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Votar: ¿Para qué?

Publicado: abril 8, 2025, 8:00 am

El primero de junio se escenificará la costosa farsa que es la elección directa para ocupar 881 cargos entre jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte. Para ello, se registraron 3,421 candidatos(as). La mecánica de la elección es deliberadamente complicada para que pocos la entiendan.

La presidenta Sheinbaum ha querido convencernos de que elegir a los representantes del poder judicial es un paso fundamental en la consolidación de la democracia. Nos dice: “Ningún país se ha atrevido a llevar la democracia tan lejos, somos un ejemplo para el mundo y seremos el país más democrático”. Más aún, aventuró que “el primero de junio será el día de la democracia”.

Pero todo es un engaño tejido, como ya sabemos, por AMLO y absurdamente apoyado por Scheinbaum. Uno de los mayores disparates es defender que gracias a que se van a votar estos puestos, México será más democrático. No, la esencia democrática de unas elecciones es que se votan cargos de representación, lo cual no es el caso de los jueces y magistrados. Sería tan absurdo como proponer que, para ser más democráticos, dejemos que el pueblo elija a los integrantes del gabinete presidencial.

La organización de estas elecciones es desastrosa. No se entiende cómo se integrarán las boletas. Hay la duda de si se podrán vigilar los gastos de campaña de 3,421 candidatos; y ya el INE reconoció que, ante la complejidad, no serán los ciudadanos quienes cuenten los votos. Pero además la ciudadanía no está interesada en esta elección. Han sido 6.2 millones de ciudadanos que se han negado a fungir como funcionarios de casilla, capacitadores o prestar sus casas para la instalación de puestos de votación. El poco interés refleja que la gran mayoría no cree que este sea un proceso ciudadano.

Muchos han esgrimido dos argumentos a favor de votar: primero, aunque no es la elección perfecta, el ciudadano(a) debe responder a la responsabilidad cívica de votar, para luego no quejarse de que no tuvo una oportunidad democrática. Es un argumento falaz, porque está viciado de origen, pues votar en esta ocasión implica validar un sistema antidemocrático y certificar la destrucción del poder judicial.

Segundo, muchos han difundido que una manera de salvar al sistema judicial es votar sólo por los candidatos que ya están en funciones y que, por lo tanto, automáticamente aparecen en la boleta identificados con las letras EF. Esto es otra trampa, pues aumentaría el porcentaje de participación, legitimando el proceso. El rechazo a esta farsa es no participando, para que el porcentaje de respaldo ciudadano sea mínimo.

Aun acarreando fraudulentamente a las huestes de Morena, la estimación es que difícilmente votaría el 10% del padrón. ¿Qué legitimidad puede tener un resultado con tan baja participación?

Una incógnita es con qué estructura judicial vamos a operar después del 1 de junio. Ello abona a la incertidumbre y desconfianza que frena la inversión, el ahorro, el crecimiento y la prosperidad. Es evidente que Sheinbaum no ha entendido el impacto negativo de esa reforma.

Una vez más, seremos el hazmerreír internacional. Habrá que ver con qué maroma justificará el Ejecutivo el fiasco y el desaseo que se anticipa.

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