Publicado: marzo 4, 2025, 11:45 pm
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La resistencia intentó plantar cara a Donald Trump en su primer gran discurso ante el Capitolio de su segundo mandato, pero terminó reducida a una performance. Con carteles en blanco y negro donde se leía «FALSO», los demócratas intentaron contrarrestar su mensaje, alzándolos … cada vez que el presidente hablaba. A cada hipérbole de Trump —y las hubo en abundancia— respondieron con un «¡falso!» más fuerte, una coreografía ensayada que no logró silenciar al mandatario ni frenar su arrollador dominio de la sala, arropado por atronadores aplausos.
La senadora demócrata Elissa Slotkin, de Michigan, respondió acusando a Trump de exagerar, manipular y mentir. «Nos está llevando a una recesión», advirtió sobre los aranceles que el presidente presentó como un triunfo. Dirigió sus críticas con fuerza a Elon Musk, el magnate que asesora a Trump y ejecuta sus recortes. «¿Alguien se siente tranquilo con Elon Musk desmantelándolo todo a su antojo? El gobierno debe ser más eficiente, en eso estamos de acuerdo, y yo puedo ayudar en ello, pero no así», sentenció.
Los demócratas, arrinconados tras la pérdida total de poder, se aferraron a la protesta. Intentaron convertir el discurso de Trump en un campo de batalla, con gritos constantes, carteles en alto y abucheos, solo para ser ahogados por vítores republicanos. Pero lejos de doblegarse, el presidente subió el tono, arrollando con su voz a una oposición que protestaba con ruido. Eso no quiere decir que fuera un discurso sin incidentes.
En apenas cinco minutos fue expulsado de la Cámara el diputado Al Green, un hombre negro de 77 años que lleva en su escaño desde 2005. Le gritaba al presidente, agitando su bastón, que mentía, porque este había dicho que las pasadas elecciones eran un mandato para los cambios que está imponiendo en el gobierno federal. El presidente de la Cámara, Mike Johnson, ordenó su evacuación. Tomó su asiento una diputada republicana, Mariannette Miller-Meeks, de Iowa.
«Vale la pena que la gente sepa que hay personas que van a enfrentarse a Trump», dijo después Green a los periodistas.
Algunas mujeres demócratas vestían de rosa, en señal de protesta. Otros diputados y senadores llevaban prendas azul y amarillo, los colores de la bandera de Ucrania, en rechazo al recorte de las ayudas militares tras la bronca a Volodímir Zelenski en el Despacho Oval. La diputada de origen palestino Rashida Tlaib exhibía una pancarta donde, con rotulador negro, había escrito: «Paga tus impuestos».
La demócrata de Nuevo México Melanie Stansbury se colocó junto al pasillo para mostrar a las cámaras, cuando pasaba Trump, un cartel en el que se leía: «Esto no es normal». Un diputado republicano, Lance Gooden, de Texas, se lo arrancó de las manos y lo rompió.
Trump, con años de experiencia ante las cámaras, domina la imagen y lanza frases diseñadas para la televisión. Frente a él, los demócratas optaron por una protesta desordenada. A mitad del discurso, los congresistas Jasmine Crockett y Maxwell Frost se levantaron y, en un gesto calculado, se quitaron la chaqueta. Bajo ella, lucían camisetas negras con un mensaje en la espalda, escrito en blanco: «RESISTIR».
La resistencia demócrata
En discursos anteriores de Trump, los demócratas habían vestido de blanco en honor a las sufragistas, pero esta vez su mensaje fue más directo: «Estamos indignadas». Según la diputada Teresa Leger Fernández, el rosa representa «poder y protesta».
Algunos demócratas decidieron boicotear el discurso. La senadora Patty Murray, la principal demócrata en el Comité de Apropiaciones, criticó a Trump por «escupir en la cara de la ley», permitiendo que «un multimillonario no electo despida a investigadores del cáncer y desmantele agencias federales como la Administración del Seguro Social». En lugar de asistir, Murray pasó la noche reuniéndose con ciudadanos afectados por los recortes de la administración.
Otros demócratas llevaron como invitados a funcionarios despedidos por Trump y Elon Musk, quien estaba presente en la platea de invitados, por una vez con traje y corbata.
El senador Chris Coons invitó a Rory Badger, un biólogo y veterano de los Marines despedido abruptamente del Departamento de Agricultura tras la reestructuración impulsada por la Oficina de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Elon Musk. Para Badger, quien sirvió en Afganistán y consideraba su trabajo «el empleo de sus sueños», la decisión de la administración lo ha sumido en un verdadero desastre personal.
Trump, por su parte, anticipó la resistencia. En un momento de su discurso, señaló que «nada de lo que diga los hará felices», insistiendo en que, incluso si erradicara «la enfermedad más devastadora» o lograra «la mejor economía jamás registrada», sus críticos seguirían sin aplaudir.
La senadora Slotkin, en su respuesta, dijo que Ronald Reagan «se debe estar revolviendo en su tumba» tras el «mal episodio de telerrealidad» del Despacho Oval con Volodímir Zelenski. Que una demócrata ensalce a Reagan es el resultado de esta nueva era trumpista. «Somos excepcionales, sin paralelo, creo en el liderazgo americano sobre el liderazgo chino o ruso, porque nuestro sistema de gobierno, la democracia, es la aspiración de todos los demás. Pero con este presidente, la democracia está en riesgo».