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La guerra de las Rothchilds: suegra y nuera se disputan el patrimonio familiar, una cuantiosa fortuna en arte

Publicado: diciembre 1, 2025, 8:30 am

Nadine de Rothchilds, 93 años, y Ariane de Rothschild, 60 años, se han enzarzado en una batalla legal por el control del patrimonio familiar. La primera renunció en su momento a lo que ahora reclama; Ariane, nacida en El Salvador, es viuda del único hijo de Nadine, Benjamin.

A los 27 años, Nadice, que provenía de una familia obrera, se casó con Edmond de Rothschild, heredero de una familia banquera y financiera multimillonaria. Nadine vivió una época dorada, disfrutando de una vida de lujos, como la propiedad de 14 casas.

Edmond falleció en 1997 en la residencia del lago Leman (Suiza), dejando viuda a Nadine y un imperio financiero en plena ebullición, una fortuna enorme, patrimonio inmobiliario y la gran colección de arte de la familia.

En su testamento, el fallecido cedió una parte de esas obras a Nadine, aunque ella no las reclamó entonces. La razón, tal y como contó entonces el periodista suizo Sylvain Besson, es que todo estaba pensado para que lo heredara el único hijo de la pareja, nacido en 1963, y que terminaría llevando las riendas del imperio familiar.

Este, cuya relación materno filial no fue nunca fluida, se casó con la universitaria Ariane, con quien tuvo cuatro hijas: Olivia, Noémie, Alice y Eve. Hasta la muerte de Benjamin, en 2021, el trato entre madre e hijo se fue deteriorando. Nadine llegó a sacar casi cien millones de euros que le dejó su marido en herencia y los llevó a un banco de la competencia.

Nadine no fue ni al entierro de su único hijo, quien había dicho en una entrevista que no llegó a publicarse nunca, que su madre no conocía ni el nombre de sus nietas. Ella alegó para ausentarse del sepelio que se lo notificaron solo dos horas antes.

En ese momento, Nadie reclamó la herencia en arte que no quiso al morir su marido. La justicia terminó dando la razón a Nadine en ese primer pulso, lo que la llevó a crear la Fundación Edmond y Nadine de Rothschild para reunir las obras que le correspondían y exponerlas en un museo de Ginebra.

Fue entonces Ariane la que hizo un movimiento judicial ya siendo ya directora del grupo financiero familiar, demandó a su suegra por el uso del nombre Rothschild. Pero los jueces decidieron que Nadine podía utilizar el apellido de su marido en el nombre de la fundación.

Nadine decidió llevar a sus nietas a los tribunales para reclamarles esas obras de arte que su marido le había legado tres décadas antes. El proceso se complicó porque la lista del testamento era ambigua, sin numeración clara de piezas. Y en junio de ese año el tribunal dio la vuelta al tablero: esta vez falló a favor de las jóvenes, concediéndoles además el uso del castillo.

La abuela trató de acercarse a sus nietas y convencerlas de la necesidad de que las obras de arte que pretende terminen en Ginebra, pero las jóvenes no accedieron. Nadine se ha propuesto seguir litigando hasta conseguir su objetivo. Amenazó, incluso, con llegarse su legado a Israel si la familia de su hijo no le permite salirse con la suya.

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