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Era el momento para ver hacia adelante.
Dos amigos no se envían cartas para pedir disculpas por lo ocurrido cinco siglos atrás en circunstancias y territorios ajenos a los que habitan en la actualidad.
Era el momento para que la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum le hubiera pedido a su secretario de Relaciones Exteriores Juan Ramón de la Fuente asistir a la fiesta nacional de España para abrir un nuevo ciclo en la relación bilateral dejando atrás la carta antidiplomática que redactó Beatriz Gutiérrez Mueller con la firma de su esposo y entonces presidente López Obrador. (De una conversación en una cafetería de Madrid entre los secretarios Marcelo Ebrard y Josep Borrell iniciando 2019 hubiera salido la suficiente creatividad para lanzar un guiño sobre el tema del pasado, en lugar de haber enviado una carta como si España fuera un país indolente con México.)
Era el momento de salir del metaverso heredado por AMLO y regresar a la magnífica relación que México ha sostenido con España desde el Gobierno de López Portillo, quien reactivó la relación diplomática luego del final de la dictadura franquista.
Era el momento de escuchar en voz de Juan Ramón de la Fuente: “Está relación nunca debió de ser lastimada por motivaciones revisionistas”.
Era el momento, pero no lo fue.
A la residencia de la embajada de España no fue el secretario de Relaciones Exteriores para cerrar ese invento absurdo llamado “pausa diplomática”.
Tampoco fue la subsecretaría de Relaciones Exteriores María Teresa Mercado Pérez. Bajo condiciones normales en la relación hubiera sido ella la enviada por el secretario De la Fuente.
Fue enviada la directora general para Europa, Jennifer Feller; bajo un escenario meritocrático quizá la funcionaria que debería de ocupar el puesto de subsecretaria.
Para Feller y probablemente para el propio De la Fuente, les ha de resultar incómodo actuar como si estuvieran en el metaverso de AMLO.
Ayer, el escuchar el discurso del embajador de España Juan Duarte Cuadrado, uno se pregunta sobre el sentido que tuvo AMLO para firmar la carta redactada por su esposa.
Magnífico discurso del embajador Duarte: realista, conciliador, emotivo y amistoso. En la residencia española nos encontrábamos más de 3,500 personas.
¿Qué necesidad de enfriar la relación cuando en la realidad hay mucha cercanía?
Espero que la presidenta Sheinbaum deconstruya el metaverso que heredó de AMLO.
Mi única molestia de la tarde fue no haber ganado en la rifa el boleto del partido entre Real Madrid en contra del Barcelona en un palco VIP del Santiago Barnabéu.
¡Que viva España!
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