Publicado: octubre 18, 2025, 10:45 am
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/jose-m-de-areilza-arte-trato-ucrania-20251018165212-nt.html
Hace unos días en el Foro de la Toja el maestro de ajedrez Gary Kasparov explicó que Vladímir Putin a lo que jugaba era al póquer. En ajedrez, las reglas están claras y la información de lo que ocurre en el tablero está siempre … al alcance de los dos jugadores. En el juego de cartas, sin embargo, priman el cálculo, la paciencia, la simulación y la autodisciplina. Justo lo que Putin practica para evitar que Donald Trump se comprometa en serio con Ucrania.
Desde la cumbre en Alaska este verano, la inteligencia estadounidense ha hecho posible que el país invadido destruya parte de la infraestructura energética rusa. Ha sido la respuesta a un Putin empeñado en dar lecciones de historia rusa repletas de ensoñaciones imperiales, en vez de facilitar la mediación de un alto el fuego. Pero el impulso a favor de Ucrania ha durado poco: después de dar a entender que el paso siguiente sería venderles los misiles de largo alcance Tomahawk, ha bastado una llamada de Putin para que Trump desandase el camino y anunciara una cumbre en Budapest que continuará la conversación de Alaska. Viktor Orbán, trumpista y putinista a la vez, ejercerá de anfitrión.
El presidente Zelenski, de visita en la Casa Blanca, ha recibido el jarro de agua fría con estoicisimo. Ha aprendido a tratar con Trump después del fiasco de su primera reunión en el Despacho Oval con el magnate neoyorquino. Como buen actor ahora se aprende el papel apropiado antes de cada reunión. Sabe que tiene que ofrecerle negocios en el sector energético o la venta de drones ucranianos para que se interese por la paz y, lo que es igual de importante, Estados Unidos llegue a dar alguna garantía de seguridad a su país. Sin este compromiso, el destino de Ucrania sería convertirse en un país fallido o un país vasallo de Moscú. Los europeos siguen siendo esenciales para proporcionar ayuda financiera y militar a Ucrania, pero la balanza solo la puede inclinar Trump, que no juega al póquer tan bien como Putin o su aliado Xi Xinping.
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