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La agresiva respuesta de China plantea una hostilidad a largo plazo con Japón

La portada presenta a un muchacho que se rebela contra terribles soldados japoneses, quienes mantienen a sus familiares retenidos en un bosque, mientras uno de ellos lo amenaza con una espada al cuello. La ilustración corresponde a la penúltima página del libro. La última … muestra, en elegante y trágica elipsis, una visión panorámica del valle y decenas de aves echando a volar, como lo harían tras un grito de horror.
El libro en cuestión, adornado con el sello de la educación patriótica, aparece en las estanterías de una guardería pública para niños menores de tres años en el centro de Pekín. Esto representa una elocuente evidencia de cómo el odio de China contra Japón es inculcado por el régimen desde la más tierna infancia como herramienta de cohesión nacionalista.
Esta tensión subyacente ha vuelto a eclosionar estos días a consecuencia de la iracunda reacción de las autoridades chinas a unas declaraciones de Sanae Takaichi. Durante una sesión parlamentaria celebrada hace una semana, la primera ministra japonesa señaló que una hipotética invasión de Taiwán podría ser considerada una «situación que amenaza la supervivencia de Japón».

Este término legal, establecido en 2015, permitiría la movilización de las Fuerzas de Autodefensa, el peculiar Ejército nipón, limitado en su operatividad por la Constitución pacifista impuesta por Estados Unidos tras la II Guerra Mundial.
En respuesta, China ha lanzado una ofensiva de máxima intensidad, con ejercicios militares, sanciones comerciales y una agresiva retórica que acusa a Japón de «retomar la senda del expansionismo» y «repetir errores históricos», en referencia a dicho conflicto y la brutal ocupación de las tropas imperiales japonesas, de cuya rendición se conmemora este año el 80º aniversario.

Hosca diplomacia

De poco ha servido que Takaichi enviara a Pekín a Masaaki Kanai, director general de la Oficina de Asuntos de Asia y Oceanía del Ministerio de Exteriores, con la aclaración de que sus palabras «no representan un cambio en la política de seguridad de Japón».
El emisario fue recibido con hostilidad por su contraparte chino, Liu Jinsong, quien apareció ataviado con un traje mao –a modo de pretendido mensaje antimperialista– y mantuvo en todo momento un despectivo lenguaje no verbal. Los medios oficiales, además, difundieron unas imágenes del encuentro en las que Kanai parecía hacer una reverencia ante Liu, lo que ha motivado una queja del Gobierno japonés.
«China no redujo la tensión de su disputa con Japón tras los esfuerzos diplomáticos de Tokio esta semana. La reunión del 18 de noviembre entre dos altos diplomáticos salió mal», apuntaba un informe posterior de la consultora Eurasia.
También, el informe indicaba que «Pekín ha rechazado la insistencia de Tokio de que las declaraciones de Takaichi, insinuando una posible respuesta militar japonesa ante un ataque contra Taiwán, no suponen un cambio en la política japonesa. Y exige una retractación completa que Tokio considera que no puede ofrecer».

«Si realmente no ha habido ningún cambio en la posición del Gobierno japonés sobre la cuestión de Taiwán, su líder no debería haberla vinculado a una supuesta ‘situación que amenaza la supervivencia’ no debería haber traspasado una y otra vez la línea roja de China», ha reiterado este jueves Mao Ning, portavoz del ministerio de Exteriores chino, durante la rueda de prensa diaria del organismo.
Y añade: «Limitarse a declarar que la posición ‘no ha cambiado’ no resuelve las preocupaciones de China. Japón debe tomarse en serio lo que ha escuchado de China, retractarse de las declaraciones erróneas y adoptar medidas prácticas para cumplir sus compromisos con China».
El régimen, entretanto, sigue aumentando la presión por sus particulares mecanismos. Tras recomendar a sus turistas no viajar al país, lo que provocó la cancelación de casi medio millón de billetes de avión, y retrasar el estreno de varias películas.
Su última maniobra ha consistido en reinstaurar el veto a la importación de mariscos y pescados nipones, como ya hiciera en protesta por el vertido de aguas tratadas en la central nuclear de Fukushima.

