Publicado: octubre 14, 2025, 2:45 am
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/mezquindad-ante-nobel-machado-20251014091119-nt.html
El Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado es una constatación de que la comunidad internacional, en su expresión más distinguida, no olvida que Nicolás Maduro robó las elecciones. Es un recordatorio, a lo grande, de que un año después Maduro … sigue usurpando el poder, en contra de lo que mayoritariamente dijeron los venezolanos: han pasado 14 meses y el chavismo ni se ha molestado en replicar seriamente las actas presentadas en su día por la oposición, que confirmaban el triunfo de Edmundo González, el candidato que sustituía a una vetada Machado. Ya lo dijo entonces el Centro Carter y ahora lo revalida el Comité de los Nobel.
Se puede discrepar ideológicamente de Machado –cada cual, lógicamente, tiene sus preferencias en cuanto a opciones políticas–, pero es innegable el mérito que tuvo al liderar la organización de una enorme red de supervisores electorales que fueron capaces de rescatar el contenido de la mayor parte de las actas de votación y así evidenciar el robo electoral. Se trata de un mérito del que todo demócrata debería alegrarse y que el Nobel ha querido premiar: en un tiempo de crisis democrática hacen falta ejemplos de coraje ciudadano para poner contra las cuerdas a los usurpadores de la voluntad popular.
La mezquina actitud de los presidentes de Colombia, México y Brasil (por referirnos a la propia región, si bien gobiernos de otros países, como el de España, también han quedado en evidencia) ha sido clamorosa. Ninguno de ellos ha querido felicitar a la galardonada o incluso ha cuestionado su merecimiento; esto destapa como falaz el requerimiento que hace un año hicieron a Maduro de que mostrara las actas electorales. No solo Petro, Sheinbaum y Lula ya no han vuelto a insistir después, sino que ahora que tenían la ocasión de admitir ese incumplimiento por parte del chavismo, han preferido mirar para otro lado. Habrá que concluir que en el fondo les daba igual el robo, porque quien lo hacía es de su comunión ideológica, lo que retrata su compromiso democrático. Lula pareció dolido de que Maduro no le atendiera y marcó alguna distancia, pero al no querer felicitar a Machado declara su intención de seguir tragándose la impostura chavista.
Especialmente patética ha sido la reacción de Petro. Escribió un tuit ridículo felicitando primero a la ganadora del Nobel de la Paz de 2004, la keniana Wangari Maathai, sin venir en absoluto a cuento, únicamente para tapar algo el reconocimiento a la líder venezolana. Luego compuso otro echando en cara a Machado que en 2018 pidiera la ayuda de Netanyahu, alguien bajo orden de captura internacional (en realidad, la orden es muy posterior, de 2024; por otra parte, Petro también se relaciona con Putin, contra el que igualmente existe una orden similar). Algunos comentaristas han advertido que Petro se encara con preguntas a Machado, sin trasladar a Maduro preguntas que bien podría hacerle por los miles de muertes extrajudiciales y las documentadas torturas de presos políticos, por ejemplo.
También ha destacado la falta de generosidad de Sheinbaum. La presidenta de México generalmente idealiza la figura de mujeres que se han enfrentado contra la opresión y, sin embargo, ha sido incapaz de mostrar algún tipo de empatía hacia la política venezolana. La presidenta mexicana acogió con un «sin comentarios» la noticia del premio, situándose en el bando amparador de Maduro, que tuvo su máximo adalid en el presidente de Cuba. Miguel Díaz-Canel cargó contra el «desprestigio» del Comité de los Nobel y quiso calificar a Maduro de «presidente legítimo», mostrando con ello que lo que más ha dolido del premio a cierta izquierda latinoamericana es que volvía a poner ante los ojos del mundo el robo electoral. Esto contrasta con la voz discrepante en la izquierda regional que ha venido manteniendo el gobierno de Chile en relación a la situación en Venezuela: el equipo de Boric y su candidata electoral, la comunista Jeannette Jara, han emitido mensajes de satisfacción por el premio.
El galardón por sí mismo no cambia los parámetros del conflicto venezolano, pero tiene algunas consecuencias. La primera es la garantía de protección personal que supone para María Corina Machado. El chavismo ha podido estar tentado en más de una ocasión de encarcelar e incluso eliminar a la dirigente opositora. Aunque eso siempre suponía un precio para Maduro, ahora este pasa a ser prohibitivo: no se puede acabar sin impunidad con un Premio Nobel de la Paz.
Otra consecuencia es que Machado simboliza las elecciones del 28J de 2024 y estas de algún modo simbolizan el fin de la vía pacífica para terminar con la tiranía chavista. Si los votos de una clamorosa victoria electoral no sirven para echar al dictador, ¿qué puede hacerse, entonces? La concesión del Premio Nobel pone el foco en ese punto, justo cuando la Administración Trump está haciendo un ejercicio del mínimo uso posible de la fuerza para provocar la caída de Maduro. De algún modo, Trump puede sentirse moralmente autorizado para incrementar su presión, ahora con algún ataque en suelo venezolano contra objetivos de narcotráfico.