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Expertos alertan sobre riesgo global de los ultraprocesados

El aumento del consumo de alimentos ultraprocesados en la dieta mundial representa un desafío urgente para la salud que exige políticas coordinadas y acciones de concientización para abordarlo, según una nueva serie de tres artículos, elaborada por 43 expertos internacionales y publicada en ‘The Lancet … ‘.
La serie visibiliza las tácticas que utilizan las empresas productoras de ultraprocesados para impulsar su consumo y obstaculizar políticas eficaces. Además, propone una hoja de ruta para el cambio hacia una regulación gubernamental impactante, la movilización comunitaria y dietas más saludables, accesibles y asequibles.

Desde la creación de la clasificación Nova en 2009- que organiza los alimentos en cuatro grupos según su nivel de procesamiento-, la evidencia científica muestra de forma consistente que los alimentos ultraprocesados están desplazando los patrones dietéticos tradicionales, deteriorando la calidad de la dieta y aumentando el riesgo de numerosas enfermedades crónicas.
Así, datos de encuestas nacionales indican un crecimiento sostenido en el consumo de ultraprocesados: su contribución energética se ha triplicado en España (del 11 % al 32 %) y China (del 4 % al 10 %) en las últimas tres décadas, ha aumentado notablemente en México y Brasil y supera el 50 % en EE. UU. y el Reino Unido.

Publicado: noviembre 18, 2025, 9:15 pm

Fuente de la noticia : https://www.abc.es/salud/enfermedades/aumento-alimentos-ultraprocesados-amenaza-salud-publica-20251119143411-nt.html

El aumento del consumo de alimentos ultraprocesados en la dieta mundial representa un desafío urgente para la salud que exige políticas coordinadas y acciones de concientización para abordarlo, según una nueva serie de tres artículos, elaborada por 43 expertos internacionales y publicada en ‘The Lancet‘.

La serie visibiliza las tácticas que utilizan las empresas productoras de ultraprocesados para impulsar su consumo y obstaculizar políticas eficaces. Además, propone una hoja de ruta para el cambio hacia una regulación gubernamental impactante, la movilización comunitaria y dietas más saludables, accesibles y asequibles.

Desde la creación de la clasificación Nova en 2009- que organiza los alimentos en cuatro grupos según su nivel de procesamiento-, la evidencia científica muestra de forma consistente que los alimentos ultraprocesados están desplazando los patrones dietéticos tradicionales, deteriorando la calidad de la dieta y aumentando el riesgo de numerosas enfermedades crónicas.

Así, datos de encuestas nacionales indican un crecimiento sostenido en el consumo de ultraprocesados: su contribución energética se ha triplicado en España (del 11 % al 32 %) y China (del 4 % al 10 %) en las últimas tres décadas, ha aumentado notablemente en México y Brasil y supera el 50 % en EE. UU. y el Reino Unido.

Las dietas altas en ultraprocesados se asocian con sobrealimentación, mala calidad nutricional y mayor exposición a sustancias dañinas.

Una revisión sistemática de 104 estudios encontró que 92 reportaron mayores riesgos de enfermedades crónicas, con asociaciones significativas con obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, depresión y muerte prematura.

Aunque existen críticas a la clasificación Nova, como la falta de ensayos a largo plazo y la necesidad de comprender mejor los mecanismos implicados, advierte Mathilde Touvier, del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (Inserm) de Francia, «la evidencia acumulada respalda que las dietas ricas en alimentos ultraprocesados perjudican la salud a nivel mundial y justifica la necesidad de medidas políticas».

Políticas

El segundo artículo presenta un conjunto de políticas coordinadas para reducir la producción, comercialización y consumo de alimentos ultraprocesados y para responsabilizar a las grandes empresas por su influencia en dietas poco saludables.

Sostiene que mejorar la alimentación mundial requiere medidas específicas sobre ultraprocesados que complementen las leyes existentes dirigidas a reducir el contenido de grasas, sal y azúcar.

Entre las acciones propuestas destacan: incluir en el etiquetado frontal los ingredientes característicos de los ultraprocesados (como colorantes, saborizantes y edulcorantes), imponer restricciones más estrictas a la publicidad, especialmente la dirigida a niños y en medios digitales, prohibir los ultraprocesados en instituciones públicas y limitar su presencia en los supermercados.

Se señala como ejemplo el programa de alimentación escolar de Brasil, que ha eliminado la mayoría de estos productos y exigirá que el 90% de los alimentos sean frescos o mínimamente procesados para 2026.

