La tardanza en concluir un acuerdo de paz juega contra Ucrania - Colombia
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La tardanza en concluir un acuerdo de paz juega contra Ucrania

La expulsión de las tropas ucranianas del óblast ruso de Kursk, más allá del fracaso que significa para Kiev, acarrea también dos consecuencias tácticas beneficiosas para Moscú. Una sería la potencialidad de aprovechar el ‘momentum’ ofensivo de sus tropas para seguir avanzando dentro … del territorio ucraniano en dirección a Sumy, población desde donde se ejercieron la dirección táctica y la coordinación logística de las operaciones ucranianas en Kursk. La otra es la ganancia de un excedente de tropas experimentadas que, al menos en parte, podrían ser reubicadas para fortalecer acciones rusas en otros sectores del frente.
Prosigue la campaña ofensiva rusa de primavera tanto con vectores aéreos (drones, misiles y cohetes) contra objetivos por toda Ucrania, como por ataques terrestres por todo el frente. Destacan las operaciones en Chasiv Yar, puerta de acceso a Kostiantynivka, sector que parece moverse tras casi un año de estancamiento, así como en el oeste del Donbás donde amenazan progresar hacia el codo de Dniéper (Zaporiyia-Dnipropetrovsk).
Simultáneamente, persisten las negociaciones de EE.UU. con Rusia y Ucrania (por separado) para intentar alcanzar el fin de las hostilidades armadas. A este respecto, el gran problema de Trump es que, con sus dramáticos vaivenes arancelarios y sus trucos de «showman», él no genera ni orden ni confianza. Debilidad que incluye el histórico desplome de su aprobación doméstica rondando solo el 40%. Y así, en un contexto político caracterizado por la polaridad, la desigualdad y la desconfianza, muchos países de la órbita norteamericana estarían contemplando otras opciones de asociación y entendimiento.

Esto, que racionalmente abogaría por que Ucrania intentara valerse por sí misma en materia de seguridad es algo fuera del alcance de Kiev. Un drama cuyo argumento es que Zelenski ya ni puede fiarse de Trump ni, por descontado, de Rusia. Solo le queda la referencia de una Europa que, sin embargo, en materia de seguridad, tampoco puede valerse por sí misma sin el apoyo firme de Washington. Sin olvidar que el Reino Unido, que pretende empoderarse en un papel continental que no le corresponde desde su huida de la Unión Europea (UE), tampoco parece un socio muy fiable. El panorama es tan complejo y peligroso que podría inducir a Washington a dar un paso al lado, para evitar implicarse en un estallido entre los países europeos (liderados por Francia, Reino Unido y Alemania) y Rusia. Lo que, previsiblemente, sucedería si, sin el placet de Moscú, se desplegasen tropas europeas en Ucrania.
Cumpliéndose los 100 días desde la «entronización» de Trump, la Casa Blanca ya parece cansada de tanta negociación con tan menguado fruto. El rápido armisticio que Trump vaticinaba durante su campaña electoral se ha evaporado. Probablemente porque ni Moscú ni Kiev quieren una paz rápida.
La primera, a pesar de la nueva oferta de tregua, entre el 8 y el 10 de mayo, para celebrar el 80 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, porque va ganando y, además, su infraestructura e industria ya funcionan a ritmo de crucero: en lo doméstico promocionando sus capacidades bélicas; y en lo exterior reforzando sus alianzas. Y la segunda porque todavía aspira ingenuamente a que Occidente cumpla con sus promesas de apoyar a Ucrania «en todo y todo el tiempo necesario».
En tal ambiente, es lógico que el secretario de estado norteamericano, Marco Rubio, siga voceando, como Trump, que la de Ucrania no es la guerra de EE.UU. O, en otras palabras, que Trump se estaría planteando la posibilidad de abandonar su mediación y dejar que Rusia y Ucrania se «entiendan» entre ellas, manteniendo un apoyo residual norteamericano a Ucrania.
No es descartable, asimismo, que Trump o bien se arme de paciencia -virtud que le parece ajena-, persistiendo en su presión negociadora para alcanzar el cese de hostilidades, o bien, señalando a Zelenski como culpable de obstaculizar el camino a la paz, retire totalmente su apoyo a Ucrania. Este último sería el escenario más favorable a Putin porque, seguramente, provocaría una fulminante crisis interna en la OTAN, donde las posturas norteamericanas y europeas son crecientemente divergentes. En definitiva, mientras todos afirman querer la paz, sus respectivos condicionantes son discordantes e, incluso, recíprocamente excluyentes. Lo más claro es que el tiempo juega en contra de Ucrania.

