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Un voto de censura global

Publicado: septiembre 8, 2025, 12:30 am

La confianza en los gobiernos se encuentra en un punto crítico, y los motivos son evidentes. La deuda pública global alcanzó un récord de 102 billones de dólares en 2024, según la ONU, y el FMI proyecta que superará el 95% del PIB mundial en 2025. Actualmente, más de 3.400 millones de personas viven en países que dedican más dinero a pagar los intereses de la deuda que a sanidad o educación.

En 2024, los pagos de intereses en los países de la OCDE alcanzaron el 3,3% del PIB, superando en muchos casos el gasto en defensa. Japón lidera el ranking con una deuda pública del 252%, seguido por Italia (137,3%), EEUU (122,5%) y Francia (116,3%). En España, gracias al crecimiento del PIB hemos mejorado algo, del 114% en 2022 al 103%, pero no podemos olvidar que antes de la covid estábamos en el 95% y en la etapa previa a la crisis del 2008, en el 35%.

El bloqueo político francés, que hoy liquidará al Gobierno de François Bayrou, tiene como telón de fondo un desequilibrio fiscal crónico que hace necesarias medidas de ajuste, pero de las que nadie quiere hacerse corresponsable. La debilidad del dólar es otro reflejo de esta crisis. Bajo la presión de tipos de interés más altos que en Europa y de los aranceles de Donald Trump, el dólar debería haberse fortalecido en 2025. Sin embargo, se ha debilitado significativamente, una paradoja que refleja la desconfianza en la capacidad de EEUU para gestionar su deuda masiva, que ha alcanzado los 37 billones de dólares, creciendo a un ritmo de un billón cada cinco meses.

La inseguridad global, marcada por el enfrentamiento con Rusia por Ucrania y la rivalidad con China, ha fragmentado los mercados y reducido la demanda de bonos norteamericanos como activo de reserva. Este entorno de inestabilidad ha intensificado la percepción de que las monedas fiat (dólar, euro, yen, etc.) son cada vez menos fiables. La fortísima subida del oro y la plata en 2025 es un reflejo claro de la desconfianza general. El precio del metal amarillo ha alcanzado el récord de 3.600 dólares la onza. El bitcoin, por su parte, también ha ganado terreno como reserva de valor. La irresponsabilidad fiscal de los gobiernos, prisioneros del populismo, combinada con un entorno geopolítico fracturado, ha alimentado esta huida hacia un amplio abanico de activos.

Es la respuesta lógica a un sistema financiero que pierde credibilidad. Mientras Japón y las economías occidentales sigan acumulando deuda, evadiendo reformas y navegando en un mundo marcado por la incertidumbre geopolítica, el oro y el bitcoin seguirán siendo los beneficiarios. Antes o después tanto los bancos centrales como los gobiernos deberán actuar, pero los inversores ya han emitido su juicio: nadie confía en los políticos.

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