Publicado: septiembre 30, 2025, 10:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/john-muller-zelenski-netanyahu-dos-guerreros-judios-20251001042315-nt.html
Donald Trump, en su inconfundible estilo hiperbólico, salió de su último encuentro con Benjamin Netanyahu llamándole «guerrero». El elogio, dirigido a un primer ministro israelí cercado por acusaciones de crímenes de guerra, no pasó inadvertido. Lo curioso es que el mismo Trump, apenas unos … meses antes, había humillado a otro líder judío enfrascado en una guerra, el ucraniano Volodímir Zelesnki, durante una rueda de prensa en el Despacho Oval. Dos líderes judíos con dos formas opuestas de encarnar la resistencia de su pueblo y dos maneras muy distintas de ser tratados por el inquilino de la Casa Blanca.
El contraste es llamativo: Netanyahu, un político curtido en décadas de batallas internas y externas, convertido en símbolo de la obstinación israelí; Zelenski, un comediante transformado en héroe épico que transformó la comunicación en un arma de guerra. Ambos comparten la condición judía y la adversidad de luchar por la supervivencia de su país, también comparten la audacia de David contra Goliat como se vio en la voladura de los buscapersonas de Hizbolá o del Nordstream 2, pero lo hacen con estrategias radicalmente distintas. ¿Qué habría ocurrido si hubieran intercambiado sus papeles?
Si Zelenski gobernara Israel en lugar de Netanyahu, la guerra de Gaza habría tenido un rostro muy diferente. Para empezar, su instinto comunicativo le habría llevado a reconocer explícitamente el dolor de las víctimas civiles palestinas e israelíes. Cada discurso suyo en parlamentos extranjeros habría transformado Gaza en un drama global, insistiendo en la necesidad de distinguir entre Hamás y la población. La narrativa dominante no habría sido la de un castigo colectivo, sino la de un Estado sitiado que se defiende con pesar.
Militarmente, Zelenski hace caso a sus generales y evita la microgestión. Probablemente habría aceptado operaciones contundentes, pero siempre buscando legitimidad internacional. Su táctica habría sido mantener la empatía de Occidente, incluso a costa de perder margen operativo en Gaza. Quizá Israel se habría visto limitado en su capacidad destructiva, pero habría evitado a toda costa la imputación por crímenes de guerra en La Haya. Zelenski sabe que en el siglo XXI la guerra se libra tanto en los tribunales como en los campos de batalla.
El precio de esa estrategia, sin embargo, habría sido interno. En Israel, una sociedad acostumbrada a respuestas duras, Zelenski habría sido percibido como un líder blando, más preocupado de los titulares en Europa que de la seguridad en Ashkelón. Sus concesiones diplomáticas habrían alimentado a una oposición feroz. En Gaza habría menos ruinas, pero en Jerusalén más inestabilidad política.
Núcleo occidentalizado
Si Netanyahu hubiera sido el presidente de Ucrania, la guerra con Rusia se habría desarrollado bajo un signo mucho más pragmático y cruel. Desde el inicio, habría insistido en que se trataba de una guerra civilizatoria contra un enemigo bárbaro y habría buscado alianzas sólidas, pero bilaterales: Washington, Londres, Varsovia. Difícilmente habría confiado en la volátil solidaridad de la Unión Europea, dependiente de sus opiniones públicas.
Netanyahu, a diferencia de Zelenski, rara vez promete victorias imposibles. Su estilo consiste en garantizar lo esencial y negociar lo demás. En lugar de proclamar que «todo empezó en Crimea y todo terminará en Crimea», probablemente habría planteado que Ucrania debía asegurarse un núcleo de supervivencia occidentalizado, aunque ello implicara renunciar de hecho al Donbás o a Crimea. Lo suyo es la supervivencia territorial mínima, no la epopeya maximalista.
Pero esto no significa que hubiera sido débil. Netanyahu habría usado la fuerza sin remilgos y no hubiera aceptado las limitaciones de EE.UU. y los aliados para llevar la guerra a territorio ruso, con bombardeos selectivos y castigos disuasorios que, en el contexto europeo, habrían levantado polémica. Frente a la amenaza nuclear rusa, hubiera recurrido a armas sucias, químicas o bacteriológicas. La comunidad internacional lo habría señalado por ataques indiscriminados contra civiles rusos.
El punto decisivo en esta comparación es jurídico. Netanyahu ya está en la picota de la Corte Penal Internacional, acusado de crímenes de guerra por el uso del hambre como arma y por ataques desproporcionados en Gaza. Su estrategia de disuasión –golpear fuerte para que nadie se atreva a repetir la ofensa– tiene un coste legal y reputacional enorme. Zelenski, en cambio, no ha recibido imputaciones formales, a pesar de que su ejército también ha sido acusado de abusos puntuales.
Si Zelenski gobernara Israel, probablemente no estaría bajo la lupa de la CPI, porque habría cuidado más la comunicación humanitaria. Si Netanyahu gobernara Ucrania, la CPI ya tendría a Moscú y a Kiev en la misma balanza.
Zelenski es el guerrero de la emoción. Convierte la vulnerabilidad en un arma política, sabe hablar al corazón de las audiencias extranjeras y usa la épica para mantener en pie a un país devastado. Netanyahu es el guerrero de la fuerza: mide cada movimiento con la lógica de la disuasión, aunque ello le cueste legitimidad internacional. Uno apela al mundo; el otro, al instinto de supervivencia.
Ambos reflejan, en el fondo, dos almas judías. La del profeta, que clama ante las naciones por justicia, y la del guerrero bíblico, que asegura la supervivencia a cualquier precio.