La fuerte helada que desde hace días asola Washington no ha impedido que este lunes la capital estadounidense se engalanara para una ceremonia presidencial atípica. Donald Trump ha jurado como el 47 presidente de los EEUU en un acto sin incidentes que por culpa del frío y la nieve ha tenido que trasladarse al interior del Capitolio, algo que no ocurría desde hace 40 años. Durante su primer discurso como mandatario, Trump ha prometido que su segunda legislatura estará marcada por las deportaciones masivas y la lucha contra la inmigración (avanzando que enviará tropas a la frontera con México), la imposición de aranceles al resto del mundo y reindustrializar el país para terminar con las políticas ecologistas.
«La era dorada de Estados Unidos comienza justo ahora. Nuestro país va a florecer y ser respetado en todo el mundo», ha dicho Trump, que ha asegurado que a lo largo de este lunes «firmará una serie de ordenes ejecutivas históricas y se comenzará la completa restauración de Estados Unidos y la revolución del sentido común«. Las medidas van desde el endurecimiento contra la inmigración, acabar con el green new deal y la política de genero, hasta el cambio de nombre del Golfo de México por el Golfo de América o acabar con lo que ha denominado «la censura de la libertad de expresión».
La ceremonia ha contado con la presencia de los grandes magnates de Silicon Valley y, por primera vez, han sido invitados a la investidura líderes extranjeros como el presidente de Argentina, Javier Milei, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, o el presidente salvadoreño, Nayib Bukele. Además, como marca la tradición estaban presentes todos los expresidentes. En una posición predominante estaban tanto Joe Biden como su vicepresidenta, Kamala Harris, que durante el discurso de Trump han mantenido un semblante serio y únicamente se han levantado para aplaudir cuando el recién nombrado presidente ha celebrado el alto el fuego entre Israel y Hamás en Gaza. Aunque tanto Biden como Trump se otorgan el éxito de las negociaciones.
Una de las primeras decisiones anunciadas por Trump ha sido la declaración de la emergencia nacional en la frontera sur para «detener inmediatamente» a los que intenten cruzar la frontera. El mandatario ha dicho que aplicará lo que ha llamado «política de quédate en México» con la que quiere «acabar con la practica de atrapar y soltar» y va a invocar la «ley de enemigos extranjeros de 1798 para obligar al Gobierno a utilizar el poder federal para eliminar la presencia de bandas extranjeras y redes delictivas». Como ya ocurrió durante la campaña, Trump ha insistido en la idea de que los inmigrantes que entran en Estados Unidos proceden de «centros psiquiátricos» y que por ello hay que realizar deportaciones.
Así mismo, ha declarado también la «ley de emergencia nacional energética» para reindustrializar el país y utilizar todas las reservas de petróleo y gas con las que cuenta la nación. «Vamos a perforar, perforar, perforar. Vamos a usar el oro líquido que tenemos debajo de los pies. Reduciremos los precios, llenaremos nuestras reservas estratégicas hasta el tope y exportaremos energía estadounidense por todo el mundo. Volveremos a ser una nación rica», ha dicho el presidente, que ha añadido que quiere «acabar con el mandato del vehículo eléctrico» para «salvar la industria automovilista». El presidente estadounidense también ha reiterado que retirará nuevamente a su país del Acuerdo Climático de París, del cual ya se había salido durante su primer mandato.
Además, ha anunciado una guerra comercial contra países extranjeros, advirtiendo de la imposición de impuesto y aranceles que se canalizará a través de un nuevo servicio de ingresos externos. Sobre las decisiones de política exterior ha tenido una mención especial para China, a la que ha acusado de hacerse con el canal de Panamá, por lo que ha prometido «recuperarlo».
En cuanto a las medidas sociales (criticadas duramente durante su campaña), Trump ha afirmado que terminará con «la política del Gobierno para utilizar el género y la raza como arma de ingeniería social». Por ello, ha dicho que busca «una sociedad ciega ante el color y que se base en los méritos» y que desde hoy solo se usarán «dos géneros: hombre y mujer».
El día de la investidura ha comenzado con Trump y la primera dama, Melania Trump, participando en un oficio religioso en la Iglesia Episcopal St. John’s, cercana a la residencia presidencial. Los Trump llegaron a la iglesia junto a su hijo, Barron. En la misa, el presidente estuvo rodeado de los magnates tecnológicos que durante las últimas semanas han protagonizado un acercamiento sin precedentes, ya que históricamente las grandes figuras de Silicon Valley estaban más alineadas con el Partido Demócratas.
Mark Zuckerberg (dueño de Meta), Jeff Bezos (dueño de Amazon y del Washington Post), Tim Cook (CEO de Apple), Shou Chez (CEO de TikTok) o Elon Musk (dueño de Tesla y SpaceX) eran algunas de las caras reconocibles. De hecho, Musk será miembro del Gobierno en esta legislatura y durante el discurso de investidura se le pudo ver visiblemente emocionado cuando Trump prometió que plantarían la bandera de Estados Unidos en Marte.
Tras la ceremonia religiosa, Trump se dirigió a la Casa Blanca, donde fue recibido por el mandatario saliente, Joe Biden, y la primera dama, Jill Biden, con los que participó en el tradicional té y café. Este gesto simbólico de transición pacífica es una costumbre que vuelve a producirse ocho años después, ya que en las últimas elecciones el ahora presidente no reconoció la victoria de Biden y, por tanto, no realizó de esta manera el traspaso de poder. Después de la reunión, las dos parejas se trasladaron juntas en el mismo vehículo hasta el Capitolio para la investidura.
Después de la ceremonia, Trump y su vicepresidente, J.D. Vance, que también ha jurado el cargo, firmaron los primeros decretos y dieron un discurso en el cual, con un tono más disentido, agradecieron el apoyo de sus votantes. Trump ha insistido en que «nadie esperaba que pudiera estar ahí en este momento» pero que «lo ha conseguido». «Una bala voló por mi oreja y sentí entonces, y ahora todavía más, que mi vida la preservo por una razón: Dios me ha permitido hacer de Estados Unidos un país grande de nuevo«.