Publicado: noviembre 24, 2025, 9:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/proxima-guerra-terminara-dos-semanas-terminara-mal-20251123150650-nt.html
Después del 7 de octubre de 2023, casi todos los vecinos de Guideon Harari abandonaron su pequeño ‘moshav’ (aldea cooperativa) y se fueron a otras partes del país. La franja norte de Israel quedó suspendida en un vacío sin gente de arbustos que … crecían por las calles, cristales polvorientos, contraventanas cerradas a cal y canto y piscinas sin agua. Aquellas casas de la colina las controlaba Hizbolá y desde ellas disparaban regularmente cohetes de los que no avisaba ninguna alarma.
Dos años después, las casas desde las que lanzaban bombas están destruidas, Harari no lleva pistola al cinto, las fuerzas del FDI han cruzado la frontera y el norte de Israel ha vuelto a la vida en una paz de la que nadie se atreve a aventurar cuánto durará. Guideon ha traído humus para almorzar en el mirador de Misgav Am junto a la alambrada, cantan los pájaros y se diría que entre los pinos va a aparecerse un excursionista, pero la frontera norte del país, encajonada entre Líbano y Siria y a tiro de misil de Irán, es el punto más caliente de Oriente Próximo, un avispero que tarde o temprano explotará.
«La guerra va a volver, aunque no sabemos cuándo. La próxima terminará en dos semanas y terminará mal», explica Harari, el coronel retirado de la Unidad 504 israelí de inteligencia militar convencido de que su país será más agresivo que la última vez. ¿Puede ser duradero el alto el fuego? «Para nada. Cualquier día un loco lanzará un cohete y todo empezará de nuevo».
Hasta septiembre de 2024, Israel permanecía en actitud defensiva, pero en esas fechas, las cosas cambiaron. Pretendían evitar que la fuerza Radwan de élite de Hizbolá invadiera el país en un nuevo 7 de octubre al norte del territorio, que el proxy de Irán dejara de disparar cohetes desde el valle del la Becá y el sur de Beirut, y eliminar a los líderes de las milicias terroristas.
Estallaron los buscapersonas, mataron a 179 cabecillas de Hizbolá, entre ellos Hassan Nasralá, y se adentraron más allá de la frontera en zonas que siguen en su poder. Aquellas casas desde las que las milicias bombardeaban el norte son, en su mayor parte, un amasijo de escombros que antes se llamaba Kfarkela. Tiraron abajo todas las viviendas en las que se encontraron municiones, signos de la presencia de los terroristas o incluso fotos de Nasralá.
«Entre el 60% y el 90% fueron derruidas. A la gente que vivía en esas zonas y que fue expulsada al sur de Beirut no la dejan regresar y esta situación no se puede mantener eternamente». «El plan de Nasralá era lanzar 1.500 cohetes al día, pero gracias a la fuerza que aplicó Israel solamente fueron 250». Harari confía en que el nuevo gobierno del Líbano termine con Hizbolá y el país vuelva a ser «como los demás», pero descarta que Israel se haga cargo de la tarea. «Líbano no controla el sur del país. Cualquiera que desee cambiar el régimen, lo tiene que hacer desde dentro: no queremos ver un soldado israelí morir por esa causa. Si esto no cambia, el país no saldrá adelante. Mientras Hizbolá controle el sur, no llegarán inversiones».
Desde Misgav Am, basta girar la cabeza para mirar hacia al otro foco de posible conflicto. Aquella cima es el monte Hermón y aquellos, los rasos de los Altos del Golán. Detrás de aquellas montañas está Siria, otra fuente de inestabilidad. Cuando el yihadista Al Jolani ganó el pulso a Al Assad, Israel avanzó sobre la Zona Azul, un ‘buffer’ desmilitarizado entre los dos países que se estableció en 1967, y tomó posiciones «de manera preventiva», sostiene Harari. «No sabíamos si eran Al Qaeda, el ISIS o qué».
Ahora, Al Jolani es un aliado de Trump y todo apunta a que deben hacerse amigos de un tipo que era de la yihad. ¿Es esto posible? «Tenemos que negociar con alguien… A Al Jolani no le va a ser fácil hacer de Siria un Estado religioso. Hay muchos grupos: los drusos, chiíes, alauitas… Es inteligente, pero no es el único. Por otra parte, Israel y Siria tienen muchos intereses en común. Podemos ayudarles con desalinización del agua, tecnología, agricultura… Podemos hacer cosas juntos. Debemos sospechar, pero negociar al mismo tiempo».
Irán, actor en la guerra proxy
El tercer frente es más lejano, pero hasta aquí llegan sus consecuencias. Hasta ahora, Irán actuó en la región a través de sus proxys: Hamás, Hizbolá y los Hutíes de Yemen, e Israel se impuso a los tres. «Les pagaba para que ellos fueran los que atacaran y, a su vez, los que recibieran el daño, pero ese escenario ha acabado», explica Harari.
Durante la Guerra de los Doce días, el pasado mes de julio, Israel y Estados Unidos bombardearon Irán, especialmente sus instalaciones militares y nucleares, pero el país pagó un precio cuando el régimen de los Ayatolas sobrepasó las capacidades defensivas de la Cúpula de hierro y colapsó su capacidad defensiva. Murieron cuarenta personas.
El vicealcalde de Tel Aviv Zamir Assaf asegura que solamente en la ciudad se perdieron 4.500 viviendas. Meses después, algunas manzanas siguen destruidas. «La guerra con Irán no ha terminado», admite Harari, pero nadie cree que Israel vaya a retomarla sin el permiso de Washington.
«No podemos comportarnos como si esto fuera Nueva Zelanda y estuviéramos en paz con todos nuestros vecinos. Vivimos en el peor barrio de la ciudad»
Guideon Harari
Coronel retirado de la Unidad 504 israelí de inteligencia militar
Con este flanco de Teherán ya son tres frentes con los que lidia Israel además del evidente del sur en el que se libra una guerra contra Hamás, actualmente suspendida, como las demás, de un fragilísimo hilo que en cualquier momento se puede romper. Harari cree en el futuro, Israel actuará de otra manera que en el pasado.
«Estábamos cuidándonos de que no hubiera guerra para ofrecer a la población una vida tranquila, pero, visto lo que pasó en el sur y lo que tenían planeado para el norte [una invasión como la del siete de octubre], debemos cambiar nuestra mirada en el conflicto». Esa perspectiva pasa por «que sea la fuerza la que hable. Tenemos que tender la mano para la paz, pero deben saber que esa mano puede pegar muy fuerte. No podemos comportarnos como si esto fuera Nueva Zelanda y estuviéramos en paz con todos nuestros vecinos. Vivimos en el peor barrio de la ciudad».
