Por: Didier Saint-Georges
Miembro del Comité de Inversiones de Carmignac.
Sobre el dólar se cierne una amenaza. Asistimos a un hecho sin precedentes: se está dando una convergencia de factores económicos y políticos que está poniendo seriamente en duda el estatus del dólar estadounidense como divisa de referencia a escala mundial. Esto podría tener una enorme repercusión en los mercados ahora que nos adentramos en una era sin el estímulo de los bancos centrales.
Fijémonos en el plano político. Desde 2008, el dólar ha sido innegablemente la divisa mundial por la que han optado todas las gestoras de activos internacionales. No obstante, desde principios de este año, existe la sensación —y con razón— de que la notoriedad del liderazgo estadounidense está disminuyendo y, al mismo tiempo, la zona del euro y China se están fortaleciendo. (Lea también: Tenderos se integran a la economía digital)
Actualmente, Estados Unidos le está dando la espalda a Alemania y, con la elección de Macron en junio, el país germano podría por fin estrechar sus lazos con Francia y forjar el famoso eje franco-alemán. Al mismo tiempo, la posición de Xi Jinping en China es más sólida que nunca. Todos estos acontecimientos, en conjunto, hacen que las divisas alternativas empiecen a disfrutar de una suerte de renacimiento y, por ello, son positivos para el euro, el yuan y el oro.
Ahora, si nos fijamos en el plano económico, todo concuerda a la perfección. Existen desconexiones en los ciclos económicos: por un lado, la actividad industrial se ralentiza en Estados Unidos, pero el consumo está recobrando dinamismo, si bien este hecho se debe únicamente a que la tasa de ahorro en este país ha disminuido en fechas recientes.
Esta tendencia no es sostenible
La siguiente fase del ciclo estadounidense será una ralentización del consumo. Por otro lado, Europa se encuentra en una situación de mayor fortaleza —mucho más lejos de una ralentización—, lo que constituye un interesante reflejo de 2004, cuando Estados Unidos lideraba la recuperación económica y los mercados se mostraban mucho más pesimistas respecto del país norteamericano que de Europa.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que, si bien la fortaleza del euro es positiva para Europa, también es negativa para los beneficios empresariales del Viejo Continente. Si el euro se aprecia un 10%, el resultado es que los beneficios de las empresas se reducen en un 5%-6% de media. (Lea también: Economía plateada: invertir en el envejecimiento)
De cara al futuro, Mario Draghi acaparará todas las miradas el próximo 7 de septiembre. Sería imprudente mantener una política extremadamente acomodaticia en un momento en el que la situación económica europea ya no justifica la aplicación de medidas de emergencia. No obstante, la paradoja es que si sugiere de forma inequívoca que normalizará su política, los mercados se preocuparán en exceso sobre un drástico endurecimiento de las condiciones financieras, a pesar de la apreciación del euro. Draghi deberá ser capaz de realizar un complicado ejercicio de equilibrismo en lo que también será un acontecimiento decisivo para los mercados.