Publicado: marzo 10, 2025, 1:30 am
Donald Trump es un conocido bocazas que asusta, pero luego las circunstancias que delatan su demagogia le obligan a rectificar sin sonrojarse. Ya lo había hecho con frecuencia durante su primer mandato, en el que se mostró más discreto. Cuentan sus biógrafos que algunas de sus improvisadas órdenes ejecutivas eran tan demenciales que los secretarios que le rodeaban las redactaban diligentemente, las sometían a su firma y luego las escondían sin ponerlas en vigor. Él ya se había olvidado.
Esta vez, nada más tomar posesión amenazó a todos los países que odiaba con subidas arancelarias a sus importaciones y anticipó que empezaría por los vecinos, Canadá y México, en los cuales creó verdadera consternación económica y política. Pero enseguida alguien le debió convencer de que era un disparate y sean por las razones que sean, todas comprensibles, enseguida empezó a demorar la medida que anunciaba para el día siguiente y de momento ya la ha dilatado al mes de abril. La impresión es que fue la incidencia que semejante medida había empezado a tener sobre la bolsa de Wall Street, cuyo poder no se puede desdeñar, la que le ha hecho rectificar.
Algo está ocurriendo en las relaciones, tradicionalmente tensas entre los Estados Unidos y Rusia. Inicialmente Trump hizo creer que su relación con Putin les daría un vuelco y poco menos que pasarían a convertirse en aliados y gracias a esa relación terminaría la guerra de Ucrania. Después de su escandalosa reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, al que acusó de estar propiciando una tercera guerra mundial, algo ha debido ocurrir para intentar que un representante negociara vía telefónica un final de la guerra del que parecía desentendido.
Los combates continúan con la misma intensidad. Rusia sigue bombardeando para extender las regiones que ya ocupa con vistas sin duda a ganar más territorio para cuando llegue el momento de un acuerdo de paz, que de momento sigue sin contemplarse. Y Trump, lejos de mostrar actitudes de ceder, ha reaccionado con la gran sorpresa de amenazar a Rusia con secundar e incluso incrementar las sanciones económicas que ya se le habían venido aplicando. No en balde, a Trump se le ha acusado, por sus enemigos, de ser una veleta dependiente del sentido de los vientos.