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Un 'calentón' ancestral: descubren que unas plantas milenarias usan el calor para seducir a los escarabajos

Publicado: diciembre 11, 2025, 3:00 pm

Aunque ahora estemos acostumbrados al espectáculo de las flores, lo cierto es que estos vistosos (y olorosos) órganos son un ‘invento’ reciente del mundo vegetal. Aunque se piensa que las plantas surgieron hace unos 470 millones de años, no fue hasta 330 millones de años después (hace unos 140 millones de años) cuando algunas especies empezaron a florecer. Pero, si no tenían ni color ni olor, ¿cómo eran capaces de atraer a los insectos para reproducirse? Un estudio de la Universidad de Harvard publicado en ‘ Science ‘ tiene la respuesta: a través del calor. Para dar con la solución, el equipo liderado por Wendy Valencia-Montoya se fijó en las cícadas, una suerte de ‘ fósiles vivientes ‘, ya que es uno de los linajes vivos más antiguos de plantas con semillas. Así, los investigadores se percataron de que estas especies, que tienen troncos robustos y coronas de hojas similares a plumas (de hecho, se parecen a las palmeras y los helechos, pero no están estrechamente relacionadas con ellos), calientan sus órganos reproductivos para atraer a los escarabajos polinizadores. Pero la ‘relación’ no es unidireccional: estos insectos también poseen sensores infrarrojos para detectar las señales. «Esto básicamente añade una nueva dimensión a la información que las plantas y los animales utilizan para comunicarse, una información que desconocíamos», afirma Valencia-Montoya. «Conocíamos el olor y el color, pero desconocíamos que la luz infrarroja pudiera actuar como señal de polinización». De hecho, el calor podría ser uno de los modos de comunicación más antiguos entre animales y plantas, e incluso anterior a los dinosaurios, animales que ya se alimentaban de las cícadas. «Mucho antes de los pétalos y el perfume -señala Valencia-Montoya-, las plantas y los escarabajos se relacionaban entre sí al sentir el calor». Las cícadas aparecieron hace unos 275 millones de años y alcanzaron su máxima diversidad hace unos 150 millones de años, durante el Jurásico. Fueron desplazadas en gran medida por el auge de las plantas con flores, que se convirtieron en el grupo dominante en los últimos 70 millones de años. Hoy en día quedan alrededor de 300 especies de cícadas, la mayoría de ellas catalogadas en peligro de extinción. Las cícadas poseen individuos masculinos y femeninos que se distinguen por sus conos reproductivos: los conos masculinos producen polen y los femeninos contienen óvulos que, al ser fecundados, se convierten en semillas. En el nuevo estudio, Valencia-Montoya y sus colegas se centraron en la Zamia furfuracea, una cícada de 1,2 metros de altura originaria de México, comúnmente llamada ‘palma de cartón’. Como todas las cícadas, mantiene una relación simbiótica exclusiva con su propia especie de escarabajo polinizador: Rhopalotria furfuracea, un pequeño gorgojo pardo de hocico largo. En una relación de polinización de empuje y atracción, las cícadas utilizan una combinación de señales, como calor, olor y humedad, para atraer a los escarabajos y alimentarse del polen de los conos masculinos. Llegado a cierto punto, estas señales se vuelven tan abrumadoras que los escarabajos son expulsados de las plantas masculinas hacia los conos femeninos ovulatorios. «Es como cuando un hombre se aplica colonia para una cita», explicó Naomi Pierce, profesora de Biología en Harvard y coautora del estudio: «Un poco es agradable, pero demasiado es repulsivo». Al moverse entre plantas, los escarabajos transmiten el polen masculino y fertilizan las semillas de las plantas femeninas. Valencia-Montoya y sus colegas tomaron imágenes térmicas y descubrieron que la producción de calor de las cícadas se concentraba en los conos. Las partes que albergan los órganos reproductivos, las esporofilas, contenían altas concentraciones de mitocondrias productoras de energía. La Zamia furfuracea podía calentar sus conos hasta 7 °C por encima de la temperatura ambiente, pero otras cícadas podían alcanzar temperaturas aún mayores. Los investigadores examinaron 17 especies de cícadas y descubrieron que todas seguían un patrón circadiano al final del día: primero los conos masculinos se calentaban y luego se enfriaban y aproximadamente tres horas más tarde, los conos femeninos comenzaban a calentarse. A continuación, Valencia-Montoya y sus colegas rastrearon los movimientos de los escarabajos polinizadores marcándolos con tintes fluorescentes ultravioleta y observándolos de noche mientras se desplazaban entre las plantas en un campo abierto. Los escarabajos se sintieron atraídos por las partes más cálidas de los conos: primero los machos, luego las hembras. «Esta fue una de las primeras pruebas contundentes de que esto probablemente está relacionado con la polinización», dice Nicholas Bellono, porfesor de Biología Molecular y Celular de Harvard y otro de los autores del estudio. «Las plantas macho y hembra se calentaban de forma controlada circadiana, y pudimos observar que esto se sincroniza con el movimiento del escarabajo». En los insectos, los principales órganos sensoriales son las sensilas, las estructuras similares a pelos en la antena. Usando técnicas como la microscopía electrónica, la electrofisiología y la transcripción de genes expresados en las células, los investigadores descubrieron que las puntas de las antenas de los escarabajos poseen órganos termosensibles especializados, repletos de neuronas termosensibles. Un sensor molecular clave fue la proteína TRPA1, que también utilizan las serpientes y los mosquitos para detectar presas de sangre caliente. Estos órganos se calibraron según la temperatura de calentamiento específica de la cícada. Los investigadores examinaron otra especie de escarabajo y descubrieron que también tenía un rango sensorial ajustado a la temperatura de calentamiento específica de su propia cícada huésped. Hasta ahora, se creía que la polinización mediante insectos se debía principalmente al olor. El nuevo estudio sugiere que el calor fue probablemente también otro tipo de mecanismo muy extendido entre las plantas, y que evolucionó cerca de los orígenes de las cícadas hace unos 275 millones de años, siendo la señal de polinización más antigua conocida. Las plantas productoras de calor suelen provenir de linajes antiguos (las cícadas representan aproximadamente la mitad de ellas). En el gran esquema de la evolución vegetal, la importancia del calor disminuyó y el color aumentó. Con el tiempo, las cícadas de colores apagados fueron desplazadas por la radiación explosiva de las plantas con flores de colores vibrantes, y sus polinizadores, como las abejas y las mariposas, desarrollaron sentidos visuales más agudos (la mayoría de los escarabajos solo tienen visión dicromática y una percepción cromática deficiente, mientras que las abejas tienen visión tricromática y las mariposas, visión tetracromática). El hecho de que la señal infrarroja haya permanecido sin ser reconocida durante tanto tiempo probablemente refleja nuestro propio sesgo sensorial. «Todas las señales sensoriales que se han reconocido muy rápidamente son las que podemos percibir», dice Valencia-Montoya. «Pero las que están ocultas pueden ser igual de importantes».

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