rutinas diarias hasta provocadoras transmisiones en vivo», informó A24.

El fenómeno no es nuevo. En Estados Unidos, podemos encontrar que esta actividad se produce dentro y fuera de las prisiones. El exconvicto Joe Guerrero fundó ‘After Prison Show’, canal que llegó a superar el millón de suscriptores. Según contó a ‘The Washington Post’, sus videos generan «un ingreso de seis cifras» gracias a monetización y patrocinios. «Hasta ahora, mi vida había sido un fracaso constante. Me dije que si esta vez iba a fracasar o triunfar, quería mostrarle a la gente cómo es», declaró Guerrero.

Negocio tras las rejas

A medida que estos perfiles ganan notoriedad, también crecen las oportunidades. En Reino Unido, ‘The Times’ reveló que el tiktoker Sam Walker ganaba alrededor de 1.700 libras esterlinas (unos 2.000 euros) mensuales mientras cumplía condena. Sus videos, que iban desde rutinas de entrenamiento hasta fiestas en su celda, desataron polémica y preocupación por el contrabando.

Otros, ejemplos son Wes Watson, Marcus «Big Herc» Timmons o el caso de una mujer ‘influencer’ en prisión como es el caso de Marci Marie que explica ‘todo lo que necesitas saber si vas a pasar un tiempo en una cárcel de Texas’. Todos ellos han convertido sus canales en plataformas completas de contenido postcarcelario. Ofrecen desde asesoramiento personal y entrenamientos en línea hasta merchandising. Watson, por ejemplo, declaró a ‘Insider’ que gana más de 10.000 dólares mensuales entre su canal y sesiones de coaching.


Wes Watson

«En Latinoamérica, la gente que está en prisión generalmente pertenece a los estratos sociales más desfavorecidos. Debe ser la primera vez en su vida que tienen bastante dinero conseguido con un medio legítimo y legal. Y eso puede tener —o no— un efecto en su reinserción», apunta Fondevila.

Un éxito entre el público femenino

El caso del ‘influencer’ carcelario también llama la atención por quién lo consume. Según Fondevila, el fenómeno se invierte respecto al consumo de contenido fuera de una prisión. «Conozco casos en prisiones de Latinoamérica donde los presos tienen exitosas cuentas en una plataforma como ‘OnlyFans’. Venden imágenes y vídeos de ellos para un público femenino, aunque no me extrañaría que también estén pensados para un público gay, y son tremendamente demandadas por las mujeres. Recaudan grandes cantidades de dinero. Y pocos de ellos transfieren parte de ese dinero a sus familias».

¿Cómo acceden a celulares?

La base de todo el fenómeno es, irónicamente, una actividad ilegal: el ingreso de celulares a prisión. Aunque está prohibido, estos dispositivos llegan por múltiples vías. Según A24, se filtran gracias a la complicidad de algunos guardias, mediante visitas, o incluso a través de drones. Una vez dentro, los presos los esconden con pericia. Algunos incluso montan «mini estudios» de grabación con iluminación, edición, subtítulos y música, como cualquier creador profesional.


Los prisioneros muestran en vídeos los teléfonos que usan dentro de prisión


captura

En el Reino Unido, al igual que en otros países, los reclusos utilizan teléfonos Zanco, tan pequeños que pueden ocultarse fácilmente. Algunos apodan sus cárceles «HMP Butlins», en alusión a un conocido resort británico. «Todo se puede comprar al precio justo si conoces a un guardia corrupto», confesó un exconvicto en TikTok.

¿Rehabilitación o provocación?

La pregunta central es: ¿esto es una forma moderna de rehabilitación o un síntoma de la cultura del espectáculo llevada al extremo? Hay quienes ven en estos videos un aporte social. Visibilizan abusos, denuncian condiciones inhumanas y humanizan a quienes suelen ser reducidos a números. Pero también hay quienes alertan sobre los riesgos de glorificar figuras delictivas o promover el crimen como un estilo de vida.

El canal ‘Fresh Outt- Life After The Penitentiary’ de Marc Timmons, condenado por robo a un banco, llegó a tener un segmento llamado ‘Prison Talk’ donde se abordaban temas tabú con brutal honestidad: pandillas, supervivencia, abuso, espiritualidad. Muchos de sus seguidores no habían pisado nunca una cárcel, pero estaban fascinados.

Sobrepasar los muros

Aunque algunos ‘influencers’ aún cumplen condena, otros capitalizan su experiencia carcelaria como una marca personal y se reinventan. Mientras la legislación digital en contextos penitenciarios aún es difusa en diversos países.

Mientras tanto, la controversia crece. Las autoridades intentan controlar un fenómeno que ya ha sobrepasado los muros. Y el público, entre el morbo y la empatía, sigue consumiendo videos de #PrisonTok o #JailLife. Hoy, la prisión ya no es solo escenario de documentales: también es contenido viral, vertical y con música de fondo.


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