Publicado: diciembre 17, 2025, 1:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/dolor-rabia-homenaje-victimas-atentado-antisemita-sidney-20251217192821-nt.html
El rabino Yossi Friedman está de pie frente al Pabellón de Bondi. Lo dice en voz baja durante la vigilia que cada tarde reúne a la comunidad judía y a cientos de vecinos desde el atentado terrorista ocurrido en esta playa, la … más popular de Sídney. Ante él, el memorial improvisado ocupa buena parte de la explanada: miles de ramos de flores, velas encendidas, cartas manuscritas, fotografías y pequeños objetos personales cubren el suelo.
La jornada había comenzado horas antes, por la mañana, con el funeral del rabino Eli Schlanger, una de las víctimas del ataque y el primero de los entierros celebrados tras el atentado del domingo. Schlanger fue homenajeado en un funeral celebrado en la sinagoga Chabad de Bondi, en el este de Sídney, donde familiares, amigos y miembros de la comunidad lo recordaron como «una de las personas más puras y sinceras». Para muchos, fue el momento en que la tragedia dejó de sentirse lejana o irreal.
Friedman, amigo cercano del rabino Schlanger, habla de él con afecto y admiración. Lo describe como alguien que dedicó su vida a los demás, siempre dispuesto a ayudar sin buscar protagonismo. Cuenta que Schlanger era capaz de conducir durante horas, en su tiempo libre, solo para visitar a una persona que lo necesitara, y volver esa misma noche a casa. «Ese era Eli», explica. «Alguien que traía luz a los demás».
Por la tarde, la vigilia continúa en Bondi y la multitud crece. A medida que avanzan las horas, se suman más personas, hasta superar ampliamente el millar. Hay familias enteras, niños sobre los hombros de sus padres, personas mayores sentadas en recogimiento, jóvenes que observan atentos. Muchos se quedan durante horas, hablan en tono contenido, se reconocen, se abrazan.
Varios líderes religiosos toman la palabra frente al memorial, sin estrado ni distancia, rodeados de flores y con la gente muy cerca. El rabino Motty Liberow recuerda escenas del funeral de la mañana: la imagen de un niño llorando mientras el féretro de su padre entraba en la sinagoga, el abuelo acercándose para abrazarlo, ambos de pie, sin soltarse. «Un niño no debería perder a su padre así», dice. Habla de dolor, de conmoción y de familias destrozadas en un instante.
Despertar de una pesadilla sin marido
Liberow habla entonces de personas a las que conoce desde hace años. Cuenta la historia de una mujer embarazada de nueve meses que estaba presente cuando comenzaron los disparos, que cayó al suelo mientras huía y vio morir a su abuelo. Menciona también a la esposa de una de las víctimas, que despertó después del ataque sin recordar nada y tuvo que asumir, de golpe, que ya no tenía marido. «¿Qué se le dice a alguien así?», se pregunta. «No hay palabras».
«Hay tristeza, pero también hay rabia», añade Friedman. «No podemos limitarnos a decir ‘qué tragedia’ y seguir como si nada. Esto tiene que ser un punto de inflexión». Sus palabras no se dirigen solo a la comunidad judía, sino al conjunto del país: «No permanecer en silencio, no permitir que una minoría ruidosa siga propagando odio sin consecuencias».
En sus intervenciones, ambos rabinos introducen una lectura política clara. Friedman recuerda que la comunidad judía en Australia no se siente segura desde hace años, especialmente desde el 7 de octubre, tras los ataques de Hamás en Israel. Desde entonces, explica, se han producido concentraciones con consignas de odio en espacios públicos, grafitis antisemitas en casas y lugares de culto, así como ataques e incendios provocados contra sinagogas. Para él, el atentado de Bondi no surge de la nada, sino de un clima que no fue frenado a tiempo. «Sentíamos que algo estaba bullendo bajo la superficie», dice. «Esperábamos que el día nunca llegara. Y llegó».
«No podemos permitir que una minoría ruidosa siga propagando odio sin consecuencias».
Yossi Friedman
Rabino, amigo de una víctima
Liberow coincide con él y reclama una respuesta más firme de las autoridades: leyes contra el odio que se apliquen de forma efectiva y una protección real para las comunidades vulnerables. «No solo para los judíos», subraya, «sino para todas las minorías».
Con el paso de las horas, el ambiente en el memorial vuelve a transformarse. El ataque ocurrió durante Janucá, la festividad judía de la luz que reivindica el derecho a profesar su religión, y, desde entonces, los rabinos celebran allí una pequeña ceremonia diaria. Ya de noche, se sientan en círculo frente a las velas encendidas. Se cantan melodías tradicionales judías y, al final, el himno australiano. Muchas personas apenas consiguen cantar: las voces se quiebran, hay lágrimas y pausas prolongadas. Al terminar, rabinos y vecinos se abrazan durante varios minutos, sin prisa por marcharse.
Bondi, una playa asociada al ocio y a la vida cotidiana de Sídney, se ha convertido estos días en un lugar de duelo compartido. El memorial no se desmonta al terminar la vigilia; permanece. A lo largo de la tarde y la noche, la gente sigue llegando, lee los mensajes escritos por otros y añade los suyos. Otros dejan una mano apoyada unos segundos sobre el suelo cubierto de ramos, como si necesitaran tocar algo para asumir lo ocurrido. No hay consignas ni discursos finales, solo una presencia constante. Cada día, la comunidad vuelve al mismo punto. Una forma colectiva de atravesar el dolor y afirmar que, pese a todo, siguen ahí.
