Publicado: noviembre 2, 2025, 7:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/viaje-america-profunda-devolvio-trump-casa-blanca-20251103210922-nt.html
«Nancy, sé que papá y mamá estarían muy decepcionados contigo por querer que ganara Trump, por votar a Trump». Bob Stewart cuenta lo que le dice a su hermana cuando la ve. Habla con este periódico delante de sus campos de arándanos y … frambuesas, entre colinas suaves y parches de bosque. Estamos a las afueras de Brodheadsville, en el condado de Monroe, al oeste de Pensilvania, uno de los grandes frentes electorales de la elección presidencial del año pasado. Esa que llevó a Donald Trump, por mucho que moleste a Stewart, de regreso a la Casa Blanca.
Este granjero, que fue profesor de escuela en otra vida, no habla mucho con su hermana. «Ella es muy de Trump», explica con una sonrisa triste. «Como casi todos por aquí», añade, apuntando a las granjas y campos de cultivo de alrededor.
Este miércoles es 5 de noviembre y se cumple un año de aquella victoria histórica de Trump. Una remontada política difícil de anticipar después de que una turba de sus seguidores asaltara el Capitolio, después de que recibiera cuatro imputaciones penales y fuera el primer expresidente condenado por delitos. Y un año desde el comienzo de un nuevo ciclo trumpista, todavía más rupturista y más polarizante. Para algunos, es la nueva era dorada de Estados Unidos. Para otros, un descenso al autoritarismo, hacia el final de la democracia más vieja del mundo, cuando está a punto de cumplir 250 años.
Stewart, con una sudadera del equipo del instituto local con las manchas del trabajo, está entre los segundos. «El país no va en buena dirección», defiende. Y dice que su padre no peleó en la Segunda Guerra Mundial «para que el poder esté en manos de un dictador, de un rey».
«No vamos en buena dirección»
«Mi padre no peleó en la II Guerra Mundial para que ahora tengamos un rey», protesta Bob Stewart, agricultor del este de Pensilvania
Habla desde un lugar que no es territorio tradicional republicano, ni siquiera trumpista, pero que ejemplifica como pocos el triunfo del multimillonario neoyorquino. El condado de Monroe tiene una mezcla de campo, pequeña ciudad con universidad, destino turístico -las montañas Poconos- y tejido suburbano que se ha inclinado tradicionalmente a los demócratas. Aquí no ganaba un republicano en votaciones a nivel estatal desde 2010. Pero Trump mejoró en siete puntos su desempeño en Monroe respecto a las elecciones de 2020 -las que perdió con Biden-, el mayor incremento para cualquier condado en Pensilvania, el estado más decisivo de las presidenciales, donde los candidatos vinieron y volvieron sin parar, donde llovieron cientos de millones de dólares de las campañas y donde Trump estuvo a milímetros de perder la vida en un atentado durante un mitin. Y pintó este condado de rojo republicano.
«Estamos eufóricos»
«Trump está siendo mejor de lo que esperábamos, y esperábamos mucho», asegura Peter Begley, líder de los republicanos en el condado de Monroe, Pensilvania
Ese rojo -y una variedad infinita de naranjas y amarillos- explota en este momento del otoño en los bosques por los que serpentea la carretera camino de Alaska Pete’s, un restaurante de carretera cerca de Marshall’s Creek donde espera Peter Begley, el presidente de los republicanos del condado de Monroe.
«Estamos eufóricos», dice Begley. «Trump está siendo mejor de lo que esperábamos, y esperábamos mucho. Es una nueva edad dorada». Viste camiseta roja del presidente y repasa lo que considera sus logros: los acuerdos de paz logrados por todo el mundo, el control de la frontera frente a la entrada masiva de inmigrantes indocumentados, la implementación de aranceles, la eliminación de la agenda LGBTQ, la caída del precio de la gasolina…
Desprecia las acusaciones de los demócratas sobre los abusos autoritarios de Trump, su colonización de las instituciones, las fricciones con el poder judicial, el despliegue del Ejército en territorios demócratas, el uso de la Fiscalía para perseguir rivales políticos… «Ningún rey permitiría una manifestación con el lema ‘No a los reyes’», asegura sobre las dos grandes movilizaciones demócratas contra Trump en los últimos meses.
Polarización en EE.UU.
«Los demócratas no son patriotas, no aman la Biblia», critica Begley. «Tus derechos vienen de Dios», informa. Y concede con la boca pequeña que le preocupa la creciente polarización. «Me gustaría que no ocurriera, pero solo se habla de eso cuando la izquierda no está en el poder».
La división son siempre los otros. Queda claro después de charlar con vecinos de este apacible rincón de EE.UU., donde parece que no pasa nada, más allá del viento que empuja las hojas ya muertas. «Que haya tanta división es por culpa de los otros», dice Jennifer Hallstrom, que forma parte del club local de mujeres republicanas. «Para ellos, eres una persona horrible si vas con Trump».
