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Donald Trump no tropieza ni con delitos judiciales en su haber. Al cierre de la edición sumaba 247 votos electorales mientras que la demócrata Kamala Harris alcanzaba 213 en las presidenciales de ayer martes 5 de noviembre, en Estados Unidos, según proyecciones de los medios de comunicación.
La extrema derecha en Estados Unidos ha ingresado por segunda ocasión en lo que va del siglo por las puertas del espectáculo y de los bienes raíces.
De confirmarse las tendencias, Trump se instalaría nuevamente en la Casa Blanca sin haber pertenecido a la política tradicional.
Trump obtenía pasada la medianoche en Filadelfia 23 estados, entre ellos Carolina del Norte, considerado uno de los siete claves en disputa, y los codiciados Texas y Ohio.
Harris tenía en la bolsa 14, incluidos los relevantes California y Nueva York, así como en la capital, Washington DC, sin embargo, Pensilvania, el rey de los estados bisagra, no le favorecía al cierre de la edición. Trump se estaba imponiendo por 2.8 puntos porcentuales con el 86.1% de los votos escrutados.
El número mágico para conquistar la Casa Blanca es de 270 grandes electores.
Trump derrotó a Harris en el disputado estado de Carolina del Norte, otro de los estados bisagra, según las proyecciones de Edison Research.
Decision Desk HQ pronosticó que Trump también ganaría Georgia, lo que estrechaba el camino a una victoria de Harris, que necesitaba los tres del llamado Cinturón del Óxido, Michigan, Pensilvania y Wisconsin y en todos iba detrás de su rival. Incluso, Wisconsin ya parecía irreversible: lo ganaría Trump.
Trump recogió mucho más apoyo entre los latinos, votantes tradicionalmente demócratas, y entre los hogares de ingresos más bajos, que han notado mucho el incremento de precios desde las elecciones presidenciales de 2020, según las encuestas a boca de urna.
Voto latino
Trump obtuvo el 45% de los votos latinos en todo el país, por detrás de Harris, con el 53%, pero 13 puntos porcentuales más que en 2020, según los sondeos provisionales a pie de urna.
Los mercados de divisas y bonos parecían apostar por la vuelta de Trump al poder.
Trump estaba obteniendo una mayor proporción de votos que hace cuatro años en casi todos los rincones del país, desde los suburbios de Georgia hasta la zona rural de Pensilvania, cuando aún se esperan los resultados definitivos de los otros estados en disputa.
Senado
Los republicanos se hicieron con el control del Senado de Estados Unidos con victorias en Virginia Occidental y Ohio, asegurando que el partido de Donald Trump controlará al menos una cámara del congreso el próximo año.
Al cierre de la edición, los republicanos también superaban a los demócratas en el control de la Cámara de Representantes: 198 contra 173: el número clave de la mayoría es 218.
Los resultados asegurarían que los republicanos podrían ayudar a Trump a nombrar jueces conservadores y otro personal gubernamental si gana la carrera presidencial, o bloquear gran parte de la agenda de la demócrata Kamala Harris.
Poco a poco, la ruidosa multitud de simpatizantes de la demócrata Kamala Harris, que cantaba y bailaba a la espera de vivir un «momento histórico» en las presidenciales estadounidenses de este martes, empezó a tener dudas. La ansiedad aguó la fiesta a mitad de la noche.
Harris, sin discurso
La imagen contrastaba con los primeros minutos de la velada festiva que abarrotaba el césped de Howard, la universidad de Washington conocida como la «Harvard negra» donde Harris esperaba los resultados de los comicios.
A medida que se acercaba el final del día, los partidarios de la vicepresidenta repetían una y otra vez sus esperanzas de ver por primera vez a una mujer afroamericana al frente de Estados Unidos, sin atreverse apenas a contemplar la derrota.
Pero a medida que se van conociendo los resultados, las caras se iban alargando poco a poco y el ambiente ya no era de festivo. Todo el mundo miraba las pantallas gigantes.
La campaña de la vicepresidenta anunció que no hablará en esta noche electoral.
Ken Brown, exalumno de Howard girado hacia la pantalla gigante en la que cada vez se veía más el rojo de los republicanos, está helado: «Es un candidato muy malo, no tiene sentido».
Detrás de él, el público, muy joven, parecía atónito. «No sé quién vota por él. No entiendo», se quejó.
Con la esperanza de ver un «cambio», Kwame Anderson había llegado a primera hora de la tarde con varios amigos.
El mundo observaba con atención, resentirá a Trump.
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