Publicado: septiembre 9, 2025, 4:00 am
En Venezuela, la libertad de prensa se ve amenazada cada día por la censura y la persecución. La desaparición de Rory Branker, editor de La Patilla, es uno de los ejemplos más duros de cómo el régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello silencia a las voces críticas.
El 20 de febrero, Rory fue detenido en Caracas por funcionarios del Estado. Nadie mostró una orden judicial, nadie explicó los motivos. Desde ese día, sus familiares no lo han visto más y su paradero sigue siendo un misterio.
Han pasado ya más de 200 días y no hay comunicación oficial, ni acceso de abogados, ni siquiera una señal que confirme en qué condiciones está. Cada semana, su familia recorre comisarías, centros de detención y tribunales en busca de respuestas que nunca llegan.
La ausencia de información y la opacidad de las autoridades han convertido el caso en lo que las organizaciones de Derechos Humanos como la ONU y Amnistía Internacional califican abiertamente como una desaparición forzada: una práctica que, por desgracia, se repite en Venezuela.
Voces que no callan
La madre de Rory y sus familiares han llevado su reclamo a todos los espacios posibles: en medios, ante el Ministerio Público, en redes sociales y hasta frente a la Defensoría del Pueblo. Su pedido es simple y profundamente humano: saber donde está su hijo.
Organizaciones como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), el Colegio Nacional de Periodistas (CNP), y activistas como Melanio Escobar y Luis Carlos Díaz han mantenido la presión y la denuncia constante. Para todos ellos, lo ocurrido con Rory no es un caso aislado, sino parte de un clima de hostilidad que vuelve cada vez más frágil el ejercicio del periodismo en el país.
La alarma ha cruzado fronteras. En agosto de 2025, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó medidas cautelares a favor de Branker, señalando el riesgo urgente que corre su vida. Amnistía Internacional lo ha incluido en sus informes sobre desapariciones forzadas; la ONU, Amnistía Internacional y la Federación Internacional de Periodistas también exigen garantías inmediatas.
Una ausencia que duele
El nombre de Rory Branker ya no es solo el de un periodista desaparecido: se ha transformado en la voz de una familia que todos los días amanece con la misma incertidumbre, y en la imagen de un país donde informar puede costar la libertad.
Su madre insiste en lo esencial: saber si su hijo está vivo, en qué condiciones, y por qué se lo llevaron. Amigos y colegas lo recuerdan como un profesional íntegro y un amigo cercano, al tiempo que denuncian el golpe emocional y colectivo que supone cada día de silencio oficial.
A más de 200 días después, la falta absoluta de respuestas vuelve el caso un recordatorio doloroso: en Venezuela, ejercer periodismo independiente es hoy un acto de resistencia que puede terminar en desaparición. Y mientras no haya respuesta, la exigencia seguirá siendo la misma: verdad, justicia y libertad para Rory Branker.