Ursula von der Leyen dice tener las soluciones para la Europa del futuro, pero también tiene muchos problemas que afrontar. Tiene su segunda Comisión Europea ya aprobada, pero los números le salen con lo justo. El último examen lo pasó este miércoles con 370 síes del Parlamento Europeo, 31 menos de los que tuvo en verano para ser reelegida presidenta y el margen más estrecho de la historia reciente. Eso ya es una foto de lo que le espera los próximos cinco años. Solo hace falta comparar para entender la complejidad del escenario al que se enfrenta el nuevo Ejecutivo comunitario.
En 2019, la propia Von der Leyen sacó adelante su primera Comisión con 461 votos, casi cuarenta más que Jean Claude Juncker en 2014: el luxemburgués tuvo un equipo que alcanzó los 423 síes. Se quedó lejos de los 488 de Jose Manuel Durao Barroso en 2010, y el luso ya había logrado 478 en 2004. El número más alto de apoyos, eso sí, lo obtuvo la Comisión Prodi en 1999, con 510 votos a favor. En cuanto a respaldos cortos, el Colegio de Comisarios de Jaques Santer -que acabó cayendo por acusaciones de corrupción- se quedó en 417, con el segundo registro más bajo, solo superado precisamente por la Von der Leyen II.
¿Por qué un respaldo tan corto para Von der Leyen? Sobre todo por un motivo principal: se ha encontrado el Parlamento Europeo también más dividido de la historia reciente. Así lo quisieron los ciudadanos en las elecciones del pasado 9 de junio. Hay voces optimistas y pesimistas, claro está, a este respecto. «Habrá que negociar todo mucho más y eso no es precisamente malo; la mayoría centrista aguanta, ahí está, aunque la ultraderecha haya crecido mucho», resumen fuentes parlamentarias consultadas por 20minutos. Otras, en cambio, entienden que «todas las partes lo tendrán muy complicado para ponerse de acuerdo, habrá que mirar hasta los puntos y las comas con lupa» a la hora de que Comisión, Consejo y Parlamento puedan sacar adelante nueva legislación.
La división puede ser sinónimo de lentitud, y eso sí juega en contra de una UE que tiene que hacer todo lo contrario: acelerar en la toma de decisiones. En ese sentido, tiene claros los pilares sobre los que se va a apoyar la nueva Unión: competitiva, segura y limpia, bajo la idea de una mayor autonomía en el escenario global tanto a nivel de Defensa como de energía. «La soberanía europea no está en venta», expuso Von der Leyen, que quiere una Europa «protagonista» en las diferentes áreas, desde Ucrania hasta Oriente Medio. Estamos, apuntó, «en un mundo en el que Europa es más necesaria que nunca». En ese punto el papel clave será el de la nueva Alta Representante, Kaja Kallas, ataviada con los colores de la bandera ucraniana como mensaje fundamental de lo que será su trabajo. «Su figura también es más necesaria que nunca», sentenció la presidenta de la Comisión.
En la Eurocámara es el PPE el que tiene la sartén por el mango, pero tiene que elegir; no lo puede abarcar todo. Un termómetro importante de las nuevas mayorías será todo lo relacionado con el Pacto Verde. Entre los conservadores hay un lado que aboga por seguir ese impulso, el otro prefiere suavizarlo y optar por un pragmatismo mayor que permita acercar al bloque de populares, socialdemócratas y liberales a los ECR de Meloni. El líder del PPE en el Parlamento, Manfred Weber, cree que la amplitud parlamentaria tiene que ir de los Verdes hacia esa derecha radical «asumible» por ser pro Estado de Derecho, pro OTAN y pro Ucrania. Pero no caben todos los gallos en el mismo corral: si entra ECR, salen S&D, Renew y los ecologistas.
Von der Leyen en su discurso no modificó demasiado lo que venía diciendo desde hace meses, pese a los evidentes equilibrismos que tendrá que hacer. La aritmética parlamentaria no parece preocuparle demasiado. En su mensaje la germana se comprometió a trabajar codo con codo con el Parlamento, pero esa no es la cuestión, sino qué Parlamento se va a encontrar sobre todo en los asuntos más relevantes. Así, la mayoría (o mayorías, mejor dicho) para Von der Leyen será una mayoría mutante: irá cambiando en función de los temas que se aborden. Lo ecologista hacia la izquierda, una política migratoria restrictiva, hacia la derecha.
Con todo, la realidad es que su mayoría no es firme. Y no lo es porque la jornada del miércoles dejó varias claves en esa dirección: todos los españoles salvo PSOE y PNV votaron en contra de su Comisión, y tuvo tantos votos en contra (25) en el PPE, su familia política, como en S&D, que le apoyó, dijeron, «por responsabilidad». Ese respaldo no lo obtuvo del PP español, que insiste en que apoya a la alemana, pero no a Teresa Ribera como vicepresidenta y comisaria: ese voto es, alegaron, «simbólico». Asimismo, en el lado de la derecha, Von der Leyen rascó votos de ECR, pero no de Patriotas ni de los Soberanistas de AfD; así, no es viable una mayoría hacia el espectro conservador de la Cámara.
La hiperpresidenta tiene muchas notas en su cuaderno, pero pasar de las palabras a los hechos (se repite en Bruselas) siempre ha sido lo más complicado para la UE. Los cimientos sobre los que se ha puesto de pie la Comisión Von der Leyen II son frágiles: están hechos de pocos votos, aunque sean suficientes, y sobre un mundo que esté lleno de terrenos pantanosos. La Unión necesita coger aire, pero tendrá que hacerlo en medio de división y convicciones que se mueven por criterios ideológicos.