Publicado: octubre 15, 2025, 12:45 am
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/vela-sobre-dnieper-sanar-heridas-guerra-ucrania-20251014195353-nt.html
Víktor volvió de Barcelona tres días antes de que comenzase la guerra en Ucrania. Recuerda con cariño el carácter mediterráneo y aquella tarde en la que unos españoles le invitaron a ver el fútbol en una terraza. Tiene pensado volver a España, aunque ya no … es el mismo. «Cuando estás en guerra, tu forma de pensar y tu conciencia cambian. Ves el mundo desde una perspectiva diferente«, explica mientras acicala el barco de clase 2.4mR del que acaba de bajarse; un tipo de velero adaptado para facilitar la rehabilitación física y mental.
«Regresas siendo una persona completamente diferente. Tienes nuevos hábitos. Prácticamente todo en ti cambia. Y en general, es bastante difícil comunicarse con la gente común. No te escuchan ni te entienden«, reflexiona el veterano que sólo quiere dar su nombre.
Él y otros miles de hombres y mujeres que engrosan las filas del Ejército de Kiev jamás pensaron que tendrían que defender su hogar con armas. Casi cuatro años después la guerra sigue en curso. La invasión rusa ha arrebatado a este veterano la movilidad en un brazo. Pero no quiere hablar demasiado de su herida. Ahora sólo quiere enfocarse en lo que va a pasar dentro de un día o dos. No planea. «Estoy en un momento en el que simplemente me dejo llevar», añade.
Víktor encontró en el programa del Club Náutico una nueva familia y un pequeño oasis en el que sortear sus vivencias bélicas. «Me sentí como en casa, entre mi gente. Sorprendentemente, me entendieron enseguida. Y poco a poco, empecé a practicar. Ahora llevo más de seis meses acudiendo y estoy muy feliz», comenta con una sonrisa.
La historia de este ex militar es una de las miles que han surgido en este conflicto. Las estadísticas reflejan el brutal alcance de la invasión rusa para la sociedad ucraniana. A principios del mes de septiembre el Ministerio de los Asuntos de Veteranos de Ucrania cifró más de 1,3 millones las personas que han obtenido el estatus participante en las hostilidades. Antes de 2022 el número superaba el medio millón, con un total de 556.467 de ciudadanos inscritos en el Registro Estatal Unificado de Veteranos de Guerra como combatientes.
Una regata en guerra
La mañana nace soleada. La temperatura ya no asciende demasiado en el termómetro, pero todavía es agradable. A lo lejos, sobre el Dniéper se erige la imponente estatua de la ‘Madre Ucrania’ flanqueada por una gran bandera azul y amarilla. Hay buen viento, dicen los que saben. Octubre es el último mes de entrenamientos en el Club. Después llega la temporada de frío. El circuito para esta competición no puede rebosar los límites del puerto. Otra de las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania es que el Dniéper ha sido cerrado a los veleros civiles.
Una de las organizadoras de la regata, Anna Borodianska, divide a los participantes entre los veleros antes de partir. Al encuentro llegaron voluntarios civiles y militares, soldados en activo y, por supuesto, veteranos de guerra. La misión no sólo es conseguir el primer puesto, lo verdaderamente importante es escapar de la realidad impuesta por las tropas de Moscú.
Anna explica que en esta ocasión se apresuraron a preparar la carrera tras un pedido del Club Militar de Veteranos a última hora. Comienza la carrera. Por momentos y al compás del vaivén del gran río ucraniano, la guerra parece una cuestión ajena. El objetivo se ha alcanzado.
«El agua cura»
«Yo digo que el agua cura. Muchos psicólogos afirman que es muy importante estar cerca de la naturaleza, especialmente cerca del agua. Quizás por la luz que se refleja o algo similar. Lo cierto es que la gente se tranquiliza mucho», apunta Kateryna Tiapkina, coordinadora del programa de vela para veteranos.
De estas carreras más familiares salen los elegidos que van a representar al club en regatas internacionales. Este verano, dos veteranos del programa participaron en una competición en República Checa.
