Publicado: septiembre 24, 2025, 6:45 am
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/anjar-ciudad-libano-recuerda-genocidio-armenio-20250923195613-nt.html
A la sombra del monumento erigido en honor a los mártires del asedio otomano al Musa Dagh (Monte Moisés) en 1915, Shahé Panossian, el arzobispo de la Iglesia apostólica armenia del LÃbano, pronuncia la última oración de las conmemoraciones que atraen cada año … a miles de visitantes a Anjar. A mediados de septiembre, esta localidad del valle de la Becá, cerca de la frontera con Siria, recuerda su fundación. Celebrados este año el pasado fin de semana, los actos fueron una fiesta plena de color y sabor.
La oración del arzobispo es, en realidad, una bendición y la recita en medio de una multitud compacta de todo el LÃbano y de otros paÃses. La pronuncia sobre la ‘hrisseh’, el tradicional estofado de cordero cocinado durante toda la noche del sábado en 33 ollas (en referencia a la edad del Cristo) para distribuirlo entre los asistentes. Se trata de un sÃmbolo vinculado a la resistencia de los habitantes del Musa Dagh, que fundaron la ciudad tras sobrevivir al genocidio armenio.
La historia de Anjar es excepcional. Comienza en el ‘sanjak’ (distrito) de Alejandreta (Iskenderun en TurquÃa), en aquella época en la Siria del Imperio otomano. Cuando empezaron a deportar a los armenios de Cilicia en 1915, la población de seis aldeas de los alrededores de AntioquÃa –Bitias, Khederbeg, Hadji Habibli, Yoghoun Olouk, Kebousiyé y Vakef– se refugió en la montaña que daba al mar, llamada Musa Dagh, decidida a luchar hasta el final. Rodeados por los turcos, que les impedÃan abastecerse, confeccionaron una bandera con sábanas blancas, la «bandera de la salvación», con una cruz roja en el centro recortada de uniformes escolares. En una segunda bandera, bordaron en inglés «Cristianos en apuros, rescaten», con la esperanza de que las viera un barco navegando por el Mediterráneo.
Es lo que ocurrió. Las aproximadamente 5.000 personas que acababan de luchar durante 40 dÃas contra los turcos fueron rescatadas por el vicealmirante Dartige du Fournet y la Armada francesa. Los refugiados fueron trasladados a un campamento en Puerto SaÃd, en Egipto. Allà permanecieron hasta el fin de la Primera Guerra Mundial en 1919, cuando la victoria aliada les dio la oportunidad de regresar a sus pueblos.
Pero en 1939, queriendo evitar que TurquÃa participara en la Segunda Guerra mundial, la potencia mandataria francesa cedió Alejandreta, entonces siria, a las autoridades locales. Los supervivientes del Musa Dagh se negaron a vivir bajo el yugo del enemigo y las autoridades galas los trasladaron a Anjar (LÃbano), en tierras compradas por Francia.
Al llegar a este rincón de la Becá, aquellas 5.125 personas (1.204 familias) tuvieron que enfrentarse a condiciones muy difÃciles. Hilda Doumanian, la directora del museo etnográfico, recuerda el testimonio de su padre, quien llegó cuando tenÃa once años: «Nuestro pueblo no era más que barro, arbustos e insectos: un lugar insalubre, sobre todo en la zona de las ruinas donde nos habÃan instalado». Las ruinas son las de la ciudad omeya, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Durante dos años y medio, los refugiados vivieron en tiendas de campaña. Las enfermedades diezmaron a la población. «Durante la guerra del Musa Dagh, perdimos 18 mártires (cuyos restos fueron trasladados a Anjar). ¡Aquà perdimos a 1.200!», insisten los vecinos.
Arriba, bendición de las ovejas que serán sacrificadas para preparar el plato tradicional ‘hrisseh’; debajo, a la izquierda, los asistentes bailan como hicieron sus antepasados luchando contra el frÃo durante su huida; a la derecha, la ‘hrisseh’ se prepara toda la noche para unas 2.800 personas
Urbe con forma de águila
La ciudad fue construida en forma de águila, con la iglesia apostólica armenia (80% de la población) a la cabeza, la iglesia protestante armenia (5%) a la izquierda y la iglesia católica armenia (15%) a la derecha. Todo es simétrico: cada sector lleva el nombre de una aldea del Musa Dagh.
