«Meghan, Duchess of Sussex». Esa es la sencilla pero muy elocuente descripción que Meghan Markle tiene en su perfil de Instagram. Parece anacrónico, teniendo en cuenta que hace más de dos años que no estaba en ninguna red social y que, de hecho, ha realizado diversas ponencias e incluso programas de pódcasts en los que ha hablado, al igual que su marido, el príncipe Harry, de los peligros que conlleva ser una figura pública en Internet.
Pero la duquesa de Sussex, de 43 años, tiene previstos, visto lo visto, varios cambios con respecto al pasado y no ha dudado en tomarse el recién llegado 2025 como un punto y aparte en lo que respecta a su relación con los fans, con quienes hacía tiempo que no se comunicaba de forma tan directa.
De hecho, y obviando que ha elegido como fotografía de perfil una imagen antigua suya sonriente y en blanco y negro con un vestido de tirantes y escote en forma de V —conjunto que completa con una gargantilla—, es precisamente el año que acaba de comenzar el otro gran protagonista de su primera publicación, que ya ha sido vista nada menos que por más de tres millones y medio de personas.
La exactriz ha reactivado este pasado día 1 de enero su cuenta de Instagram con un vídeo, que se intuye que tal vez haya sido grabado por su marido, en el que aparece corriendo por una playa —muy probablemente cerca de Montecito, en California, donde residen— en un día encapotado con el cielo nublado, deteniéndose en la orilla para agacharse y escribir en la arena con el dedo un gran «2025», vaticinando que pronto vendrán cambios.
A pesar de que no ha compartido la publicación a través de sus stories y de que tiene desactivados los comentarios, a todo ello hay que sumar que Meghan ya cuenta con grandes nombres como Zoe Saldaña, Kris Jenner o Serena Williams como parte de sus más de 650.000 seguidores, una cifra que además no cesa de aumentar a cada momento desde que ha subido el post, sobre todo por lo que significa como declaración de intenciones.
La razón es sencilla: si, como se vaticina y se prevé, este nuevo año va a suponer un regreso a la primera línea para Meghan, lo más lógico es comenzar por entablar un contacto directo con el público, dejando de lado comunicados a través de su fundación, Archewell, o que manejen las riendas las empresas con las que ha colaborado en estos últimos tiempos, como Netflix o Spotify.
También habrá tenido que ver su mala experiencia con la prensa y cómo se lidiaba con sus asuntos personales, como el caso de su padre, Thomas Markle, o el acoso de los medios sensacionalistas británicos, y su falta de privacidad desde la familia real británica, algo que ya han denunciado tanto ella como su marido, que en ningún momento se sintieron protegidos ni respaldados por Buckingham Palace ante la avalancha mediática que despertó desde su relación a su boda o al nacimiento de su primer hijo, Archie.
La propia cuenta de Instagram da importante información sobre lo que puede deparar a los seguidores de Meghan este 2025. Por ejemplo, que en lugar de abrir una nueva cuenta, haya decidido recuperar el perfil que creó en junio de 2022, aunque con otro nombre, y que apenas si utilizó para interaccionar con los fans. Es más, aquel mismo agosto, en una entrevista con la revista The Cut, aseguró: «¿Quieres saber un secreto? Voy a volver a Instagram».
Pero ha tardado dos años y medio en cumplir su promesa, tiempo en el que su equipo le ha llevado las redes sociales tanto de la susodicha organización que tiene con su marido como con su propia empresa, su comentado comeback al mundo de la alimentación, el lifestyle y la moda que fue esa empresa fallida, American Riviera Orchard, que apenas si hizo una serie de publicaciones en marzo de 2024, lanzó una mermelada e inició su mutismo hasta el día de hoy.
Precisamente las primeras suposiciones sobre para qué utilizará Meghan su cuenta es para promocionar sus próximos proyectos, tanto laborales como benéficos. Es decir, que, aun pudiendo convertirse, no será una influencer al uso que muestre su día a día, lo que iría en contra de lo que han intentado vender y de lo que han hecho bandera tanto ella como su marido hablando públicamente de las redes sociales en todo este tiempo, sino tener el control sobre lo que se dice sobe ella.
O dicho de otro modo, darle un altavoz al contenido, propio o de algunas de sus grandes amistades, que considere oportuno, útil y necesario para sus seguidores, tanto si son artículos de prensa, libros, películas o documentales, pódcasts o entrevistas de televisión, empresas o comercios u otras publicaciones, etc.
No hay que olvidar que la duquesa ya era una mujer muy conocida en el mundillo de internet antes de entrar en la familia real británica. Su popular blog de estilos de vida, The Tig, le granjeó varios millones de seguidores, a la par que su trabajo para la serie Suits, y poder hablar de viajes, yoga, dietas saludables o su perro, Guy.
En anteriormente citada entrevista con The Cut se quejó, con algo de amargura, sobre cómo su conversión en pareja pública del príncipe Harry hizo que todo aquel trabajo desapareciera, ya que la obligaron desde la monarquía británica a cerrar todas las cuentas antes de casarse. Su lamento, además, provenía por la forma en la que La Firma se hizo cargo de su Instagram, que incorporó al de otros miembros como Kate Middleton o el príncipe Guillermo, y que ella no tenía control alguno, ni siquiera sobre lo que aparecía en redes de su entonces único hijo, lo que cambió drásticamente con la llegada, tras el Sussexit, de Lilibet.