Tensión duradera

«China ha indicado que es probable que haya más contramedidas», continuaba el documento de Eurasia. Y agrega: «Sin embargo, Pekín podría mostrarse reacia a permitir protestas públicas contra empresas japonesas –una táctica que ha utilizado en el pasado– por temor a que puedan desencadenar manifestaciones más amplias. China también podría aumentar la presión sobre las disputadas islas Senkaku o llevar a cabo ejercicios de fuego real en aguas cercanas a Japón. […] Una escalada más grave incluiría que China restringiera la exportación de minerales críticos a Japón –una herramienta que Pekín utilizó de forma contundente contra Tokio en 2010–».
El Gobierno de Taiwán, por su parte, ha acudido en auxilio de su aliado. El presidente William Lai Ching-te publicaba este jueves una foto en sus redes sociales «disfrutando» de un plato de sushi, poco después de que el ministro de Exteriores, Lin Chia-lung, llamara a los ciudadanos taiwaneses a comprar más productos nipones y visitar el país vecino.
«Sea cual sea el espectáculo que monten las autoridades de Lai Ching-te, ello no cambia el hecho de que Taiwán es China y una parte inalienable del territorio», zanjaba Mao. China considera al territorio una democracia independiente de facto, una región rebelde a la que nunca ha renunciado a someter por la fuerza.
En los últimos años ha incrementado su presión militar mediante múltiples maniobras que simulan un asalto a la isla, lo que motivó las declaraciones de Takaichi.

Informe
«El discurso oficial chino busca retratar a Sanae Takaichi como una líder militarista que reavivará los fantasmas del pasado imperial de Japón»

Consultora Eurasia

«Las exigencias maximalistas de Pekín hacia Japón no parecen motivadas únicamente por las declaraciones de Takaichi en el parlamento. El discurso oficial chino busca retratarla como una líder militarista que reavivará los fantasmas del pasado imperial de Japón», concluía el informe de Eurasia. «Las anteriores disputas diplomáticas de China con Corea del Sur en 2016 y con Australia en 2020 sugieren que el actual deterioro con Japón podría durar años, incluso después de que las tensiones hayan remitido parcialmente, traduciéndose en una coerción económica sostenida que se prolongaría durante todo el mandato de Takaichi».
La primera ministra no solo no está dispuesta a retractarse, sino que las hostilidades vienen a fortalecer la posición de quien proviene del ala más conservadora del Partido Liberal Democrático (PLD) y mantiene un discurso de marcado tono nacionalista.
«El Partido Comunista Chino y sus voces alineadas con el Estado han lanzado una oleada extraordinaria de ataques personales y señales coercitivas dirigidas a la nueva primera ministra de Japón, simplemente porque dio una respuesta clara y fáctica sobre lo que significaría para la seguridad de Japón un ataque chino contra Taiwán», defendía en redes sociales Vina Nadjibulla, vicepresidenta de Investigación y Estrategia de la Fundación Asia-Pacífico de Canadá.
«Esto es guerra política, no diplomacia tradicional: un intento deliberado de intimidar a una nueva líder, moldear los debates internos en Japón y lanzar una advertencia de que cualquier discusión abierta sobre la seguridad de Taiwán está fuera de los límites», proseguía. «Hablar con honestidad sobre las realidades de seguridad en el estrecho de Taiwán no es una ‘provocación’, sino una disuasión. Y los líderes democráticos no deberían ser castigados por hacer precisamente lo que sus ciudadanos esperan: ofrecer evaluaciones transparentes de los riesgos para la seguridad nacional». Un cuento, en definitiva, sin final a la vista.