Publicado: abril 30, 2025, 8:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/tardanza-concluir-acuerdo-paz-juega-ucrania-20250430172117-nt.html

La expulsión de las tropas ucranianas del óblast ruso de Kursk, más allá del fracaso que significa para Kiev, acarrea también dos consecuencias tácticas beneficiosas para Moscú. Una sería la potencialidad de aprovechar el ‘momentum’ ofensivo de sus tropas para seguir avanzando dentro del territorio ucraniano en dirección a Sumy, población desde donde se ejercieron la dirección táctica y la coordinación logística de las operaciones ucranianas en Kursk. La otra es la ganancia de un excedente de tropas experimentadas que, al menos en parte, podrían ser reubicadas para fortalecer acciones rusas en otros sectores del frente.

Prosigue la campaña ofensiva rusa de primavera tanto con vectores aéreos (drones, misiles y cohetes) contra objetivos por toda Ucrania, como por ataques terrestres por todo el frente. Destacan las operaciones en Chasiv Yar, puerta de acceso a Kostiantynivka, sector que parece moverse tras casi un año de estancamiento, así como en el oeste del Donbás donde amenazan progresar hacia el codo de Dniéper (Zaporiyia-Dnipropetrovsk).

Simultáneamente, persisten las negociaciones de EE.UU. con Rusia y Ucrania (por separado) para intentar alcanzar el fin de las hostilidades armadas. A este respecto, el gran problema de Trump es que, con sus dramáticos vaivenes arancelarios y sus trucos de «showman», él no genera ni orden ni confianza. Debilidad que incluye el histórico desplome de su aprobación doméstica rondando solo el 40%. Y así, en un contexto político caracterizado por la polaridad, la desigualdad y la desconfianza, muchos países de la órbita norteamericana estarían contemplando otras opciones de asociación y entendimiento.

Esto, que racionalmente abogaría por que Ucrania intentara valerse por sí misma en materia de seguridad es algo fuera del alcance de Kiev. Un drama cuyo argumento es que Zelenski ya ni puede fiarse de Trump ni, por descontado, de Rusia. Solo le queda la referencia de una Europa que, sin embargo, en materia de seguridad, tampoco puede valerse por sí misma sin el apoyo firme de Washington. Sin olvidar que el Reino Unido, que pretende empoderarse en un papel continental que no le corresponde desde su huida de la Unión Europea (UE), tampoco parece un socio muy fiable. El panorama es tan complejo y peligroso que podría inducir a Washington a dar un paso al lado, para evitar implicarse en un estallido entre los países europeos (liderados por Francia, Reino Unido y Alemania) y Rusia. Lo que, previsiblemente, sucedería si, sin el placet de Moscú, se desplegasen tropas europeas en Ucrania.

Cumpliéndose los 100 días desde la «entronización» de Trump, la Casa Blanca ya parece cansada de tanta negociación con tan menguado fruto. El rápido armisticio que Trump vaticinaba durante su campaña electoral se ha evaporado. Probablemente porque ni Moscú ni Kiev quieren una paz rápida.

La primera, a pesar de la nueva oferta de tregua, entre el 8 y el 10 de mayo, para celebrar el 80 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, porque va ganando y, además, su infraestructura e industria ya funcionan a ritmo de crucero: en lo doméstico promocionando sus capacidades bélicas; y en lo exterior reforzando sus alianzas. Y la segunda porque todavía aspira ingenuamente a que Occidente cumpla con sus promesas de apoyar a Ucrania «en todo y todo el tiempo necesario».

En tal ambiente, es lógico que el secretario de estado norteamericano, Marco Rubio, siga voceando, como Trump, que la de Ucrania no es la guerra de EE.UU. O, en otras palabras, que Trump se estaría planteando la posibilidad de abandonar su mediación y dejar que Rusia y Ucrania se «entiendan» entre ellas, manteniendo un apoyo residual norteamericano a Ucrania.

No es descartable, asimismo, que Trump o bien se arme de paciencia -virtud que le parece ajena-, persistiendo en su presión negociadora para alcanzar el cese de hostilidades, o bien, señalando a Zelenski como culpable de obstaculizar el camino a la paz, retire totalmente su apoyo a Ucrania. Este último sería el escenario más favorable a Putin porque, seguramente, provocaría una fulminante crisis interna en la OTAN, donde las posturas norteamericanas y europeas son crecientemente divergentes. En definitiva, mientras todos afirman querer la paz, sus respectivos condicionantes son discordantes e, incluso, recíprocamente excluyentes. Lo más claro es que el tiempo juega en contra de Ucrania.

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