Publicado: noviembre 6, 2025, 7:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/mamdani-abandera-auge-poder-musulman-eeuu-20251106213745-nt.html
«Durante años, muchos de nosotros vivimos en parte en la sombra, orgullosos de lo que somos, pero sin querer mostrarlo», cuenta Hassan Yousuf, uno de los cientos de miles de musulmanes que vive en Nueva York. Como muchos otros, creció en una ciudad golpeada … por los ataques islamistas del 11 de septiembre de 2001. «La victoria de Zohran Mamdani camiba eso –afirma–. Por primera vez, me siento verdaderamente representado: culturalmente, espiritualmente y políticamente».
Yousuf habla desde el barrio de Astoria, en Queens, el hogar también de Mamdani. Hay zonas donde por la noche las terrazas de los bares se llenan del humo de las ‘shishas’, con restaurantes libaneses o egipcios estupendos, donde las pastelerías no cierran hasta tarde. Uno de sus vecinos ganó el pasado martes la elección a la Alcaldía de Nueva York, la mayor ciudad de EE.UU., su capital económica y cultural.
La victoria ocurre casi un cuarto de siglo después de esos atentados que conmocionaron a EE.UU. y al mundo, que colocaron en el punto de mira a la comunidad musulmana y limitaron su implicación en la política. La vida se limitó para muchos a trabajar, estudiar, formar una familia, incrementar un patrimonio y no meterse en problemas.
En las elecciones de 2021, las que ganó el actual regidor, Eric Adams, se calcula que solo el 12% de los musulmanes de la ciudad fueron a las urnas. El pasado junio, cuando Mamdani se impuso contra pronóstico en las primarias demócratas –tumbó al favorito, el exgobernador Andrew Cuomo– solo un tercio de los musulmanes de Nueva York estaban registrados como votantes. Todavía no hay datos al respecto, pero todo indica que el registro se ha disparado desde entonces por la concurrencia de Mamdani en las papeletas.
Y ha hecho emerger un electorado numeroso y que puede ser clave: se calcula que los musulmanes suponen el 9-10% de la población de Nueva York, entre 800.000 y un millón de personas. Se han convertido en una minoría con un peso demográfico similar al de la comunidad judía, que se estima en algo menos de un millón de personas. Con esa presencia, a Nueva York se le ha considerado siempre una ciudad muy judía –es la que tiene más judíos en el mundo fuera de Tel Aviv– y ahora los musulmanes tienen una presencia similar.
El ascenso político de este joven socialista y musulmán de 34 años muestra cómo Nueva York ha pasado página con el 11-S. Aunque es cierto que lo hace con un musulmán alejado de cualquier integrismo confesional, adherido con fuerza a las causas progresistas de ‘justicia social’, como la agenda LGBTQ. Pero, más allá de la Gran Manzana, muestra el creciente poder de la minoría musulmana y árabe en la política de EE.UU., que hasta ahora solo había tenido protagonistas anecdóticos, como el fiscal general de Minnesota, Keith Ellison, que se convirtió en 2006 en el primer musulmán elegido para el Congreso.
La misma noche en que Mamdani se subió al escenario de un teatro de Brooklyn para celebrar su victoria y su orgullo de ser musulmán y socialista, lejos de allí, en Virginia, una musulmana hacía historia: la demócrata Ghazala Hashmi ganó la elección a vicegobernadora y se convertía en la primera mujer musulmana en imponerse en una elección estatal. Hashmi ya copó titulares en 2019, cuando se convirtió en la primera persona musulmana en conquistar un escaño del Senado estatal de Virginia, y además en un distrito que se inclinaba hacia los republicanos.
Símbolos de radicalismo
Ese poder político posterior al 11-S tuvo uno de sus grandes episodios en las elecciones legislativas de 2018, donde emergieron dos figuras destacadas: Ilhan Omar y Rashida Tlaib, las dos primeras diputadas musulmanas en la historia de la Cámara de Representantes. De origen somalí y palestino, respectivamente, ambas de estados del Medio Oeste –Minnesota y Míchigan– y de la facción demócrata más izquierdista. Integraron esa camada de jóvenes diputadas que Donald Trump –entonces en su primer mandato– calificó como ‘The Squad’ (‘El escuadrón’), con un discurso socialista que las convirtió, para los republicanos, en el símbolo de la deriva radical de los demócratas.
En el último año, el peso político de los musulmanes y árabes ha sido más significativo que nunca. Su enfado con la gestión de la guerra en Gaza por el Gobierno de Joe Biden se materializó en un movimiento –’Uncommitted’, ‘No comprometidos’– que sacudió las primarias demócratas y debilitó a Biden, que aún era candidato a la reelección.
Pero el impacto no ha sido solo entre los demócratas. El peso de los votantes musulmanes en estados decisivos para la elección presidencial del año pasado –como Pensilvania y, sobre todo, Míchigan– llevó a Trump a cortejar sin disimulo a ese electorado. De hecho, desplegó a su consuegro –el marido de su hija Tiffany es de origen libanés– a labrar apoyos en esas comunidades. Su mensaje para ellos es que, además de mejorar la maltrecha economía, acabaría con la guerra en Gaza. Y funcionó.
En la celebración de su reelección como presidente el año pasado, Trump no se olvidó de incluir en sus agradecimientos a los «musulmanes estadounidenses» y «árabes estadounidenses». Y, pese a todos los ataques que Trump ha dedicado a Mamdani, como el más habitual de «comunista», no ha utilizado su condición de musulmán como munición política. Algo que, sin embargo, sí han hecho aliados suyos. Entre ellos, la ‘influencer’ Laura Loomer, que ha defendido que el ascenso de Mamdani es parte de la «conquista islámica de EE.UU.». O el diputado Andy Ogles, que ha dicho que el próximo alcalde de Nueva York, nacido en Uganda en una familia india, «vino a América por una razón: para convertir a EE.UU. en una teocracia islámica».
