Publicado: marzo 21, 2025, 1:30 am
En un hermoso día de marzo, cuando se celebraba el Día de la Solidaridad con las Mujeres en diversas partes del mundo, fui invitada a una escuela primaria en España para hablar sobre la situación de las mujeres afganas. Marzo es un mes de recordatorio para las luchas y los desafíos que enfrentan las mujeres en todo el mundo. Estos días, las mujeres se dan fuerzas y, juntas, hacen escuchar sus voces. Como mujer afgana, sentí que debía participar en este evento para llevar la voz de las niñas de mi país.
Este evento fue algo muy especial para mí. Era la sexta vez que hablaba en una escuela sobre la situación de las mujeres y las restricciones que enfrentan, especialmente las niñas, en mi país. Cuando entré al aula, me sentí profundamente impactada al ver los rostros llenos de entusiasmo y curiosidad de los niños, todos mayores de 7 años. Sus miradas estaban llenas de preguntas sin respuesta. En sus mentes giraban miles de interrogantes sobre Afganistán, las niñas afganas y sus vidas. Una de las preguntas más frecuentes era: «¿Por qué los talibanes no dejan que las niñas afganas estudien?».
Responder a esas preguntas, referentes a realidades que para estos niños eran incomprensibles, no fue tarea fácil. Para mí, con el corazón lleno de dolor y tristeza, no era sencillo. Antes de entrar al aula, tomé una respiración profunda. ¿Debía entrar como una madre que lleva dentro de sí un profundo dolor por el futuro de sus hijos, o debía entrar como una mujer fuerte y resiliente que lucha por el futuro de sus hijos? En momentos como estos, el sentimiento de ser madre se vuelve muy intenso en mí, pero sé que debo avanzar con fuerza y fe.
Al entrar en el aula, comencé a presentar la información que había preparado para los niños. Mientras mostraba las imágenes y datos sobre las restricciones que los talibanes habían impuesto, sentí el peso de la realidad en cada palabra que decía. Hablar sobre las limitaciones sociales y educativas que enfrentan las mujeres y niñas afganas nunca ha sido fácil. Pero debía explicarles estos hechos de una manera sencilla para que los niños españoles los comprendieran. Ellos debían entender por qué muchas niñas afganas no pueden asistir a la escuela, por qué se les niega el derecho a la educación y por qué la situación de las mujeres en Afganistán es tan difícil.
Mientras hablaba, sentía que debía ocultar mis lágrimas. Los niños que estaban frente a mí nunca debían verme en un momento de debilidad. Tenían que ver que, como mujer afgana, aún mantenía la esperanza y la lucha por mis derechos y por el futuro de mis hijos. El sentimiento de ser madre siempre me impulsa hacia adelante, pero sabía que debía mostrarme como una mujer fuerte, que lucha por sus hijos y por las generaciones futuras. Ese momento me recordó lo que significa ser madre y la responsabilidad que tengo, como todas las mujeres afganas, de seguir luchando.
Al final de mi presentación, les dije a los niños españoles: «Nosotros apoyamos a las niñas afganas, y ellas no deben perder la esperanza. Deben saber que nada puede detenerlas. Deben seguir luchando. El futuro es brillante, y llegará el día en que puedan regresar a la escuela y continuar con sus estudios. Ningún poder puede detenerlas de alcanzar sus objetivos. Ustedes, niñas afganas, ganarán.»
Los mensajes de los niños españoles para las niñas afganas también fueron alentadores, llenos de amor. Uno dijo: «Sois muy fuertes, pueden tener éxito en cualquier circunstancia.» Otro agregó: «Pensamos en vosotras y las queremos. Esperamos que llegue el día en que puedan estudiar libremente.» Y otro dijo: «Siempre deben saber que estamos con vosotras, aunque estemos lejos.»
Fueron muy valiosos para mí y demostraron que incluso los niños que viven en países lejanos a Afganistán pueden sentir empatía y mostrar su apoyo. Esta solidaridad y estos mensajes llenos de cariño hacia las niñas afganas son un símbolo de esperanza y luz en medio de la oscuridad. Estos mensajes mostraron que, en cualquier rincón del mundo, la voz de las niñas afganas se escucha y nadie las olvida.
Al final de mi presentación, mientras los niños españoles escuchaban atentamente y enviaban sus mensajes de apoyo, me sentí más fuerte que nunca. Me di cuenta de que en la lucha por los derechos de las mujeres, no solo en Afganistán, sino en todo el mundo, debemos seguir estando esperanzadas y resistir.