Publicado: junio 10, 2025, 2:45 pm
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El expresidente brasileño Jair Bolsonaro dijo este martes ante la Corte Suprema que su campaña de descrédito contra el sistema electoral del país fue pura «retórica» y que solo perseguía lograr más transparencia y nunca fue dirigida a preparar un golpe de Estado tras los comicios de 2022.
«Mi retórica siempre fue parecida» y «la desconfianza es privativa mía», declaró ante la Primera Sala del Supremo, que lo juzga como supuesto mentor de un golpe planificado tras haber sido derrotado en las urnas por el actual mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva, en los comicios presidenciales de octubre de 2022.
El líder de la ultraderecha sostuvo que durante los años en que fue concejal y las casi tres décadas en que ocupó un escaño de diputado siempre mantuvo una campaña en favor del voto impreso, por la desconfianza que le generaban las urnas electrónicas que se usan en el país.
Admitió, sin embargo, que no podría probar que el sistema electrónico favorece los fraudes, y sostuvo que su intención era «auxiliar al tribunal electoral, para que las elecciones fueran lo más transparente posibles».
Hizo luego un largo repaso sobre su gestión de Gobierno entre 2019 y 2022 y garantizó que «ni una sola vez» actuó «contra» los preceptos constitucionales.
«Insultaba, decía palabrotas, pero hice lo que tenía que ser hecho», declaró frente al juez Alexandre de Moraes, ahora instructor del proceso por golpismo y a quien mientras estaba en el poder insultó y descalificó de diversas maneras hasta en actos públicos.
De Moraes presidía en 2022 la Justicia electoral, sobre la que el líder de la ultraderecha afirmaba sin prueba alguna que favorecía al entonces candidato Lula en la campaña para los comicios de octubre de ese mismo año.
Bolsonaro responde ante la Primera Sala del Supremo, responsable por el juicio sobre esa presunta trama para impedir la toma de posesión de Lula después de su victoria en las urnas.
El exmandatario es considerado mentor de esa conspiración que, según la acusación de la Fiscalía, desembocó en el violento asalto a los tres poderes del Estado ocurrido el 8 de enero de 2023, una semana después de la investidura de Lula.