Publicado: octubre 18, 2025, 3:00 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/reyes-lema-protestas-eeuu-trump-20251018195420-nt.html
Este sábado, la avenida Pensilvania –la gran arteria que une el Capitolio con la Casa Blanca y por la que cada cuatro años desfila el presidente tras jurar el cargo– estaba tomada por miles de manifestantes que clamaban contra quien, para ellos, se ha … convertido en todo un rey: Donald John Trump.
Era una marea de banderas estadounidenses boca abajo, pañuelos palestinos, disfraces de mil colores y, por encima de todo, fotografías del propio Trump repetidas una y otra vez. La concentración era una exhibición de rechazo frontal y personal contra el presidente.
En una esquina, un grupo pequeño de rock, Waking Stone, tocaba versiones de rock con un único hilo conductor: la animadversión hacia Trump. Sus coros, coreados por decenas de personas alrededor, iban directos al mensaje: «Levántate contra la América fascista», «Trump debe irse», «Viva antifa».
Convocada bajo el lema «No a los Reyes» («No Kings») y replicada en más de 2.500 ciudades del país, la jornada transformó el tramo hacia la Casa Blanca en un cruce entre carnaval y protesta política: pancartas hechas a mano, disfraces imposibles, tambores, música y consignas contra la concentración de poder. Las primeras estimaciones de cuerpos policiales y organizadores hablaban de decenas de miles de asistentes sólo en la capital.



Emiliana Guevara, mexicana nacionalizada estadounidense, de 32 años, avanzaba con una bandera en una mano y una fotografía de Trump y Jeffrey Epstein en la otra. «Lo que nos ha hecho a los latinos es indecible», dijo a ABC. «No sé cómo puede tener apoyo en nuestra comunidad. Eso de expulsar gente, desaparecerla en la calle, mandarlos a El Salvador… eso es de dictadores, no de presidentes».
Muy cerca, una pareja llegada de Maryland llamaba la atención: él, vestido con un traje de pollo dorado; ella, con una camiseta naranja en la que se leía «Trump debe irse». Él se presentó como Jeremy, funcionario público, pero evitó dar más datos por temor a represalias. «He perdido a la mitad de mi departamento en las purgas», afirmó. «Se ha vuelto imposible expresarse libremente; no se le puede criticar, como a los reyes».
Una fiesta antitrumpista
El tono general era festivo, a ratos infantil: Pikachus, Power Rangers, extraterrestres, unicornios, águilas, ranas y perros compartían espacio sin hilo temático más allá del sarcasmo. El objetivo no era construir una narrativa coherente, sino ridiculizar la solemnidad presidencial mediante el absurdo.
No hubo un lleno absoluto, la avenida no estaba tan llena como en protestas anteriores, palidecía en comparación con las masivas multitudes de las manifestaciones del primer mandato de Trump. Había de hecho más gente en esta avenida cuando Trump convocó a sus partidarios y los invitó a marchar sobre el Capitolio en 2021.
También había memoria histórica. Janet Milles, 74 años, veterana de las marchas por derechos civiles, explicaba: «Protestamos porque amamos este país y queremos recuperarlo. He marchado en 23 ciudades desde que aquí estábamos segregados». Su voz sintetizaba, harta, un malestar acumulado.
Fuera de Washington, en Boston, Chicago, Portland y Nueva York, miles replicaban la escena de protesta contra un Gobierno al que acusan de endurecer su control. Las marchas coinciden con un cierre parcial del Gobierno federal por el bloqueo presupuestario, además de un refuerzo en las redadas migratorias y el despliegue de agentes federales en ciudades gobernadas por demócratas.
Sátira visual e iconografía fundacional
El recorrido hacia el Capitolio mezclaba sátira visual e iconografía fundacional: unicornios hinchables y ranas gigantes junto a capas y trajes coloniales que recordaban la ruptura con la monarquía británica. «Reclamamos lo que se fundó aquí», dijo a ABC un voluntario vestido con tricornio, que se identificó como John, 45 años. «No es antiamericano protestar; lo contrario sería naturalizar que el poder es hereditario».
El abanico de símbolos era amplio. Junto a las banderas estadounidenses del revés, señal de «auxilio constitucional», aparecían enseñas mexicanas y estandartes del colectivo LGBTQI+. El contraste entre esa explosión de colores y las vallas negras y camiones blindados levantados alrededor de la Casa Blanca era parte del mensaje visual de la protesta.
En los márgenes, la Guardia Nacional observaba, desplegada desde hace semanas para reforzar el control federal del orden público. Para muchos asistentes, su sola presencia era un recordatorio del choque político de fondo. El Gobierno ha ampliado estos despliegues a otras ciudades como Baltimore y Chicago.
Los organizadores insistían en el mismo guion: evitar provocaciones, registrar todo y sostener un tono irónico y hasta divertido. «Documentamos para que no puedan negar nada después», señaló un voluntario de 23 años, John Meret.
‘Performances’ satíricas
La mañana avanzó entre bailes, coreografías improvisadas y ‘performances’ satíricas. Junto al Capitolio, dos jóvenes disfrazados de dinosaurios acompañaban con pasos torpes a una mujer que cantaba con megáfono: «Primero Hitler, después Stalin, ahora Trump; hay que estar atentos a las señales».
Para los asistentes, la marcha es una advertencia; para la Casa Blanca, una sobreactuación. Portavoces del entorno del presidente la calificaron como «una conjura de locos que no tienen nada mejor que hacer un sábado».
Y, pese a la magnitud de la protesta, los demócratas no capitalizan aún este malestar: Trump llega a este punto de su mandato con más popularidad que en 2017 y las elecciones legislativas todavía quedan lejos, más de un año.