Publicado: agosto 18, 2025, 12:45 am
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/trumpputin-cita-fulgurante-infecunda-20250817174758-nt.html
Los resultados de la cumbre Trump-Putin, en Alaska, el pasado viernes, no han respondido a las formidables expectativas levantadas por los medios de comunicación. De la reunión destacó, desde el primer momento, la afable acogida dispensada por el presidente norteamericano a su homólogo ruso, … así como la cordialidad recíproca mostrada durante todo el evento. Éste, sin embargo, produjo poco contenido por lo que se refiere a dar carpetazo a la guerra en Ucrania que era, supuestamente, su objeto principal. A pesar de ello, las dos estrellas del reparto obtuvieron sus respectivos dividendos. Trump proyectando una imagen de pacificador y paladín del llamado mundo occidental, figuras muy codiciadas por tan histriónico personaje. Y Putin certificando el fin del aislamiento occidental, al que ha estado sometido desde el comienzo de la invasión de Ucrania. Asimismo, el patrón del Kremlin ha logrado abrir un proceso de supuestas negociaciones de alto nivel, que le regala más tiempo para ampliar sus ganancias territoriales en Ucrania.
Por otra parte, ubicar la cumbre en una espectacular base militar norteamericana próxima a territorio ruso no ha sido algo casual. Ha servido, por un lado, para simbolizar la colosal fuerza militar que respalda a Trump. Y, por el otro, mostrar sin complejos el gran control que Putin tiene sobre la situación general del conflicto.
Probablemente, pronto se irán conociendo los temas abordados en Alaska a puerta cerrada. Tanto políticos como militares, comerciales, técnicos o de control de armamentos. Aunque la no presencia del secretario de defensa en la delegación estadounidense perfile que los aspectos bélicos no eran particularmente relevantes para Washington. Quizás, tal ausencia indicaría la incapacidad de Trump para imponer la paz a Putin. Éste es quien va ganando la guerra, mientras que sus tropas conservan la iniciativa y, además, se acercan al objetivo de nivel operacional de su Operación Militar Especial. Resulta difícil imaginar que, en tal escenario, el depredador ruso renunciase a su presa.
A pesar de ello, Zelenski persiste en su postura maximalista alentada por los líderes europeos, particularmente Merz (Alemania), Macron (Francia) y Starmer (Reino Unido). Con ello, aquel parece alejarse de lo reflejado por la encuesta de Gallup, publicada en julio pasado, según la cual el 68% de los ucranianos estarían a favor de un fin negociado de la guerra, mientras que el 24% apoyaría seguir luchando hasta la victoria final. No suena muy razonable que el líder ucraniano acaricie todavía la esperanza de ganar la guerra mientras depende política, económica y militarmente de unos donantes exteriores, que no parecen dispuestos a empeñarse militarmente frente a Rusia. Ni tan siquiera a desplegar tropas europeas que garantizasen, en su caso, un potencial alto el fuego.
Solo Francia y Reino Unido se habrían manifestado dispuestos a enviar entre 5.000 y 10.000 efectivos cada uno. Entidad ridícula para un frente de alrededor de 1.000 kilómetros. Además, Europa ha quedado fuera de la negociación precisamente por haber adoptado una postura particularmente heterodoxa y cicatera: proporcionar un amplio apoyo político, siempre barato, y un tasado apoyo militar, siempre caro.
En esa línea de acción, este domingo se desarrolló una reunión telemática de Zelenski con líderes de la ‘Coalition of the willing’ (Coalición de los dispuestos) para, en resumen, coordinar estrategias así como respaldar y sostener moralmente a Zelenski, tratando asimismo de evitar que Trump y Putin alcancen acuerdos desfavorables para Kiev.
Hoy, el líder ucraniano se reúne con Trump en la Casa Blanca para discutir los detalles del fin de la guerra tras la cumbre de Alaska. Zelenski viajará acompañado de algunos líderes europeos para no quedarse fuera en las negociaciones con Putin. Pronto se conocerá el resultado de tan agobiante bulla diplomática europea, que podría estar perjudicando vitales intereses estratégicos norteamericanos, como es el de acabar pronto con la guerra en Ucrania. Si Washington así lo evaluara, no sería descartable una grave fractura de la cohesión interna atlántica, que pondría en el alero la propia seguridad europea. En definitiva, la reunión de la cumbre de Alaska ni ha acabado con la guerra, ni tan siquiera ha servido para acelerar su final. En lenguaje diplomático y ambiguo -valga la redundancia-, se podría afirmar que el mayor éxito de la cumbre es que se haya celebrado.