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Buenaventura del Charco, experto en psicología realista y humana: «¿Ser buena persona realmente depende de uno mismo?»

Publicado: octubre 29, 2025, 3:00 am

En la actualidad, la psicología habla mucho de la importancia de la personalidad en las diferentes facetas de la vida, de la motivación, la inteligencia (algo que no depende de nosotros sino que ‘viene de serie’, aunque es cierto que lo podemos trabajar y mejorar), y de la bondad. Cuando todos pensábamos que ser bueno es algo que depende de nosotros y nuestro trabajo interior, llega un experto y nos hace algunas preguntas que nos va a costar digerir.

Hablamos del psicólogo y divulgador Buenaventura del Charco Olea, autor de varios libros y un profesional que siempre le da una vuelta de tuerca a las creencias que podríamos tener más o menos instauradas como ‘de libro’. En esta ocasión, habla del hecho de ser ‘buena persona’ como algo que implica factores inevitables como «la historia de cada quien, las heridas, el inconsciente, su entorno…» Por lo tanto, «no es tan sencillo como dar por hecho que soy buena persona porque quiero serlo y me esfuerzo por ello».

«Decir que ser buena persona depende de uno es una trampa moral»

Como comienza explicando Ventura del Charco, siempre buscando la perspectiva más completa y profunda de las afirmaciones que tenemos aprendidas como sociedad, «hay frases que parecen luminosas pero que esconden sombras muy sutiles. Una de ellas especialmente compleja es la que se refiere a que ser inteligente no tiene mérito; pero ser buena persona sí, porque depende de ti».

Cuando escuchamos esa afirmación, con dos conceptos opuestos, lo cierto es que «suena bien, suena justo, incluso reconfortante. Pero si uno se detiene a escucharla con el oído afinado de la psicología, algo chirría. Porque lo que parece una invitación a la humildad se convierte, sin que nos demos cuenta, en una nueva trampa moral».

A primera vista, la frase parece inapelable. «La inteligencia, después de todo, es un don biológico, un conjunto de capacidades que uno no elige. Naces con cierta velocidad mental, cierta memoria, cierta capacidad lógica. No tiene sentido sentir orgullo por eso. Con todo, es verdad que es capacidad natural puede ser estimulada y fomentada en base al esfuerzo, la curiosidad y otras variables».

En cambio, añade el experto, » ser buena persona parece implicar un acto de voluntad, una elección consciente de comportarse con empatía, respeto o compasión. Es, en apariencia, algo que depende de ti, por eso la idea suena noble. Cada persona, diría Carl Rogers, tiene dentro de sí una tendencia natural hacia el crecimiento, hacia la realización de su potencial humano, y la bondad formaría parte de esa expansión genuina de lo que somos cuando nos atrevemos a vivir congruentemente».

«El valor está en lo ético, no en lo brillante»

Continuando con el argumento de Del Charco, el psicólogo menciona «el existencialismo de Viktor Frankl, con esa convicción de que no elegimos las circunstancias, pero sí la actitud con la que las enfrentamos. Ser buena persona, desde ahí, sería una afirmación de libertad: ‘pueden quitarme todo, pero no mi capacidad de decidir quién quiero ser‘».

En esa idea tan extendida, dice Ventura que «hay una dignidad humana inmensa, un rastro de esperanza frente al caos. En un mundo que adora la competencia y el talento, la frase viene a recordarnos que el valor está en lo ético, no en lo brillante. Pero cuando la miramos desde la clínica, el asunto se complica, porque decir que ser buena persona depende de uno implica negar una parte enorme de lo que nos forma: la historia, las heridas, el inconsciente, el entorno».

Y añade: «desde la psicología humanista profunda no se puede hablar de bondad sin hablar de integración. La verdadera bondad no es una elección racional, es el resultado de un proceso interior en el que uno deja de actuar desde la herida, desde el miedo o desde el resentimiento. Y eso no se consigue por decisión, sino por comprensión y sanación».

«Ser buena persona precisa haber trabajado los traumas antes»

Pedirle a alguien que ‘sea buena persona’ sin haber trabajado sus traumas «es como exigirle a alguien con el brazo roto que abrace con fuerza. No es falta de voluntad, es falta de estructura. No se trata de justificar la violencia o la crueldad, sino de reconocer que los comportamientos destructivos son síntomas, no elecciones libres».

Quien creció en la humillación o en la carencia afectiva, «probablemente no podrá elegir la bondad del modo en que lo imagina un aforismo de Instagram. Habrá en él una parte de dolor que aún no ha sido tocada, y desde ahí, la frase ‘depende de ti’ se vuelve cruel, porque convierte el sufrimiento en culpa moral. El yo ideal ahora no es el triunfador ni el inteligente, sino el ‘bueno’. Y entonces aparece una bondad forzada, culpable, una bondad ansiosa que reprime la rabia, que se anula para sentirse digna».

Por lo tanto, Ventura explica que en este sentido es una trampa porque «solo cuando uno acepta su agresividad, su envidia, su deseo de poder, etc, puede elegir conscientemente no actuar desde ahí. Pero si uno las niega para parecer ‘bueno’, esas fuerzas reprimidas se filtran disfrazadas de bondad obligatoria, de culpa o de autoexigencia moral. Es el típico caso de quien no puede decir ‘no’, quien busca ser correcto, servicial, comprensivo, pero lo hace a costa de sí mismo».

«Nadie es ‘bueno’ o ‘malo’ en abstracto»

En opinión del psicólogo, «las personas encarnan papeles dentro de sistemas más amplios, nadie es ‘bueno’ o ‘malo’ en abstracto: Hay padres que se vuelven duros porque el sistema familiar necesitaba un sostén; hijos que se cierran emocionalmente porque el clima afectivo no les daba otra salida. El comportamiento no es una elección moral, sino una función dentro del conjunto. Culpar al individuo de no ser suficientemente ‘bueno’ es ignorar la red invisible de la que forma parte«.

La verdadera bondad no nace de la voluntad, sino de la reconciliación. «Uno empieza a ser verdaderamente bueno cuando ya no necesita demostrar que lo es; cuando puede sentir rabia sin culpa, deseo sin vergüenza, tristeza sin miedo… cuando no necesita reprimir nada para sostener su autoimagen. La bondad auténtica no es un acto heroico, ni una decisión racional, sino una consecuencia. Surge sola cuando uno ha hecho las paces consigo mismo«.

A modo de resumen, en torno a la bondad y su origen, Del Charco concluye que «ser buena persona no siempre depende de ti. Depende de cuánto has podido sanar, comprender y sostener tu propio dolor sin convertirlo en violencia. Depende de cuánta ternura te has permitido hacia tus heridas. Y en ese sentido, ser buena persona no es un mérito, es un fruto. No algo que haces para sentirte valioso, sino algo que ocurre cuando ya no necesitas demostrarlo».

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