Publicado: abril 23, 2025, 9:00 am

En un tiempo donde el bienestar y el autocuidado se han vuelto pilares del día a día —y hashtags recurrentes en redes sociales—, resurgen prácticas que, aunque antiguas, hoy adquieren una nueva dimensión. Una de ellas es la psicolectura o biblioterapia, inmersas en clubes de lectura especializados y guiados por profesionales de la psicología. Siendo importante aclarar que leer no sustituye a la terapia y no basta con sugerir un libro cualquiera, se necesita una selección cuidadosa, una guía de lectura y, sobre todo, un espacio posterior de reflexión y revisión adecuadas.
¿Qué es la psicolectura o biblioterapia?
Se trata de una experiencia pensada para quienes aman leer pero también para quienes buscan en la lectura algo más: una manera de entenderse, de descubrir quién eres, qué quieres hacer, de contarse y verse reflejado en las palabras e historias de otros; de mirar la vida desde otros ángulos, de abrirse a nuevas preguntas, ideas o perspectivas que quizás no habríamos visto solo por nuestra cuenta. Se trata de encontrar refugio en un entorno amable y emocionalmente nutritivo, donde la literatura se convierte en una vía saludable para la reflexión y el diálogo.
¿Alguna vez terminaste un libro con la sensación de que había llegado a ti justo cuando lo necesitabas? La lectura no siempre te ofrece las respuestas que sanan pero quizás sí te regale las preguntas que necesitas. Esa conexión profunda entre lector y texto es el corazón de la psicolectura. No importa el género literario: lo esencial es que las historias activen en nosotros una reflexión, una emoción o una identificación.
La lectura como espejo del alma
Decía Albert Camus que: “Leemos para recordar que no todo está perdido”. Y es que leer no solo nos ayuda a entender lo que sucede fuera, sino también lo que ocurre adentro. En ese acto íntimo de sumergirse en las páginas de un libro, muchas veces hallamos consuelo, comprensión e incluso revelaciones sobre nosotros mismos. Ahí radica la esencia de la psicolectura: no se trata solo de leer por placer —aunque ese disfrute siempre esté presente—, sino de leer para comprender, atravesar y resignificar vivencias. En un club de psicolectura se orienta esa práctica guiada con el propósito de acompañar procesos de duelo, ansiedad, búsqueda personal o simplemente inspiración, creatividad, gestión del cambio o momentos de confusión vital. Sin olvidar la clave fundamental de los espacios grupales, dar rienda suelta al el bello sentimiento de pertenencia; es importante generar comunidades, vincularnos a otros desde la sensibilidad, la curiosidad y la inquietud cultural. Poder escuchar, conectar y compartirnos.
Lectura consciente, profunda y reposada
No basta con devorar páginas. No es cuestión de acumular libros leídos como si fueran trofeos en una estantería. Leer terapéuticamente es, ante todo, un ejercicio de pausa. Porque lo verdaderamente revelador y poderoso no sucede durante la lectura, sino después, en ese silencio posterior donde las palabras continúan su eco.
Una historia no sana por su argumento, sino por lo que despierta. Por eso, cuando cerramos un libro que nos ha tocado por dentro, lo recomendable no es buscar inmediatamente otro, sino quedarse ahí, en la quietud que deja su última frase. Es en ese intervalo donde comienza la digestión emocional: donde lo leído se mezcla con nuestra historia, nuestros recuerdos o nuestras propias heridas.
Hay quien compara la psicolectura con una forma de alquimia emocional. Uno entra en contacto con una historia ajena y, de repente, algo se ilumina en la propia. Pero para que eso suceda, hay que dejar espacio. Dejar que el libro se asiente. Permitir que sus preguntas, sus emociones y sus metáforas decanten lentamente, como quien deja reposar una infusión para que libere todo su sabor.
Reflexionar no es opcional: es la parte invisible de la psicolectura, pero también la más potente. Porque no se trata solo de identificar emociones, sino de integrarlas, de traducirlas en algo comprensible y propio. Introspección y conversación no son conceptos contradictorios sino necesarios para ese proceso de integración.
Y en esa etapa—íntima y transformadora—es donde muchas veces necesitamos una guía: alguien que nos ayude a ordenar las emociones que un libro ha removido, a encajar piezas que ni sabíamos que estaban sueltas.
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