Publicado: noviembre 21, 2025, 3:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/agresiva-respuesta-china-plantea-hostilidad-largo-plazo-20251121093526-nt.html

La portada presenta a un muchacho que se rebela contra terribles soldados japoneses, quienes mantienen a sus familiares retenidos en un bosque, mientras uno de ellos lo amenaza con una espada al cuello. La ilustración corresponde a la penúltima página del libro. La última muestra, en elegante y trágica elipsis, una visión panorámica del valle y decenas de aves echando a volar, como lo harían tras un grito de horror.

El libro en cuestión, adornado con el sello de la educación patriótica, aparece en las estanterías de una guardería pública para niños menores de tres años en el centro de Pekín. Esto representa una elocuente evidencia de cómo el odio de China contra Japón es inculcado por el régimen desde la más tierna infancia como herramienta de cohesión nacionalista.

Esta tensión subyacente ha vuelto a eclosionar estos días a consecuencia de la iracunda reacción de las autoridades chinas a unas declaraciones de Sanae Takaichi. Durante una sesión parlamentaria celebrada hace una semana, la primera ministra japonesa señaló que una hipotética invasión de Taiwán podría ser considerada una «situación que amenaza la supervivencia de Japón».

Este término legal, establecido en 2015, permitiría la movilización de las Fuerzas de Autodefensa, el peculiar Ejército nipón, limitado en su operatividad por la Constitución pacifista impuesta por Estados Unidos tras la II Guerra Mundial.

En respuesta, China ha lanzado una ofensiva de máxima intensidad, con ejercicios militares, sanciones comerciales y una agresiva retórica que acusa a Japón de «retomar la senda del expansionismo» y «repetir errores históricos», en referencia a dicho conflicto y la brutal ocupación de las tropas imperiales japonesas, de cuya rendición se conmemora este año el 80º aniversario.

Hosca diplomacia

De poco ha servido que Takaichi enviara a Pekín a Masaaki Kanai, director general de la Oficina de Asuntos de Asia y Oceanía del Ministerio de Exteriores, con la aclaración de que sus palabras «no representan un cambio en la política de seguridad de Japón».

El emisario fue recibido con hostilidad por su contraparte chino, Liu Jinsong, quien apareció ataviado con un traje mao –a modo de pretendido mensaje antimperialista– y mantuvo en todo momento un despectivo lenguaje no verbal. Los medios oficiales, además, difundieron unas imágenes del encuentro en las que Kanai parecía hacer una reverencia ante Liu, lo que ha motivado una queja del Gobierno japonés.

«China no redujo la tensión de su disputa con Japón tras los esfuerzos diplomáticos de Tokio esta semana. La reunión del 18 de noviembre entre dos altos diplomáticos salió mal», apuntaba un informe posterior de la consultora Eurasia.

También, el informe indicaba que «Pekín ha rechazado la insistencia de Tokio de que las declaraciones de Takaichi, insinuando una posible respuesta militar japonesa ante un ataque contra Taiwán, no suponen un cambio en la política japonesa. Y exige una retractación completa que Tokio considera que no puede ofrecer».

«Si realmente no ha habido ningún cambio en la posición del Gobierno japonés sobre la cuestión de Taiwán, su líder no debería haberla vinculado a una supuesta ‘situación que amenaza la supervivencia’ no debería haber traspasado una y otra vez la línea roja de China», ha reiterado este jueves Mao Ning, portavoz del ministerio de Exteriores chino, durante la rueda de prensa diaria del organismo.

Y añade: «Limitarse a declarar que la posición ‘no ha cambiado’ no resuelve las preocupaciones de China. Japón debe tomarse en serio lo que ha escuchado de China, retractarse de las declaraciones erróneas y adoptar medidas prácticas para cumplir sus compromisos con China».

El régimen, entretanto, sigue aumentando la presión por sus particulares mecanismos. Tras recomendar a sus turistas no viajar al país, lo que provocó la cancelación de casi medio millón de billetes de avión, y retrasar el estreno de varias películas.

