Registro  /  Login

Portal de Negocios en Colombia


La presencia militar de EE.UU. en Europa, en el alero

La reunión en la Casa Blanca, el pasado viernes, entre Trump y Zelenski, ha sido la antítesis de un encuentro diplomático a nivel de jefes de Estado: fue una agria gresca televisada en directo a todo el mundo. Contendientes: Trump y Vance al alimón por … un lado, y Zelenski por el otro. Acabó como el rosario de la aurora: ni acuerdos sobre materias primas y tierras raras, ni garantías de seguridad. Y eso que éstas son el elemento esencial para poder acordar algo sobre la salida de la guerra. Sin asistir a la reunión, Putin fue el gran beneficiado de su fracaso.
La mayoría de los líderes europeos han mostrado su desacuerdo sobre la visión meramente comercial de Trump para finiquitar la guerra. Ello delata una profunda crisis en el seno atlántico. La invasión de Ucrania por Rusia, hace tres años, fue el acicate para vivificar una OTAN catatónica y favorecer la definición de Rusia (Concepto Estratégico, Madrid, 2022) como la «amenaza más significativa y directa a la seguridad del espacio euroatlántico». Ahora, con Trump considerando a Rusia como socio preferente, la OTAN aparece incierta y desconcertada.

Quizás, al borde de la implosión. Se extiende por Europa el temor a que una solución de la guerra «victoriosa» para Putin incitase a éste a reiterar, a plazo, sus afanes expansionistas. Tanto sobre Ucrania como sobre otros países del continente. En el fondo subyace la histórica pretensión rusa de afirmar su papel de gran potencia, así como lograr una salida franca al mar Báltico, que pasaría por buscar la continuidad geográfica desde San Petersburgo a Kaliningrado (contando como propio el territorio bielorruso). Y, probablemente, también por la III Guerra Mundial.
Los países europeos, desde el final de la II Guerra Mundial, han venido descargando sus responsabilidades de defensa y seguridad sobre la OTAN, como se estipula en el artículo 5 del Tratado de Washington, y en el 42.7 del Tratado de la Unión (Maastricht). Escena geopolítica mercantilista en la que EE.UU. es la pieza clave, con un papel hegemónico en el tridente defensivo: capacidad militar convencional (unidades, mando y control, y refuerzo trasatlántico); industrias de defensa y empresas estratégicas civiles; y el paraguas nuclear. Además, es el único país occidental que puede parar a Rusia y proporcionar a Ucrania, entre otros, formidables medios militares para seguir combatiendo (con la salvedad del déficit ucraniano de recursos humanos). Por el contrario, los países europeos no tienen ni las capacidades de disuasión ni las militares necesarias para sostener indefinidamente a Ucrania.
Tampoco podrían, ni a medio plazo, superar el diferencial tecnológico con EE.UU. Por otra parte, la creación del Ejército Europeo es un desiderátum. Aunque contemplado en el Tratado de Maastricht y refrendado como idea en el Consejo Europeo de Colonia (1999): «La Unión debe tener la capacidad de acción autónoma, respaldada por fuerzas militares creíbles y los medios para decidir usarlas», muy poco se ha progresado hacia ese objetivo y la autonomía estratégica nunca fue abordada seriamente por todos los socios.
La presencia militar de EE.UU. en Europa está en el alero. Su sustancial participación en el tridente defensivo anteriormente mencionado se concreta principalmente en el mando superior de la estructura militar de la Alianza, en los silos nucleares y en más de 270 bases (Rota y Morón entre ellas), con alrededor de 100.000 efectivos. Podría ser, y esto sería un motivo de alarma, que retirase de la defensa adelantada reforzada de la Alianza, desplegada en el frente oriental de la OTAN frente a Rusia, los pequeños contingentes norteamericanos empotrados, con enorme significado político-militar, en dicho despliegue.
En definitiva, el apoyo norteamericano a Ucrania es, para ésta, existencial, y Zelenski, de no recorrer el camino perfilado por Trump, verá agostarse paulatinamente el flujo norteamericano de ayuda a su país y tendría, al final, que sentarse a la mesa con los rusos en las peores condiciones. Tampoco es descartable un choque político-económico entre EE.UU. y la UE. Resulta difícil aventurar cómo evolucionará la situación. Hoy, convocada por el Reino Unido, habrá una reunión europea para aclarar la situación. Probablemente Zelenski, que ha salido de Washington más debilitado, mostrará gestos de conciliación. Posiblemente, Trump también atempere sus prepotentes modales en el futuro.

