Publicado: julio 7, 2025, 12:30 am
La figura de Ursula von der Leyen parece intocable pero quizá ya no lo sea tanto. Este lunes la presidenta de la Comisión Europea afronta una moción de censura a raíz de los mensajes que intercambió con el CEO de Pfizer durante la compra de vacunas del covid, en lo que se ha llamado Pfizergate. El debate tendrá lugar en el primer día de la jornada del pleno de julio del Parlamento Europeo en Estrasburgo, con el voto el jueves; servirá para medir la ‘salud’ de los apoyos de Von der Leyen, sobre todo a través de la presión de los grupos de derecha radical pero también con recelos en los Verdes y en una parte de los socialdemócratas. Es, en realidad, un toque de atención para la germana.
Según el reglamento interno del Parlamento Europeo, la décima parte de los diputados que componen el Parlamento -72 la han firmado en este caso- podrá presentar ante el presidente una moción de censura de la Comisión, algo que ya se cumple en este caso. Por otro lado, el debate sobre la censura no tendrá lugar hasta transcurridas veinticuatro horas como mínimo desde que se comunique a los diputados la presentación de la moción de censura. La votación sobre la moción será nominal y no tendrá lugar hasta transcurridas cuarenta y ocho horas como mínimo desde el comienzo del debate.
Esta moción se da justo un año después de revalidar su cargo como presidenta de la Comisión Europea con una mayoría ajustada de 401 votos a favor (de los 707 emitidos), 284 votos en contra, 15 abstenciones y siete votos nulos. Es de prever que ahora mantenga también los apoyos del Partido Popular Europeo, los socialdemócratas, los liberales, los verdes en su mayoría y una buena parte de ECR, el grupo que lidera Giorgia Meloni; ahí la división existe. La italiana está en contra de la moción, pero no así los polacos de Ley y Justicia.
A este punto se ha llegado por el llamado Pfizegate. La Comisión Europea tendría que haber entregado la información sobre los contratos de compra de vacunas contra la covid con Pfizer. Esa es la conclusión de la sentencia emitida hace un mes por el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) ante la denuncia del New York Times porque no se mostraron las conversaciones en mensajes de texto entre la presidenta Ursula von der Leyen y el CEO de la farmacéutica, Albert Bourla.
La demanda se basa en una solicitud de 2022 para obtener mensajes de texto entre la propia Von der Leyen y Bourla, relacionados con la compra de vacunas contra el virus. La Comisión respondió que «no pudo identificar documentos que correspondieran con la solicitud», pero, explicaron ya esta semana las fuentes comunitarias consultadas, no negó ningún acceso, por lo que la situación de transparencia queda resulta a ojos de Bruselas. El Ejecutivo comunitario aclaró que no se negó el acceso a los mensajes de texto, sino que estos no fueron registrados porque no contenían contenido relevante. Según sus normas internas, solo se archivan comunicaciones que tengan importancia, mientras que las comunicaciones efímeras, como los mensajes de texto operativos, no se guardan.
En cambio, el TJUE expuso en la sentencia que «el Reglamento relativo al acceso a los documentos tiene por objeto conferir, de la manera más completa posible, el derecho de acceso del público a los documentos que obran en poder de las instituciones. De este modo, y por regla general, todos los documentos de las instituciones deben ser accesibles al público», incluidos los mensajes de texto. Dice la sentencia que la Comisión no puede limitarse a afirmar que no tiene en su poder los documentos solicitados, «sino que debe presentar explicaciones creíbles que permitan al público y al Tribunal General entender por qué no pueden encontrarse esos documentos». De este modo, añaden, el Ejecutivo comunitario no explicó en detalle el tipo de búsquedas que supuestamente se realizaron para encontrar esos documentos.
En total se han presentado ocho mociones de censura contra la Comisión, de las cuales no ha prosperado ninguna, pero en 1999 la Comisión Santer dimitió en bloque pese a superarla, bajo la sombra de importantes casos de corrupción. También Jean Claude Juncker tuvo que superar una en 2014 y la propia Von der Leyen estuvo a punto de afrontar en 2022 una contra su Ejecutivo por la gestión del plan de recuperación de Polonia, pero en aquel momento ni siquiera se llegó a debatir porque no se recabaron los apoyos necesarios.
Pero la situación de Von der Leyen no se limita solo a este caso. La moción de censura es un aviso: en muchos momentos, la alemana vive alejada de la realidad, tal como reconocen cada vez más voces en Bruselas. ¿Por qué? Sobre todo porque sus comparecencias en la Eurocámara se limitan a lo estrictamente necesario, y hay eurodiputados que consideran que precisamente el caso con Pfizer era un motivo de peso para dar explicaciones ante el Parlamento Europeo y confirman lo que para muchos es un problema de transparencia. Los apoyos de la segunda legislatura son bastantes menos -el margen más corto en una investidura de la historia- que en la primera, lo que da buena muestra de la cierta caída que ha ido sufriendo su imagen.
Tiene dos grandes puntos débiles ahora mismo: los equilibrismos ideológicos y su papel respecto al conflicto entre Israel y Hamás. Von der Leyen está sostenida por la mayoría centrista formada por el PPE, S&D, Verdes y liberales, pero el lado izquierdo del arco ideológica la acusa ya de dejar la agenda social y la agenda climática en un segundo o tercer plano en favor de temas que favorecen más al lado derecho, como es el caso de la inmigración. De hecho, los socialdemócratas ya han avisado a la jefa del Ejecutivo comunitario de que la legislatura «puede colapsar» si la Comisión ‘olvida’ temas como la vivienda o la igualdad. «No puede dar nada por sentado, esta legislatura no es como la anterior; ahora vamos más tema a tema, día a día», comentan fuentes consultadas por 20minutos.
Quizá la moción sirva como reinicio para la presidenta de la Comisión Europea. «Europa debe aprender el lenguaje del poder», dijo en su momento una Von der Leyen que ahora ve como una alerta el ‘cerco’ que le quieren echar algunos eurodiputados para que entienda que precisamente su poder no es ilimitado. Es una opinión común ya en Bruselas el hecho de que aunque supere la moción, la jefa del Ejecutivo comunitario puede sufrir esta semana su primer gran episodio de desgaste desde que se sienta en el asiento principal del Berlaymont.