Publicado: marzo 12, 2025, 10:45 pm
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La conocida como «ley del instrumento» es un sesgo cognitivo que implica una dependencia absoluta de aquellos artilugios que nos resultan más familiares. De acuerdo con la explicación que el renombrado psicólogo Abraham Maslow incluyó en su libro ‘The Psychology of Science’ (1966): «Si la … única herramienta que tienes es un martillo, es tentador tratar cada problema como si fuera un clavo».
En el caso de Donald Trump, su aparejo imprescindible desde hace tiempo no es una elegante estilográfica sino un rotulador grueso de la marca Sharpie. Ese marcador permanente, como para etiquetar cajas de mudanza, ha terminado por convertirse no solamente en la pluma más poderosa de Washington sino en un reflejo visual de los primeros cincuenta días del retorno de Trump a la Casa Blanca.
Con un trazo tan firme como espeso, el presidente ha utilizado su rotulador de color negro para firmar toda clase de proclamaciones y órdenes ejecutivas. Desde los aranceles que al margen del Congreso están desatando una ruinosa guerra comercial hasta el visto bueno para la poda con motosierra de la función pública, con la excusa de acabar con incontables Jessicas, hermanos músicos y cátedras extraordinarias.
Trump incluso ha utilizado uno de estos modelos Century II, que cuestan más de 100 dólares por unidad, para alterar el mapa meteorológico del reciente huracán Dorian e incluir Alabama entre las zonas afectadas con el fin de no contradecir uno de sus muchos tuits incorrectos. Aunque más que subrayar, escribir notas o manipular, con diferencia el uso más repetido es su rúbrica en forma de vibrante electrocardiograma (o sospechosa montaña rusa).
No es de extrañar que Trump haya encargado su propio modelo «customizado» con firma en oro al conglomerado Newell Brands. Tanta notoriedad no es habitual para un fabricante de rotuladores, que se enfrenta incluso a amenazas de boicot. Chris Peterson, el consejero delegado de la compañía que depende de China y México para al menos un 15% de sus suministros, ha dicho que a lo mejor tanto arancel grueso no es una buena idea.