Publicado: diciembre 5, 2025, 5:46 pm
Varios investigadores y expertos en control del tabaquismo han coincidido este viernes en culpar a las posiciones extremistas de estar provocando en muchos lugares una mala regulación de los productos que contienen nicotina, generando efectos contrarios a los del interés de la salud pública.
Los expertos, que participan en la Cumbre del cigarrillo electrónico que tiene lugar en el Real Colegio de Médicos en Londres, explicaron que la mala ciencia y las posiciones preconcebidas están generando una ‘visión de túnel’ que está impidiendo apreciar que, en ocasiones, no se están consiguiendo los mejores resultados posibles.
Por ejemplo, una investigadora de la Universidad de Yale en Estados Unidos, apuntó que el estudio de los efectos de prohibir los sabores en los vapeadores había resultado en un aumento del consumo de cigarrillos, algo que corroboró otro estudio presentado sobre la misma prohibición en Países Bajos, según el cual una parte de los que vapeaban acabó fumando más y llevó a 1 de cada 10 a empezar a fumar cuando antes jamás lo había hecho.
Las conclusiones apuntadas por los protagonistas del panel ‘Nicotina, ciencia y regulación de tabaco’, compuesta por otros cuatro expertos más, apuntaron a la necesidad de regular los productos de nicotina con la mejor y más completa ciencia posible y aprovechar los estudios de los fallos que ya se están produciendo para buscar un punto intermedio entre la protección de la salud pública y de los menores, al tiempo que se trabaja para minimizar el daño de la población fumadora.
El profesor de psicología clínica Lion Shahab, del University College London, también codirector del grupo para la investigación de alcohol y tabaco, incidió en que una «mala y politizada ciencia lleva a regulaciones pobres».
Según su experiencia, una «falta de regulación produce un aumento del consumo de productos de nicotina», algo que no consideró deseable, mientras que una «demasiado restrictiva empuja hacia el mercado ilícito de nicotina».
Sobre la nicotina, rechazó la consideración de que sea lo mismo que la cafeína y dijo que hay una «relación directa entre nicotina y problemas de salud mental», además de que su uso continuado puede «incorporar al hábito a gente que no fumaba». «La nicotina no es como la cafeína», remarcó.
La profesora Abigail Friedman, del departamento de regulación de la salud de la universidad de Yale, presentó un estudio que vinculaba la prohibición de los sabores en los vapeadores en varios estados norteamericanos a un aumento del consumo de cigarrillos, especialmente en grupos con menor grado de formación (sin un año de universidad).
Los estudios realizados por la universidad de Yale apuntan «consistentemente» a que «las restricciones de sabor provocan reducciones en el vapeo entre jóvenes y adultos jóvenes, pero también aumentos en el consumo de cigarrillos en esos grupos de edad», lo que «significa que cuando uno de estos productos es más caro, menos accesible o menos atractivo, la gente es más propensa a usar el otro».
Por otra parte, citó el ejemplo del Estado de Maryland, que priorizó la eliminación de dispositivos desechables con sabores y eso provocó una «reducción del vapeo en adultos jóvenes«, sin «aumento estadísticamente significativo en el tabaquismo».
Es por ello que la experta y su grupo de trabajo proponen una prohibición de los sabores más dirigida a los productos desechables, aunque manteniendo el sabor mentol o menta para evitar el efecto rebote, pues apunta «a los productos más utilizados por los jóvenes» y «reduce los costes medioambientales derivados de la eliminación de los dispositivos de un solo uso».
Prohibición de exponer productos de nicotina en tiendas
La investigadora norteamericana citó el caso de Reino Unido y su política sobre prohibir exponer en escaparates o estanterías productos de tabaco, especialmente en tiendas a las que tienen acceso menores y consideró que es una fórmula que funciona.
«La opción política obvia es prohibir la exhibición en el punto de venta, no solo para tabaco de combustión, sino para todos los productos de nicotina no medicinal en tiendas que admiten menores de edad. Esto cierra la laguna para cualquier producto futuro que aún no hayamos encontrado y que contenga nicotina, reduce la exposición incidental y sienta las bases para una licencia y aplicación diferenciadas», concluyó.
A continuación intervino el profesor Hayden McRobbie, del Instituto Wolfson de Salud Pública, parte de la Universidad Queen Mary de Londres, quien relató como un auténtico problema el choque científico que se está produciendo sobre el tabaquismo y los diferentes productos de nicotina: «el choque entre diferentes asociaciones y expertos está haciendo aumentar las dudas entre el público», lamentó.
En ese sentido, dijo que esto es relevante porque puede «socavar» políticas de salud pública al considerar los fumadores que las alternativas como el cigarrillo electrónico son iguales o incluso peores a seguir fumando, algo que no son, explicó.
El doctor Karl Lund, investigador senior del Instituto noruego de salud pública, empezó su discurso citando al investigador «Michael Russell, quien ya en 1971 afirmó que un producto de nicotina nunca ha salido del mercado sin ser reemplazado por otro», citando el paso por el tabaco para masticar, la pipa, el tabaco de enrollar o los cigarrillos con filtro, hasta llegar, dijo al snus, snus blanco o a las bolsas de nicotina orales.
Así, defendió que las bolsas de nicotina o las variantes del snus se han demostrado en Suecia como una manera efectiva de llegar a aquellos fumadores severos, haciéndoles incluso dejar de fumar o reducir mucho su consumo.
Por otra parte, reconoció la dificultad y lo «lioso» del escenario por la multiplicidad de productos y mantuvo que pronto será difícil diferenciar los efectos sobre la salud de unos y de otros por el «poliuso», el uso simultáneo de varios de estos productos. En todo caso, dijo que la literatura científica sobre los efectos en la salud del snus muestra poca relación entre su consumo y el aumento de la prevalencia de enfermedades tradicionalmente relacionadas con el tabaquismo, lo que seguramente se podrá extrapolar a las bolsas de nicotina. Remató explicando que se están realizando estudios más profundos sobre este último, por lo que dijo confiar en que el año que viene se podrá «ser más sabio» al respecto.
Adicción física y adicción psicológica: ¿Cuál pesa más?
Finalizó el panel el profesor Robert West, emérito del University College London, quien fue el único que declaró alguna posible incompatibilidad y es que ayuda a empresas farmacéuticas a diseñar productos de sustitución.
West profundizó en lo que supone la adicción al tabaco y dijo que su experiencia y datos le llevan a pensar en que la dimensión psicológica de la adicción es incluso mayor que la física, lo que justificó en que muchos de los fumadores recaen incluso aunque sustituyan eficientemente los cigarrillos con otros productos de nicotina.
Para el experto sería clave «mejorar la capacidad de las personas para entender los daños de los diferentes productos» y «no pretender que todos son iguales». Además, ha señalado que «comprender cómo dejar de usar productos, especialmente los más dañinos, proporciona apoyo y tratamiento para facilitar eso y mejorar la resiliencia mental».
Atajar la adicción negativa desde otra positiva
Es por ello, que West defendió la importancia de «ayudar a la gente a abordar la situación», entender sus «vulnerabilidades» y «qué les lleva» exactamente a esa adicción al tabaco y la nicotina. Consideró que si se consiguen «fomentar comportamientos alternativos que satisfagan sus deseos clave» es probable que sea más fácil acabar con esa adicción. Es decir, es más fácil acabar con una adicción si se ofrecer al afectado otras alternativas más saludables a la misma que le aporten recompensas similares.