Además, el artículo subraya que estas regulaciones deben ir acompañadas de acciones para ampliar el acceso a alimentos frescos, como gravámenes a ciertos ultraprocesados destinados a financiar subsidios para familias de bajos ingresos. Los expertos coinciden en que las políticas deben adaptarse a cada país, pero que es urgente combinar la regulación estricta de productos de baja calidad con un apoyo realista que permita a todas las personas acceder a opciones saludables y prácticas.

«El creciente consumo de alimentos ultraprocesados está transformando la dieta a nivel mundial, desplazando los alimentos frescos y mínimamente procesados. Este cambio en la alimentación se ve impulsado por poderosas corporaciones globales que generan enormes ganancias al priorizar los productos ultraprocesados, con el apoyo de un intenso marketing y un fuerte lobby político para frenar políticas de salud pública eficaces que promuevan una alimentación saludable», denuncia Carlos Monteiro, de la Universidad de São Paulo (Brasil).

Según Camila Corvalán, de la Universidad de Chile, para afrontar este desafío, «los gobiernos deben tomar la iniciativa e implementar políticas audaces y coordinadas, desde incluir indicadores de UPF en el etiquetado frontal de los envases hasta restringir su comercialización e implementar impuestos para financiar un mayor acceso a alimentos nutritivos y asequibles».

Según muestra el tercer artículo, el auge mundial de los alimentos ultraprocesados no se debe principalmente a decisiones individuales, sino al poder y las estrategias de las grandes corporaciones. Estas empresas utilizan ingredientes baratos, procesos industriales y un marketing agresivo para maximizar ganancias y expandir el consumo, generando un sector altamente rentable con ventas globales de 1,9 billones de dólares. Su enorme rentabilidad les permite ampliar su influencia política, económica y cultural, moldeando los sistemas alimentarios a escala mundial.

Marion Nestle, de la Universidad de Nueva York (EE,UU.) cree que «mejorar la alimentación a nivel mundial requiere políticas adaptadas a la situación particular de cada país y al grado de arraigo de los ultraprocesados en los hábitos alimenticios cotidianos. Si bien las prioridades pueden diferir, se necesitan medidas urgentes en todas partes para regular los alimentos ultraprocesados, junto con los esfuerzos existentes para reducir su alto contenido en grasas, sal y azúcar».

En este sentido, Gyorgy Scrinis, de la Universidad de Melbourne (Australia), añade que «es fundamental que las políticas garanticen que los alimentos frescos y mínimamente procesados sean accesibles y asequibles. Solo combinando una regulación más estricta de los productos alimenticios de baja calidad con un apoyo realista a opciones más nutritivas podremos promover realmente mejores dietas para todos».

En contra de la salud pública

Por último, la serie muestra que las compañías emplean tácticas sofisticadas para evitar regulaciones: coordinan grupos de presión, financian campañas políticas, moldean debates científicos y recurren a litigios para retrasar políticas de salud pública. Frente a este poder corporativo, los autores proponen una respuesta global coordinada que proteja la formulación de políticas de la injerencia de la industria, rompa los vínculos entre empresas y entidades de salud, y fortalezca una red internacional de defensa contra los ultraprocesados.

El artículo sostiene que transformar los sistemas alimentarios exige apoyar a productores locales, preservar tradiciones culinarias, promover la equidad y asegurar que los beneficios económicos regresen a las comunidades. Destaca que un camino alternativo es posible si los gobiernos regulan con firmeza, las comunidades se movilizan y se garantiza el acceso universal a dietas saludables y asequibles.

«Necesitamos una respuesta global contundente de salud pública, similar a los esfuerzos coordinados para desafiar a la industria tabacalera. Esto incluye proteger el espacio político de la presión política y crear coaliciones sólidas para promover sistemas alimentarios saludables, justos y sostenibles, y hacer frente al poder corporativo», señala Phillip Baker, de la Universidad de Sidney (Australia).

Los autores abogan por una respuesta global coordinada de salud pública para proteger la formulación de políticas de la injerencia de la industria, poner fin a los vínculos de la industria con profesionales y organizaciones de la salud, y construir una red global de defensa de acciones contra los alimentos ultraprocesados.

Por ejemplo, indica Karen Hoffman, de la Universidad de Witwatersrand (Sudáfrica), «así como nos enfrentamos a la industria tabacalera hace décadas, ahora necesitamos una respuesta global audaz y coordinada para frenar el poder desproporcionado de las corporaciones de alimentos ultraprocesados y construir sistemas alimentarios que prioricen la salud y el bienestar de las personas».

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