Publicado: diciembre 12, 2025, 5:45 am
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Es habitual relacionar el cuidado de la piel con el verano, principalmente con la protección solar para evitar los efectos dañinos del astro rey. Pero en invierno también hay factores que pueden perjudicarla, sobre todo en las regiones del interior, con un clima más … extremo. Las bajas temperaturas, el viento o la calefacción de los interiores amenazan el equilibrio de la barrera cutánea, lo que puede derivar en sequedad, rojeces o incluso descamación. Sin olvidar que, en la alta montaña, la combinación de rayos UV y nieve provoca quemaduras.
El doctor Carlos Morales Raya, dermatólogo y director médico de la clínica homónima, asegura que «el invierno supone un auténtico estrés ambiental para la piel. El frío reduce el flujo sanguíneo cutáneo y disminuye la producción natural de lípidos, debilitando la función barrera y aumentando la sequedad, la tirantez y la sensación de incomodidad. A esto se suma el ambiente seco provocado por la calefacción, que acelera la pérdida de agua transepidérmica. La combinación de frío exterior y calor seco interior es el principal desencadenante de deshidratación, sensibilidad e irritación».
Una piel con la barrera cutánea dañada no solo pierde la luminosidad, también está más tirante, puede presentar descamaciones, zonas enrojecidas, picor y tiene un mayor riesgo de infecciones cutáneas y patologías como la dermatitis, la rosácea o el acné. Sin olvidar que la deshidratación, como explica el dermatólogo Morales Raya, «aunque no provoca arrugas profundas por sí misma, sí favorece la aparición de líneas finas, pérdida de luminosidad e inflamación crónica. Esto deteriora la calidad del colágeno a largo plazo».
Zonas más sensibles
La cara y las manos son las partes del cuerpo más expuestas en invierno, y por lo tanto, más propensas a sufrir la deshidratación. Dentro del rostro, la farmacéutica Marta Masi explica que «los labios son una zona especialmente sensible, ya que no tienen glándulas sebáceas, por lo que se dañan y agrietan con facilidad». El doctor Morales Raya añade también «la parte superior de las mejillas y el contorno de ojos: son áreas finas, sensibles y muy expuestas al viento y al frío. Tienden a mostrar enrojecimiento, descamación y tirantez».
Por otra parte, en invierno también sufren mucho las manos, si no se usan guantes cuando se está en el exterior a temperaturas bajas. Además, el lavado continuo con agua y jabones, puede favorecer más su deshidratación. Y aunque están cubiertas, hay otras partes del cuerpo que, según los expertos, también hay que proteger de forma especial. «En invierno sufren mucho los talones y los codos, porque esa piel tiende a engrosarse y presentar mayor sequedad e incluso grietas» asegura Masi. Morales Raya añade las piernas, «especialmente en mujeres, presentan menor producción lipídica. El roce de la ropa y la calefacción intensifican la sequedad y el picor».
Mayor cuidado: piel seca o con dermatitis
Todas las pieles pueden resentirse durante el invierno, pero algunas son más vulnerables. Por una parte, está la piel seca y con tendencia a la deshidratación, que puede sufrir en mayor medida descamación y tirantez. Por otra parte, están las pieles que presentan alguna patología, como explica el dermatólogo. «Las personas con dermatitis atópica sufren más porque su barrera cutánea está estructuralmente alterada, por lo que la pérdida de agua aumenta y los brotes son más frecuentes. Las que tienen rosácea, también son más vulnerables, por los cambios bruscos de temperatura -del frío exterior al calor interior-, que desencadenan vasodilatación, aumentando las rojeces. Finalmente, en pieles con acné, el frío puede sensibilizar la barrera y aumentar la inflamación, provocando brotes irritativos», señala.
La mejor rutina de belleza contra el frío
A la hora de cuidar la piel en invierno, hay pasos que no cambian, como la limpieza, necesaria, tanto por la mañana, como por la noche, siempre con jabones o limpiadores suaves, que no dañen la función barrera. También hay que aplicar la protección solar, cuando se está en el exterior, porque los rayos UV, aunque son más débiles, siguen siendo dañinos para la piel. El principal cambio, respecto a otras épocas del año, es la hidratación de la piel, ya que en estos meses debe ser más exhaustiva, eligiendo cremas y sérums con activos hidratantes e incluso texturas más nutritivas, principalmente en pieles secas, y con tendencia a la deshidratación.
Morales Raya recomienda optar por cremas para el rostro que incluyan «activos humectantes como ácido hialurónico y glicerina, que atraen agua; emolientes, como escualano, aceites vegetales y manteca de karité, que suavizan y reparan; oclusivos como la vaselina o la dimeticona, que evitan la pérdida de agua; reparadores de la barrera, como las ceramidas, el colesterol, los ácidos grasos y la niacinamida; y activos que mejoran la renovación epidérmica y la hidratación, como urea y ácido láctico».
Otro cuidado diario importante es la hidratación de los labios con ayuda de bálsamo labiales con ceramidas, manteca de karité, aceite vegetales, vaselina, etc. También es aconsejable usar una crema reparadora para las manos, y usarla después de cada lavado. Para cuidar la piel del cuerpo Marta Masi recomienda «realizar duchas cortas, con limpiadores oleosos o cremosos, que el agua no sea muy caliente, e hidratar siempre inmediatamente después».