Es alrededor de la iglesia apostólica san Pablo (Bedros) donde tienen lugar las conmemoraciones. La presidenta de la asociación Badguèr, que apoya la cultura, el patrimonio y el saber hacer armenios, Arpi Mangassarian, trajo a un grupo de visitantes para hacerles descubrir esta historia que muchos desconocen: «Anjar cuenta la historia y educa a la gente. Tengo un respeto enorme por estas personas que, a través de su perseverancia, sus sacrificios, su paciencia, su pasión, han realizado milagros; han transformado un espacio de muerte, los pantanos, en un paraÃso. Estamos aquà hoy porque queremos que nuestros corazones latan al ritmo de las festividades de la ciudad. Anjar es un ejemplo para toda la humanidad: un ejemplo de resiliencia».
Arpi habla con emoción, al igual que Yesahi Havatian, ingeniero agrónomo y escritor, a quien pidió que explicara a los visitantes la epopeya del Musa Dagh. Además, revela el simbolismo del monumento a los mártires erigido en 1995: «Es una daga y una cruz porque nos salvamos gracias a la lucha y la fe. En su interior, hemos colocado algunas de las cenizas de nuestros 18 mártires, cuyos nombres están grabados en la piedra».
Los visitantes saludan el heroÃsmo de los resistentes y se emocionan con las demostraciones. El sábado, a primera hora de la tarde, los prelados bendijeron las ovejas que serÃan sacrificadas para preparar la ‘hrisseh’. Levon Tashjian explica esta tradición: «Los supervivientes empezaron a hacer este plato al regresar de Egipto. SubÃan a la montaña el viernes, preparaban la ‘hrisseh’ el sábado y bajaban el domingo. La hacÃan en el lugar donde fueron enterrados los mártires». Para perpetuar este recuerdo, Levon quiere que sus hijos participen activamente. Son jovenes, pero se quedan toda la noche junto a las ollas, ayudan avivando el fuego y distribuyendo unas 2.800 cajas.
La pintora Maral Der Boghossian lo cuenta asÃ: «Cuando los armenios se asentaron en el LÃbano tras el genocidio, habÃa de todas las provincias. Por ejemplo, en Bourj Hammoud (un suburbio de Beirut), estaban los de Marach, de Aintab, etc. Cada pueblo, cada ciudad, cada provincia tenÃa su propio dÃa histórico heroico, con ‘fedayines’ que lucharon y cayeron mártires. Pero quienes celebraron de forma muy organizada cada año fueron los de Anjar. Mis abuelos no eran del Musa Dagh, sino de Marach, pero quiero recordar a todos aquellos héroes, aquellos civiles que se armaron para defender su tierra, su familia, sus esposas y sus hijas de los crÃmenes cometidos por los otomanos. Este dÃa me enorgullece: los armenios fueron los mayores perdedores de la Primera Guerra Mundial, pero perdieron con honor. Lucharon hasta el último momento, resistieron y, cuando tuvieron que huir, supieron que lo habÃan intentado todo para salvar su patria, su pueblo, su hogar, su familia. Perdimos, pero hicimos todo lo posible. Somos resilientes gracias a nuestra cultura. Los armenios reconstruyen sus vidas con lo que tienen a mano si tienen cultura, construyen su vida con ella; si tienen música, dibujo o teatro, la construyen con eso».
Un miembro del consejo municipal, Miro Tchaparian, añade que «intentamos transmitir a las nuevas generaciones nuestra pertenencia, nuestros antepasados, nuestra historia. Por eso seguimos aquà después de 110 años, tras el genocidio». A su juicio, la clave está en que «por todas partes, los armenios, en cuanto llegan a cualquier lugar, fundan una iglesia y una escuela. Aquà en Anjar, habÃa una tienda de campaña con una cruz que servÃa de iglesia y una escuela. Insistimos en la religión, el idioma y la educación. Es lo que nos impulsa a seguir adelante».