Publicado: noviembre 11, 2025, 1:45 am
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/sharaa-combatir-tropas-eeuu-alfombra-roja-casa-20251110191140-nt.html
En marzo de 2003, un joven Ahmed Al Sharaa se subió a un autobús en Damasco y partió a Irak para combatir a los estadounidenses. Tenía 29 años y, como miles de jóvenes árabes, acudió a empuñar las armas frente a la invasión ordenada … por George Bush. Veintidos años después, fue recibido por Donald Trump en la Casa Blanca. Este «tipo joven, atractivo… un tipo duro, con un pasado muy fuerte… luchador», según le definió Trump tras su primer encuentro cara a cara en Doha en mayo, dio el salto desde las prisiones iraquíes de Abu Ghraib y Camp Bucca, donde permaneció encerrado 6 años por su vinculación con Al Qaida, al Despacho Oval.
Más de dos décadas viviendo en la clandestinidad, en la oscuridad, de la que salió en diciembre tras lograr en una operación de apenas 11 días derrocar al régimen de Bashar Al Assad. Más de dos décadas de las que prefiere no hablar en las entrevistas, su apuesta es hablar del futuro de Siria.
Al Sharaa nació en Arabia Saudí en octubre de 1982, donde su padre se había exiliado tras sus problemas con el régimen sirio, entonces en manos de Hafez Al Assad. Cuando tenía cinco años la familia regresó a Damasco y se instalaron en un apartamento del barrio de Mezze. Este fue el primer lugar que visitó en la capital cuando se consumó la caída de Assad. Al Sharaa tiene seis hermanos y está casado con Latifa Al Droubi, con quien tiene tres hijos.
Durante las dos últimas décadas ha usado varios alias, el más importante el de Al Fatih Abu Mohammad Al Golani, un nombre de guerra que refleja tanto los orígenes de su familia, en el Golán ocupado por Israel, como su ambición ya que Al Fatih significa «el conquistador», destaca Raya Jalabi en el extenso perfil que le dedica en ‘Financial Times’. Cuando le preguntan por su pasado con Al Qaida en Irak -años marcados por atentados suicidas, ataques sectarios y contra las fuerzas iraquíes y estadounidenses-, insiste en que nunca participó en acciones que dañaran a civiles. Una afirmación complicada de creer, según los expertos. Jalabi piensa que «cuanto más se profundiza en el pasado de Sharaa, más claro queda que su meticulosa discreción no solo le permitió sobrevivir a más de dos décadas de militancia islamista, sino que también contribuyó a su victoria sobre Assad. Y podría determinar su capacidad para mantenerse en el poder una vez que se desvanezca el entusiasmo generado por la victoria».
Ruptura con al Qaida
Cuando le pusieron en libertad en Irak en 2011, tampoco está claro el motivo de su liberación, las Primaveras árabes sacudían la región y contactó con Abu Baker Al Bagdadi para proponerle la expansión de Al Qaida a Siria, donde Assad se enfrentaba al levantamiento popular. Al Jolani fundó Jabhat Al Nusra, el brazo sirio de Al Qaida, y reclutó a miles de hombres, muchos de ellos yihadistas extranjeros. Su tarjeta de presentación fue un doble atentado en Damasco contra un complejo militar que dejó más de 55 muertos y 400 heridos. Al Nusra fue etiquetada como «organización terrorista» y Estados Unidos estableció una recompensa de 10 millones de dólares por la cabeza de su líder.
No tardó en tener problemas con Al Bagdadi porque no aceptó sumarse al proyecto del ‘Califato’ impulsado por el grupo yihadista Estado Islámico (ISIS). Así arrancó una lucha interna entre yihadistas que llevaron a Al Jolani a hacerse fuerte en la provincia de Idlib, al noreste de Siria y en plena frontera de Turquía, donde creo una especie de mini estado libre del control de Assad. En 2019 oficializó su ruptura con Al Qaida, rebautizó su grupo como Hayat Tahrir al-Sham y fortaleció sus lazos con Ankara, su apoyo más firme en la lucha por derrocar al régimen.
Dos caras
«Después de catorce años de guerra civil lo menos que esperábamos los sirios era que el exlíder de AQ se convirtiera en presidente. Se parece a Bin Laden, pero es más pragmático, ha ido cambiando de nombres, facciones, aliados… Su enemigo era Assad y eso le hizo ganar apoyo dentro del país. Es un gran oportunista y supo aprovechar las debilidades del régimen», opina un e funcionario del gobierno anterior consultado en Damasco. Pese a que defiende en cada uno de sus discursos que busca «una Siria para todos», las minorías desconfían de un hombre con un pasado marcado por la yihad y respaldado por facciones extremistas, ahora en los puestos de poder.
Las minorías de Siria le acusan de ponerse la careta de Al Sharaa para el exterior y la de Al Jolani para el interior, en momentos como el de la matanza de civiles alauíes en la costa, en marzo. Las voces críticas con su gestión también apelan a las dos caras del presidente, «un tigre contra las minorías, un conejo contra Israel», que ocupa el sur del país y ha realizado cientos de ataques ante el silencio de Damasco. El máximo dirigente mantiene el silencio sobre esta ocupación y busca un acuerdo para que Benjamín Netanyahu deje de bombardear.
Al Jolani deja que sea Al Sharaa quien se siente ante Trump con el gran objetivo de sumar apoyos para la reconstrucción de un país arrasado por la guerra civil. Trump quiere un aliado que no tarde en sumarse a los Acuerdos de Abraham. La única palabra que no figura en la ecuación es «democracia», ausente en las intervenciones de Al Sharaa y los suyos hasta el momento. A Trump no parece importarle.
