Publicado: octubre 18, 2025, 10:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/llevaron-caida-principe-andres-amistad-epstein-decision-20251018194132-nt.html

El Príncipe Andrés dejará de utilizar sus títulos y honores reales, una decisión anunciada como «voluntaria« por el Palacio de Buckingham este viernes y que marca el cierre de una etapa en la que la presión acumulada desde varios frentes -judicial, mediático, político y … familiar— terminó por dejar sin margen de maniobra a la Casa Real británica.
Así, Andrés ya no firmará como Duque de York ni podrá añadir las siglas «KG», correspondientes a caballero la Orden de la Jarretera, después de su nombre. Tampoco usará los títulos de conde de Inverness y barón de Killyleagh, que durante décadas simbolizaron su rango en la jerarquía monárquica. En su comunicado, el príncipe afirmó haber tomado la decisión «en conversación con Su Majestad el Rey y con mi familia inmediata y más amplia» y justificó el paso por la necesidad de «poner el deber hacia mi familia y mi país por encima de todo». Negó, eso sí, las acusaciones de conducta sexual impropia, las mismas que hace años habían puesto en crisis su reputación y la de la monarquía británica.
El comunicado fue cuidadosamente redactado para presentar la medida como un gesto voluntario, pero fuentes de Buckingham citadas por la prensa local reconocen que Andrés actuó «bajo una fuerte presión» y que, en realidad, se trató de una maniobra acordada con el Palacio para evitar una intervención del Parlamento. Retirarle oficialmente el título de Duque de York habría exigido un proceso legislativo excepcional, con implicaciones históricas y repercusión internacional. La solución elegida, que el Príncipe deje de usar los títulos sin perderlos legalmente, le permite al monarca controlar la narrativa y evitar un conflicto institucional visible.
La decisión es el resultado de un deterioro prolongado que comenzó con la amistad de Andrés con el financiero estadounidense Jeffrey Epstein, condenado por delitos de explotación sexual de menores. Esa relación, que el príncipe admitió públicamente, había suscitado inquietud en el Palacio desde que en 2010 se publicaran fotografías de ambos paseando por Central Park, después de que Epstein saliera de prisión. Aunque entonces se intentó restar importancia al episodio, la conexión con el empresario se convirtió en un lastre político y moral para la familia real, y con el tiempo se transformó en un problema irresoluble.
El verdadero colapso de su reputación llegó en noviembre de 2019, cuando el Príncipe accedió a conceder una entrevista a Emily Maitlis para el programa Newsnight de la BBC. En ella, trató de despejar las acusaciones formuladas por Virginia Giuffre, una de las víctimas de Epstein, que lo había señalado como uno de sus abusadores cuando ella era menor de edad. La entrevista, concebida como una oportunidad para limpiar su nombre, tuvo el efecto opuesto. Andrés ofreció explicaciones consideradas inverosímiles, negó haber conocido a Giuffre pese a las fotografías que los mostraban juntos y declaró no poder sudar debido a una condición médica, una afirmación que fue objeto de burla pública. La opinión generalizada fue que carecía de empatía y de sentido de responsabilidad. En los días siguientes, numerosos organismos y entidades con las que mantenía vínculos honorarios cortaron toda relación con él. El Palacio anunció que dejaba de desempeñar funciones públicas, una decisión que inauguró un largo período de marginación.
Acuerdo millonario
En 2022, la demanda civil interpuesta por Giuffre en Estados Unidos se resolvió con un acuerdo económico millonario. El Príncipe no admitió culpabilidad alguna ni reconoció los hechos. A partir de entonces perdió también sus cargos militares y los últimos patronazgos reales que mantenía. La Casa de Windsor intentó protegerse delimitando su figura como la de un «no working royal», un miembro de la familia sin funciones oficiales ni representación institucional. Pero, incluso fuera del primer plano, el duque continuaba siendo un problema para el Palacio.
