Hasta ahora, las parejas cuyas relaciones eran conocidas nacional o internacionalmente, eran aquellas formadas por celebridades de la industria cinematográfica o la música en su mayoría. Sin embargo, desde hace unos años, las historias de amor de influencers también han entrado a ese grupo.
Dulceida y Alba Paul o María Pombo y Pablo Castellano son algunas de las parejas cuyas relaciones generan interés por sí mismas, una categoría a la que se han sumado también la influencer Rocío Bueno, conocida como Roro y Pablo Santos.
Son de la ‘nueva’ generación de influencers -más ligados a un público Z que sus antecesores, de audiencia millennial– y la principal diferencia es que su fama ha llegado de una manera mucho más rápida que la de las influencers mencionadas anteriormente, quienes, como sabemos por sus documentales, han necesitado años de trabajo.
Con el cambio en los algoritmos y una estudiada selección del contenido, Roro y Pablo han crecido como la espuma, lo que también ha implicado que, con mayor alcance, mayor cantidad de ojos sobre ellos y, por tanto, de críticas.
Puede que su relación se haya hecho más conocida desde hace unos meses, pero lo cierto es que su historia de amor no es de ahora, sino que llevan juntos más tiempo del que podríamos pensar teniendo en cuenta que estamos en una era de la inmediatez y relaciones líquidas.
Rocío y Pablo se conocieron en el instituto, pero no fue hasta su reencuentro en la universidad que cambiarían las cosas entre ellos. Estudiando la carrera de Traducción e Interpretación, su relación empezó a fraguarse y, en la actualidad, llevan 3 años juntos.
A su favor juega que han tenido tiempo de construir las bases de su relación, pero no quita que una repentina popularidad online sea también una fuente de presión para ellos en el plano sentimental.
El amor bajo los focos (de Instagram)
La polémica va directamente relacionada con el alcance y, no solo como Roro ha podido comprobar con su colaboración en Valencia o su participación en Next Level Chef y su primer desencuentro con los compañeros, sino que también significa que su relación con Pablo está en el punto de mira.
De hecho, en una entrevista que hicieron recientemente para un podcast, comentaron que se están acostumbrando a la fama, pero también a las críticas que reciben.
Y es que aunque gracias a recibir reconocimiento en redes sociales, han venido oportunidades laborales, la cara B de estar en el foco implica la pérdida de privacidad o que su vida personal sea objeto de escrutinio público.
Un cambio respecto a la relación que tenían antes, con mayor libertad de movimientos y de publicar en redes con menos planificación, que genera presión.
Además, es propio de las redes sociales romantizar relaciones ajenas, ya que solo se ven los momentos buenos de las historias de amor. Estas expectativas irreales pueden forzar a la pareja a querer dar una imagen perfecta de su relación.
Con el miedo añadido de que, como parte de su popularidad se basa en la relación, si hay problemas o rompen pueda afectar negativamente a sus carreras.
Cuando Roro y Pablo dicen que están acostumbrándose a las críticas, no lo comentan, pero tampoco es necesario recordar que los comentarios negativos o el acoso -aunque sea online– afecta negativamente a la salud mental, lo que tampoco contribuye a su bienestar.
A pesar de los desafíos, mantener el equilibrio entre su vida personal y pública les permitirá hacer de estas adversidades verdaderas oportunidades para fortalecer su amor (y que sus seguidores lo vean).