Publicado: marzo 2, 2025, 3:44 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/presencia-militar-eeuu-europa-alero-20250301212352-nt.html

La reunión en la Casa Blanca, el pasado viernes, entre Trump y Zelenski, ha sido la antítesis de un encuentro diplomático a nivel de jefes de Estado: fue una agria gresca televisada en directo a todo el mundo. Contendientes: Trump y Vance al alimón por un lado, y Zelenski por el otro. Acabó como el rosario de la aurora: ni acuerdos sobre materias primas y tierras raras, ni garantías de seguridad. Y eso que éstas son el elemento esencial para poder acordar algo sobre la salida de la guerra. Sin asistir a la reunión, Putin fue el gran beneficiado de su fracaso.

La mayoría de los líderes europeos han mostrado su desacuerdo sobre la visión meramente comercial de Trump para finiquitar la guerra. Ello delata una profunda crisis en el seno atlántico. La invasión de Ucrania por Rusia, hace tres años, fue el acicate para vivificar una OTAN catatónica y favorecer la definición de Rusia (Concepto Estratégico, Madrid, 2022) como la «amenaza más significativa y directa a la seguridad del espacio euroatlántico». Ahora, con Trump considerando a Rusia como socio preferente, la OTAN aparece incierta y desconcertada.

Quizás, al borde de la implosión. Se extiende por Europa el temor a que una solución de la guerra «victoriosa» para Putin incitase a éste a reiterar, a plazo, sus afanes expansionistas. Tanto sobre Ucrania como sobre otros países del continente. En el fondo subyace la histórica pretensión rusa de afirmar su papel de gran potencia, así como lograr una salida franca al mar Báltico, que pasaría por buscar la continuidad geográfica desde San Petersburgo a Kaliningrado (contando como propio el territorio bielorruso). Y, probablemente, también por la III Guerra Mundial.

Los países europeos, desde el final de la II Guerra Mundial, han venido descargando sus responsabilidades de defensa y seguridad sobre la OTAN, como se estipula en el artículo 5 del Tratado de Washington, y en el 42.7 del Tratado de la Unión (Maastricht). Escena geopolítica mercantilista en la que EE.UU. es la pieza clave, con un papel hegemónico en el tridente defensivo: capacidad militar convencional (unidades, mando y control, y refuerzo trasatlántico); industrias de defensa y empresas estratégicas civiles; y el paraguas nuclear. Además, es el único país occidental que puede parar a Rusia y proporcionar a Ucrania, entre otros, formidables medios militares para seguir combatiendo (con la salvedad del déficit ucraniano de recursos humanos). Por el contrario, los países europeos no tienen ni las capacidades de disuasión ni las militares necesarias para sostener indefinidamente a Ucrania.

Tampoco podrían, ni a medio plazo, superar el diferencial tecnológico con EE.UU. Por otra parte, la creación del Ejército Europeo es un desiderátum. Aunque contemplado en el Tratado de Maastricht y refrendado como idea en el Consejo Europeo de Colonia (1999): «La Unión debe tener la capacidad de acción autónoma, respaldada por fuerzas militares creíbles y los medios para decidir usarlas», muy poco se ha progresado hacia ese objetivo y la autonomía estratégica nunca fue abordada seriamente por todos los socios.

La presencia militar de EE.UU. en Europa está en el alero. Su sustancial participación en el tridente defensivo anteriormente mencionado se concreta principalmente en el mando superior de la estructura militar de la Alianza, en los silos nucleares y en más de 270 bases (Rota y Morón entre ellas), con alrededor de 100.000 efectivos. Podría ser, y esto sería un motivo de alarma, que retirase de la defensa adelantada reforzada de la Alianza, desplegada en el frente oriental de la OTAN frente a Rusia, los pequeños contingentes norteamericanos empotrados, con enorme significado político-militar, en dicho despliegue.

En definitiva, el apoyo norteamericano a Ucrania es, para ésta, existencial, y Zelenski, de no recorrer el camino perfilado por Trump, verá agostarse paulatinamente el flujo norteamericano de ayuda a su país y tendría, al final, que sentarse a la mesa con los rusos en las peores condiciones. Tampoco es descartable un choque político-económico entre EE.UU. y la UE. Resulta difícil aventurar cómo evolucionará la situación. Hoy, convocada por el Reino Unido, habrá una reunión europea para aclarar la situación. Probablemente Zelenski, que ha salido de Washington más debilitado, mostrará gestos de conciliación. Posiblemente, Trump también atempere sus prepotentes modales en el futuro.

Artículos Relacionados