Publicado: agosto 2, 2025, 10:45 am
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/abeja-reina-abuela-dirigia-imperio-cocaina-familiar-20250803185925-nt.html
Una mañana gris de abril de 2023, agentes encubiertos de la policía británica siguieron un coche de alquiler desde un parque comercial en Harwich, Essex. Dentro, una mujer de apariencia inofensiva cargaba cajas como si fueran bolsas de supermercado. No sabían entonces que estaban observando a la cabecilla de una de las operaciones de tráfico de drogas más elaboradas del país.
Esa mujer era Deborah Mason, apodada ‘Gangsta Debbs’ por sus familiares, pero también conocida como ‘Queen Bee’, (Abeja reina, en castellano) apodo guardado así en el teléfono de uno de sus hijos. A sus 65 años, era abuela, matriarca, y la figura central de un clan familiar que distribuía cocaína desde Kent hasta Sheffield. La BBC informaba que el Tribunal de la Corona de Woolwich la condenó a 20 años de prisión por conspiración para suministrar drogas.
Una red familiar disfrazada de rutina
Mason no operaba sola. Reclutó a sus cuatro hijos, su hermana, sus parejas y una amiga cercana para crear lo que la fiscalía describió como una «empresa criminal extraordinariamente lucrativa». Según el fiscal Robert Hutchinson: «En lugar de cuidar y nutrir a sus familiares, Deborah Mason los reclutó para establecer una empresa criminal que, en última instancia, los llevaría a todos a la cárcel».
Durante al menos siete meses, la policía documentó los movimientos del grupo, que recogía droga en puertos como Harwich, Folkestone y Dover, y la redistribuía por ciudades del Reino Unido: Cardiff, Sheffield, Manchester, Leicester, Bristol y más. El patrón era meticuloso: paquetes bien sellados se colocaban en bolsas reutilizables de supermercado antes de iniciar su viaje.
De Signal a Dubái: una logística transnacional
Las comunicaciones del grupo se realizaban a través de la aplicación encriptada Signal, bajo alias como «Frank» o «Queen Bee». La proveedora principal de la red mantenía contacto directo con un misterioso individuo identificado solo como «Bugsy», con quien incluso viajó a Dubái y Bahréin.
Durante ese periodo, Mason coordinó al menos 20 viajes que implicaron el transporte de más de 356 kilogramos de cocaína, además de movimientos en efectivo. La fiscalía estimó que el total manejado por la banda tenía un valor de hasta 80 millones de libras (94,4 millones de euros).
Vida de lujo, apariencia común
La motivación de Mason era clara: dinero y lujo. Según la fiscal Charlotte Hole, la acusada había gastado miles de libras en artículos de diseñador, incluyendo una correa Gucci para su gato y una tetera Bugatti de 192 libras (224 euros). Mientras dirigía la red, también recibía beneficios sociales por valor de 50.000 libras (60.000 euros ) y planeaba someterse a cirugías estéticas en Turquía.
Hijos y cómplices: una familia deshecha por el crimen
La historia familiar que Mason tejió acabó siendo su condena. Su hijo, Reggie Bright, de 24 años, fue condenado a 15 años tras realizar numerosas entregas de cocaína, a menudo junto a su madre o hermanas. Su pareja, Demi Kendall, de 31 años, también fue condenada (13 años y medio), al igual que las tres hijas de Mason: Demi Bright (11 años), Roseanne Mason (11 años) y Lillie Bright (13 años).
La pareja embarazada de uno de sus hijos, Chloe Hodgkin, también espera sentencia. Todos los miembros actuaban con autonomía, algunos incluso gestionando sus propias líneas de distribución desde caravanas en Kent, según reveló la investigación.
Sin coacción, sin excusas
El tribunal dejó claro que ninguno de los miembros fue forzado a participar. «Todos estaban motivados por el beneficio financiero», subrayó Hole. Algunos abogados defensores alegaron que los hijos eran simples «mensajeros», prescindibles en el engranaje del narcotráfico, pero el juez fue contundente.
«Como madre deberías haber dado ejemplo a tus hijos y no corromperlos», dijo el juez Philip Shorrock, señalando que Mason actuó como «la capataz de la obra», siempre bajo un gerente mayor: el proveedor.
Un negocio rentable, pero sin final feliz
El detective Jack Kraushaar, que lideró la operación, calificó la red de Mason como una organización «sofisticada y extremadamente rentable». Pero la caída fue inevitable. De la fachada de familia ordinaria y abuela afable, queda poco.
Lo que se reveló ante el tribunal fue una estructura criminal meticulosamente planificada, una familia entregada al crimen, no por necesidad, sino por codicia. «No era una familia común y corriente», concluyó Hutchinson. «Era una organización».