«Es importante demostrar que, a pesar de todo lo que ocurre en Ucrania, seguimos vivos. Queremos mostrarnos y ver el mundo. No sólo luchamos, también intentamos hacer algo bueno y ayudarnos mutuamente», afirma.
El apoyo al Ejército de Ucrania no sólo se materializa en los cursos de navegación. El Club cuenta también con un taller de costura capitaneado por Olga Bogdanova. Las velas que ya no se utilizan en la los veleros son reconvertidas en camillas para la evacuación de heridos en el frente. Hasta el momento ha confeccionado unas 2.000 unidades.
Una iniciativa privada
El Club Náutico de Crucero de Kiev es el más antiguo de la capital. Surgió como un proyecto inmune al férreo control estatal de lo tiempos soviéticos. Dice Kateryna que era algo casi «antinatural» en la Ucrania de 1967. Muchos de los veleros fueron construidos por sus propios dueños y llegaron hasta las aguas de Australia.
Los miembros de esta asociación mantienen ese espíritu emprendedor en 2025, ahora enfocado a los defensores ucranianos. «No se quien fue el primero de todos que se dio cuenta de que podíamos hacer este programa. En nuestra comunidad hay muchas personas que ahora están en el Ejército o son amigos de militares», apunta la coordinadora.
La idea de utilizar los barcos de clase 2.4 surgió del capitán de Club, Guennadi Starikov. Él consiguió los primeros ejemplares en los países nórdicos. La iniciativa es de carácter privado y los fondos, a menudo, los consiguen mediante recaudaciones.
La ventaja de estos veleros de un solo tripulante es que pueden ser conducidos por personas con movilidad reducida. Si una persona no tiene piernas o brazos puede manejarlos. Al ser yates rápidos pueden participar además en competiciones deportivas.
El programa se compone de una parte teórica y práctica. Kateryna estaba nerviosa al principio, cuando llegaron los primeros 18 participantes que se apuntaron en un anuncio de Facebook.
«Tenía miedo de no saber comunicarme con ellos, me preocupaba que alguien fuese lastimado por algunas de nuestras palabras o nuestra entonación. Al principio estaban súper tensos, sobre todo durante la clase. Después del entrenamiento en el río sonríen, están felices, tienen ganas de hablar y de compartir», resume la joven ucraniana.
Esta realidad que se vive en los cursos de vela es un reflejo a pequeña escala del reto que tiene por delante la sociedad civil de Ucrania.
País de Veteranos
La guerra a gran escala lanzada por Rusia ha atravesado todas las esferas públicas y privadas. Una encuesta de la Organización Mundial de la Salud de abril de este año destaca que un 70% de los entrevistados tienen síntomas de ansiedad, depresión o estrés severo.
Estas condiciones generales que se acentúan en el caso de los veteranos y sus familiares. Médicos sin Fronteras afirma en un informe de junio de 2025 que el estigma en torno a la salud mental sigue siendo una barrera, especialmente entre los hombres, para recibir atención médica. Los militares que han participado en las hostilidades pueden sufrir trastorno de estrés postraumático, pérdidas de memoria y en algunos casos tienen que lidiar con la rehabilitación física y prótesis.
Los datos estimados del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advierten que cuando el conflicto termine el total de veteranos de guerra y sus familiares podría ascender hasta los 5 o 6 millones de personas. El reto para abordar esta situación en Ucrania es enorme. Se precisan ampliar las capacidades de los servicios, medidas para la integración laboral y una financiación sostenida.
«Yo experimenté depresión, alcoholismo, un divorcio. Reuní fuerzas y lo superé. Ahora ayudo a otros con todo tipo de actividades», explica Oleg Kasyan, un ex militar invitado a la regata. «El veterano que requiere más atención es el que está visualmente intacto. Y debido al alto nivel de estrés, hay que comunicarse con ellos como si fueran adolescentes. Porque son almas vulnerables», apunta.
Cuando todos se bajan de los barcos las sonrisas ya no son tan tímidas. Navegar cambia el ánimo de cualquiera, pero nadie se olvida de los caídos. Todos se levan la mano al pecho mientras suena el himno nacional. El gran río Dniéper, como dijo alguna vez el poeta Taras Sevchenko, sigue rugiendo para recordar a todos que Ucrania no está vencida.