Durante los años posteriores, Andrés ha mantenido un perfil discreto en Royal Lodge, su residencia en Windsor, donde vive con su exesposa Sarah Ferguson. Sin embargo, la presión no se disipó. Las dudas sobre sus finanzas, sus amistades y su criterio en asuntos públicos seguían alimentando titulares. Entre otros episodios controvertidos estuvo la venta de una mansión a un empresario kazajo próximo al régimen de Nursultán Nazarbáyev, en una operación de quince millones de libras. La transacción, aunque legal, reforzó la percepción de que el Príncipe operaba con una red de contactos poco transparente. A ello se añadió la preocupación de los servicios de inteligencia británicos por su presunta relación con agentes del gobierno chino.
Este año, cuando el Palacio creía haber estabilizado la situación, nuevas revelaciones resquebrajaron cualquier intento de contención. La primera fue un correo electrónico que mostraba que el príncipe había seguido en contacto con Epstein meses después de afirmar que había cortado la relación. El mensaje, publicado por la prensa británica, es breve pero devastador. En él, Andrés se dirigía a Epstein con familiaridad, dando a entender que ambos compartían preocupaciones comunes. Un alto funcionario de Buckingham, citado por la BBC, calificó el correo como «el momento en que la versión del Príncipe se desmoronó».
A esa filtración se añadió la publicación, en agosto, del libro «Entitled: The Rise and Fall of the House of York», del historiador Andrew Lownie, que ofrece un retrato implacable del Duque de York y de su exesposa. Basado en cientos de entrevistas y documentos inéditos, Lownie describe a Andrés como «socialmente torpe, arrogante y carente de empatía», denuncia la «corrupción financiera en el corazón de la familia real» y detalla cómo el Príncipe habría utilizado su cargo de enviado comercial para obtener beneficios privados. En un encuentro con corresponsales extranjeros de la Foreign Press Association (FPA), el autor reconoció que «me resultó imposible encontrar algo bueno que decir sobre él; todas las personas con las que hablé, incluso quienes lo conocieron de cerca, fueron críticas», y añadió que su investigación «confirma hasta qué punto el duque se consideraba intocable dentro del sistema».
Pocos días más tarde, se difundieron extractos de las memorias póstumas de Virginia Giuffre, que se suicidó hace unos meses, y cuya publicación está prevista para la próxima semana. En el texto, Giuffre describe su experiencia en el entorno de Epstein y menciona nuevamente al Príncipe, a quien retrata como un hombre convencido de que mantener relaciones con ella era «su derecho de nacimiento». Los fragmentos circularon ampliamente en los medios británicos y estadounidenses, y su impacto fue inmediato. Para los analistas reales, la coincidencia entre la revelación del correo y los extractos del libro actuó como «el punto de inflexión definitivo». El Palacio, según esas mismas fuentes, comprendió que el caso ya no podía gestionarse con silencios o comunicados parciales. La acumulación de evidencias y contradicciones había hecho inviable cualquier defensa pública.
Viaje de Carlos III al Vaticano
El contexto institucional también influyó. También la próxima semana, el Rey Carlos III va a realizar una visita de Estado al Vaticano, cuando se convertirá en el primer monarca inglés desde que Enrique VIII rompió con Roma en 1534 en rezar públicamente con la cabeza de la Iglesia católica, y la perspectiva de que un escándalo renovado sobre el Duque de York dominara los titulares durante el viaje era intolerable para la Casa Real. Según Sky News, ese elemento precipitó la decisión. «No podíamos permitir que una ocasión histórica quedara opacada por lo mismo de siempre», afirmó una fuente citada por el medio británico.
Buckingham se movió con rapidez. Optó por permitir que el propio Andrés anunciara su decisión, para dar la impresión de que actuaba por iniciativa propia. Los títulos que ostenta siguen existiendo, pero quedan en suspensión y no podrá utilizarlos en documentos, actos o correspondencia. También seguirá siendo príncipe de nacimiento y permanece, de manera meramente nominal, en la línea de sucesión al trono, aunque no ejercerá ningún papel público ni protocolario.
El desenlace es el resultado de un proceso largo y acumulativo. A las acusaciones iniciales se sumaron una entrevista mal gestionada, un acuerdo judicial millonario, dudas sobre su fortuna, contactos inoportunos con figuras extranjeras, un correo que contradice su versión de los hechos y un libro que vuelve a situarlo en el centro de la polémica. En el interior del Palacio, según la prensa británica, «no quedaba nada que pudiera salvar».