Su última maniobra ha consistido en reinstaurar el veto a la importación de mariscos y pescados nipones, como ya hiciera en protesta por el vertido de aguas tratadas en la central nuclear de Fukushima.

Tensión duradera

«China ha indicado que es probable que haya más contramedidas», continuaba el documento de Eurasia. Y agrega: «Sin embargo, Pekín podría mostrarse reacia a permitir protestas públicas contra empresas japonesas –una táctica que ha utilizado en el pasado– por temor a que puedan desencadenar manifestaciones más amplias. China también podría aumentar la presión sobre las disputadas islas Senkaku o llevar a cabo ejercicios de fuego real en aguas cercanas a Japón. […] Una escalada más grave incluiría que China restringiera la exportación de minerales críticos a Japón –una herramienta que Pekín utilizó de forma contundente contra Tokio en 2010–».

El Gobierno de Taiwán, por su parte, ha acudido en auxilio de su aliado. El presidente William Lai Ching-te publicaba este jueves una foto en sus redes sociales «disfrutando» de un plato de sushi, poco después de que el ministro de Exteriores, Lin Chia-lung, llamara a los ciudadanos taiwaneses a comprar más productos nipones y visitar el país vecino.

«Sea cual sea el espectáculo que monten las autoridades de Lai Ching-te, ello no cambia el hecho de que Taiwán es China y una parte inalienable del territorio», zanjaba Mao. China considera al territorio una democracia independiente de facto, una región rebelde a la que nunca ha renunciado a someter por la fuerza.

En los últimos años ha incrementado su presión militar mediante múltiples maniobras que simulan un asalto a la isla, lo que motivó las declaraciones de Takaichi.

Informe

«El discurso oficial chino busca retratar a Sanae Takaichi como una líder militarista que reavivará los fantasmas del pasado imperial de Japón»

Consultora Eurasia

«Las exigencias maximalistas de Pekín hacia Japón no parecen motivadas únicamente por las declaraciones de Takaichi en el parlamento. El discurso oficial chino busca retratarla como una líder militarista que reavivará los fantasmas del pasado imperial de Japón», concluía el informe de Eurasia. «Las anteriores disputas diplomáticas de China con Corea del Sur en 2016 y con Australia en 2020 sugieren que el actual deterioro con Japón podría durar años, incluso después de que las tensiones hayan remitido parcialmente, traduciéndose en una coerción económica sostenida que se prolongaría durante todo el mandato de Takaichi».

La primera ministra no solo no está dispuesta a retractarse, sino que las hostilidades vienen a fortalecer la posición de quien proviene del ala más conservadora del Partido Liberal Democrático (PLD) y mantiene un discurso de marcado tono nacionalista.

«El Partido Comunista Chino y sus voces alineadas con el Estado han lanzado una oleada extraordinaria de ataques personales y señales coercitivas dirigidas a la nueva primera ministra de Japón, simplemente porque dio una respuesta clara y fáctica sobre lo que significaría para la seguridad de Japón un ataque chino contra Taiwán», defendía en redes sociales Vina Nadjibulla, vicepresidenta de Investigación y Estrategia de la Fundación Asia-Pacífico de Canadá.

«Esto es guerra política, no diplomacia tradicional: un intento deliberado de intimidar a una nueva líder, moldear los debates internos en Japón y lanzar una advertencia de que cualquier discusión abierta sobre la seguridad de Taiwán está fuera de los límites», proseguía. «Hablar con honestidad sobre las realidades de seguridad en el estrecho de Taiwán no es una ‘provocación’, sino una disuasión. Y los líderes democráticos no deberían ser castigados por hacer precisamente lo que sus ciudadanos esperan: ofrecer evaluaciones transparentes de los riesgos para la seguridad nacional». Un cuento, en definitiva, sin final a la vista.

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