Castigado por las encuestas de opinión pero aplaudido en el exterior, Juan ManuelSantos vive hoy una situaciónparadójica. Mientras quesolo en 14% de los colombianosaprueba su gestióny el 79% considera que elpaís va por mal camino, elmandatario recoge premiosy felicitaciones en sus giraspor el mundo, donde es vistocomo el líder que fue capazde ponerle fin a un conflictosangriento de más de 50años.

Por ejemplo, en una visita reciente al viejo continente Santos celebró la decisión de la Unión Europea de sacar de la  lista de organizaciones terroristas a las Farc: “se dio un paso importante en el fin de todo proceso de paz que es cambiar las balas por los votos, las bombas por los argumentos”, explicó el presidente al destacar que “las Farc hoy son un movimiento político que defiende sus ideas dentro de la democracia y no más con la violencia”.

Pero estas palabras, lejos de calmar a la opinión pública, no hacen más que aumentar la indignación de quienes votaron por el no en el plebiscito de finales de 2016 y acentuar la llamada “soledad del poder” de un presidente al que le queda menos de un año para salir de la Casa de Nariño, a donde irónicamente llegó aupado por quien terminó convertido en su principal adversario, Álvaro Uribe.

En un momento en el que al país se le plantean nuevos retos, como la desaceleración de una economía que se volvió dependiente de las exportaciones de materias primas, el narcotráfico y la aparición de nuevos actores violentos vinculados al tráfico de drogas, a Santos no parece trasnocharlo la mala imagen que el país tiene de su gobierno.