«No se puede hablar con los trumpistas», replica sobre ellos Cinthya Hamill, quien imparte clases en la Universidad de East Stroudsburg, la pequeña ciudad de este condado. «Para ellos, Trump es el rey del mundo y es infalible». Para ella, la política del actual presidente es «cruel» y una «deriva fascista».
Desde East Stroudsburg, con una calle principal coqueta y llena de homenajes a los militares locales caídos en servicio, solo hay que cruzar el río Delaware, que baja por sus afueras, para entrar en Nueva Jersey. Rumbo hacia el este, la autopista es un espectáculo otoñal hasta que las inmediaciones de la zona metropolitana de Nueva York convierten el paisaje en suburbio: hileras de casas con jardín, sucesión de gasolineras, Starbucks y locales de comida rápida y ‘strip malls’, los pequeños complejos comerciales que dominan la América que está entre el campo y la ciudad.
«Me siento seguro y la economía va bien»
«Trump es un abusón, pero lo que necesitamos en estos momentos es un abusón», defiende Richard Seylaz, desde Passaic, en Nueva Jersey
Ese es el aspecto de Wayne, en el condado de Passaic, otro de los territorios que Trump cambió de color hace un año. Aquí su voto se disparó casi en veinte puntos respecto a 2020. Entre quienes optaron por él está Richard Seylaz, un comerciante de diamantes, con negocio en Manhattan y vida en este suburbio. Dice que es independiente, pero habla como un convencido de Trump. «Me siento más seguro y la economía va en la dirección correcta», resume sobre su satisfacción con el presidente republicano, del que no alaba sus formas: «Es un abusón, pero es que en estos tiempos necesitamos un abusón».
Seylaz cree que la inmigración es una de las razones por las que creció tanto Trump aquí. La presencia inmigrante no pasa desapercibida en el centro de Paterson, la ciudad de este condado, donde más del 60% de la población es hispana. Ese electorado fue una de las claves de la elección de hace un año. Trump -con su discurso de mano dura migratoria- consiguió el 46% de los votos de los hispanos, más que ningún candidato republicano a la presidencia.
«Aquí hay mucha gente que se está arrepintiendo», dice George Anthony desde una imponente mansión de una donante del Partido Demócrata que acoge un acto con candidatos a las elecciones locales de este martes en Nueva Jersey, donde está en juego, entre otros, el gobernador del estado. «El año pasado la gente quería un cambio, sobre todo por la economía. Muchos de los nuestros le votaron», dice Anthony, de origen puertorriqueño y que actúa como nexo del partido con las comunidades hispanas de Paterson. «Hay muchos mexicanos y dominicanos arrepentidos».
Es difícil saber si eso es un deseo o una realidad. Ningún votante con el que ha hablado este periódico reniega de su decisión del año pasado. Las encuestas, sin embargo, muestran dos elementos que son habituales en Trump a nivel nacional: baja popularidad y gran división. El último sondeo de Ipsos para ABC News y ‘The Washington Post’ coloca a Trump con una popularidad de 41%, el porcentaje más bajo para esta encuestadora desde el asalto al Capitolio, en enero de 2021. Pero con el apoyo del 86% de los republicanos y la oposición del 95% de los demócratas (el suspenso del 69% de los independientes es lo que más inclina la balanza).
Próximas pruebas
Esta elección a gobernador en Nueva Jersey, como la que se celebra en Virginia para el mismo cargo, servirá para tomar la temperatura del votante. También la que tiene como protagonista al socialista y musulmán Zohran Mamdani para la alcaldía de la mayor ciudad del país, Nueva York.
«Bien en internacional, un desastre nacional»
«La parte internacional la está manejando muy bien. En política nacional, es un desastre», dice del presidente María Fernanda Cuéllar
Desde Paterson, una maraña de autopistas, túneles y puentes salva los suburbios de Nueva York hasta llegar a Manhattan y, poco después, a Queens, el distrito de Mamdani. Y también el lugar donde se crió Trump. Aquí no ganó el presidente -la victoria demócrata es perenne, como el atasco-, pero creció una barbaridad, 22 puntos (igual que en el Bronx). «La gente está muy enojada con los inmigrantes que vienen de forma ilegal y les dan todo gratis», dice Nidia Olvera, que votó a Trump y lo seguirá haciendo, desde Roosevelt Avenue, el gran enclave hispano del distrito.
«La parte internacional la está manejando muy bien», dice sobre el presidente María Fernanda Cuéllar, de origen colombiano, encantada de las embestidas de Trump contra Gustavo Petro. Pero no le votó el año pasado y tampoco se arrepiente. «En política nacional, es un desastre». En este periplo del campo a la ciudad, en territorios donde creció Trump hace un año, apenas hay unanimidad en una cosa: la división.
